Por Fernando Mires
Todos los años nos deseamos un
feliz año. Para muchos una fórmula social, un procedimiento, un ritual que hay
que hacer simplemente porque hay que hacerlo.
Ya decir feliz año contiene un
absurdo. Nadie, ni el más suertudo, puede ser feliz a lo largo de todo un año.
Es que la felicidad no tiene fecha, simplemente aparece de pronto. Y luego se
va. Sin embargo, nos seguimos deseando un feliz año.
Pero a lo mejor queremos
desearnos otras cosas. Desearnos por ejemplo que durante los siguientes 365
días tengas la menor cantidad de desgracias posibles. O que lo bueno sea más
que lo malo. O que la vida (o la salud) le gane la pelea a la muerte. Entonces,
está bien. Que así sea: Feliz Año Nuevo.
Con esa frase de rigor
establecemos una relación con las personas y con el tiempo que vivimos. Por
cierto, el 1-1 es una fecha como cualquiera otra. Pero al mismo tiempo no lo
es. Su origen agrario es indesmentible. El año nuevo fue una vez el día en el
cual los campesinos hacían el recuento entre lo sembrado y lo cosechado.
Después de todo la humanidad reposa sobre una base campesina. Venimos de los
campos y al igual que nuestros antepasados, sembramos y cosechamos.
Una parte de mi cosecha la
hago en POLIS, mi revista, mi Blog, el medio con el cual me pongo en
comunicación con el mundo exterior: con mis amigos, con mis enemigos y con los
ya miles de desconocidos que leen lo que allí se publica.
POLIS es una revista política
y a la vez personal. Allí publico los textos que me parecen interesantes así
como los de un grupo de colaboradores que se han ido integrando. Pero POLIS es,
o quiere ser, además, cultural. La cultura y la política son los dos ámbitos en
los que siempre me he movido.
La poesía, dentro de lo
cultural, ocupa en POLIS un lugar destacado. La razón es la siguiente: soy de
los que piensan que la lógica racional no es la única posible para acceder a la
realidad que nos rodea. Es necesario, creo yo, incursionar en otros espacios
para dar cuenta de lo que sentimos y pensamos. La poesía juega allí un papel:
es el arte de decir con palabras lo que no se puede decir con palabras: es
decir, una imposibilidad. En esa imposibilidad reside su importancia.
Pero antes que nada POLIS es y
seguirá siendo una publicación dedicada al debate. En sus diferentes artículos,
en los míos también, suele haber opiniones encontradas. POLIS, en efecto, nació
portando el convencimiento de que no hay ninguna verdad total y absoluta. Por
eso en sus páginas no tienen cabida los textos que proclaman dogmas
inapelables.
POLIS es, definitivamente, una
publicación anti-ideológica. Pero no es imparcial ni mucho menos neutral.
Mantiene un compromiso militante con la democracia, no solo como forma de
gobierno sino como forma de vida y de resistencia a todo lo que oprime y no
deja ser. Por lo mismo POLIS es una enemiga de todos los sistemas autocráticos,
dictatoriales, personalistas, militaristas. Estén donde estén. Vengan de donde
vengan. Sean de derecha o de izquierda.
Sin embargo, al hacer un
recuento de los textos publicados en POLIS durante el año 2016, he llegado al
convencimiento de que este año no ha sido positivo para la razón democrática.
Quizás el hecho más trágico es que Europa, cuna de la democracia, yace
entrampada entre el terrorismo islamista y un neofascismo homófobo, xenófobo y
eurófobo. Las elecciones de Abril en Francia serán decisivas. Si la Le Pen se
hace del poder, la Alemania de Merkel deberá convertirse en el último baluarte
de la democracia europea.
Los personalismos autoritarios
priman por doquier. 2016 no ha sido el año de los estadistas sino el de las
“personalidades fuertes” llámense Erdogan, Netanjahu, Orban y
principalmente Putin a quien Angela Merkel definiera como el jefe de una
potencia territorial del siglo XlX enclavada en el siglo XXl.
El peligro no
viene de cada una de esas diferentes “personalidades” sino de las relaciones
bilaterales y multilaterales que pueden darse –de hecho se está dando- entre
ellas. Más peligroso todavía es que cada una de esas “personalidades” busca
perfilarse recurriendo al trasfondo carismático de una religión, cualquiera que
ella sea. Razón para pensar que el integrismo, vale decir, la fusión de lo
religioso y de lo político, está de vuelta en la historia. Eso significa que no
solo los usos democráticos están en peligro. Además, lo está la propia
secularización. No olvidemos en ese sentido que la democracia y la
secularización nacieron juntas. Son hermanas siamesas. Solo cabe esperar que no
mueran juntas. No solo en contra, también en nombre de Dios han sido cometidos
los crímenes más horribles de la historia.
Putin -eso lo descubrió Obama
antes de entregar su gobierno- acaricia el proyecto de la reconstitución de una
Rusia imperial de dimensiones territoriales superiores a las de la Rusia
zarista y de la Rusia estalinista. Donald Trump, al parecer, no lo sabe o no
quiere saberlo.
Donald Trump: Para algunos una
incógnita, para otros una amenaza. Como sea, ya dados a conocer casi todos los
nombres de los nuevos ministerios se puede llegar a la deducción de que Trump
marcará un negativo punto de inflexión en la tradición democrática y
republicana de los EE UU. Su propósito parece ser el de asegurar un amplio
lugar a su nación pero al precio del establecimiento de un nuevo orden mundial
destinado a ser repartido entre los estados más militarizados del planeta.
La única novedad positiva del
recuento es que en América Latina el panorama no parece ser tan siniestro como
en otras zonas del mundo. Las conmociones anti-populistas vividas por los dos
países más significativos de la región, Argentina y Brasil, abrirán
probablemente el paso a sistemas de rotación política libres de liderazgos
mesiánicos. El avance hacia la democracia, iniciado después del derrumbe de las
dictaduras militares del siglo XX -parcialmente interrumpido por la aparición
de las autocracias caudillescas del socialismo del siglo XXl– continúa su
marcha. El reeleccionismo de Evo Morales sufrió un serio revés en el plebiscito
de Febrero. Solo quedan la dictadura militar cubana, la dinastía de la familia
Ortega en Nicaragua y el régimen militarista de Maduro en Venezuela.
El chavismo ha experimentado
una mutación: mayoritario, populista y electoralista en sus orígenes, ha
llegado a ser hoy una dictadura minoritaria, antipopular y anti-electoral.
Venezuela es, evidentemente, social, política, económica y moralmente visto,
una nación en peligro. Por esa razón POLIS seguirá manteniendo su solidaridad
con los sectores democráticos de ese país (no todos en la oposición lo son),
con los presos políticos y sus familiares, y con el restablecimiento del orden
constitucional. Lo que se juega en Venezuela no solo tiene que ver con
Venezuela.
POLIS continuará siendo una tribuna
abierta en contra de todas las formas de opresión y autoritarismo que aparezcan
en la región y aún más allá.
Reiteramos: 2016 no ha sido un
gran año para la cosecha democrática. Pero hay que continuar sembrando. Esa es
la razón por la cual, les deseo a todos sus lectores un Feliz Año Nuevo. Y que
cada uno entienda por ello lo que más quiera.
Un simbólico abrazo.
01-01-17
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