Por Eithell Ramos
Ideologizar la educación es la
forma más expedita, que se conozca, para llevar la cultura escolar, la
praxis pedagógica, a fomentar la cultura de la pobreza. La escuela se
convierte en un agente social, en un modo de vida de economía de escasez, para
propagar los elementos doctrinales, materiales, espirituales y de
adormecimiento de la voluntad ciudadana para recrear la pobreza como condición
de vida en sociedad.
En cierta forma la meta del
control político se hace de un lecho de consenso para los retazos de alianzas
que lleven a equilibrar la fuente soberana del poder político. Un pueblo sin
luces es instrumento ciego para la masificación de la pobreza como sistema y
forma de vida, y por ende, cautivo de las promesas populistas.
En estas consideraciones, los
políticos pragmáticos de ambos, y múltiples bandos, responden a la epidermis de
las propuestas de programas de gobierno para satisfacer las demandas materiales
de los sectores sociales que integran el botín de respaldo popular. Las
propuestas de programa son recetas para buscar votos no para construir
Nación libre y democrática. Por eso convalidamos técnica y políticamente
la consulta educativa. En ese terreno se sellan las alianzas compartidas que
colocan a la Educación y la Pedagogía en la balanza de una gran conspiración en
su contra.
Todos los políticos
pragmáticos se dan el abrazo del oso con los vapores ideológicos del Estado
docente para hacerse de una cuota electoral de respaldo popular. Los decibeles
del Estado docente están presentes en los gremios, partidos políticos (ayudaron
a construirlo en la historia político educativa venezolana); las instituciones
universitarias en las que participan esos dirigentes gremiales, políticos e
intelectuales formados en la doctrina del Estado docente, no se puede esperar
más que aceptación o distanciamiento a los matices de la estatización de la
educación.
Jurungar la configuración del
Estado docente con inspiración totalitaria, que subyuga la matriz de la
pedagogía venezolana, no es tarea gigante. Es cuestión de abandonar las
creencias educativas instaladas en el imaginario institucional de los centros
de formación de formadores y darles vacaciones a los dogmas de la fraseología
política de liberales, socialdemócratas, democristianos, socialcristianos y
confesionales que no miran la viga del ojo, el puente colgante de Ciudad
Bolívar en el Orinoco, para señalar la brizna de una molécula de protón
en el ojo de un chino en Indonesia, allá en la distancia. Diría un español: tío
que buena vista tienen.
Es de pobreza intelectual
darle toda la culpa al petróleo y a la influencia que ejerce en la forma de
hacer política, de mirar el desarrollo; de abordar la productividad, la
institucionalización de la industria. Sigue siendo un enfoque marxista
que coloca la batalla contra la actividad nacional como determinación en
última instancia. Bárbaro. Así como el Estado docente nos ha permeado la
formación de ciudadanos, también el marxismo, y su acercamiento o de su
alejamiento, nos ha entibiado el análisis y la percepción del gentilicio
nacional. Las teorías del Anti desarrollo, subdesarrollo, sociedades
periféricas, mucho de la planificación y la escuela Cepalina fuimos hijos del
adoctrinamiento marxiano de moda. Aulas universitarias y centros de
investigación no se dieron abasto para recetarnos en marxiología. Nuestro
Proyecto de Nación es el petróleo quieren decir, y la dominación neocolonial
nuestro signo de casi Nación. De ese contubernio ideológico a la segunda
libertad bolivariana. Y no hay como desbrochar estos enfoques en las
conversaciones y tertulias cotidianas. Claro 80 años repitiendo lo grande que
somos por las riquezas nacionales petroleras y dando gracias a Dios por los
bienes del subsuelo no lleva más que a concebir cualquier Proyecto Nacional a
condición de controlar políticamente el petróleo y la minería. Productores y
exportadores de materia prima, ¡¡ así nos hizo Dios y si así lo hizo, mal puede
el hombre pretender torcer el destino!!.
La educación es también un
bien natural que hay que cultivar con la formación de talento autónomo. Siempre
y cuando haya un Proyecto de Nación que conciba que la lucha contra la pobreza
no dependa de repartir, distribuir la renta petrolera entre las gargantas del
hambre y de la desigualdad que proporciona la pobreza intelectual y la orfandad
política que le dejamos a los ciudadanos y a sus descendientes.
03-01-17
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