Por Leonardo Morales P.
Luego del accidentado proceso
de dialogo que se diera a finales del año pasado entre gobierno y oposición que
solo produjo la liberación algunos de los presos políticos, la posibilidad de
reiniciarlo como mecanismo racional para la superación de varios de los
problemas que afectan a la mayoría de los venezolanos es, de acuerdo a la voz
de los participantes, poco posible.
La oposición ha dicho que no
volvería a una mesa en la cual no se respetan ni se ejecutan los acuerdos,
mientras el gobierno tan solo lo auspicia, pero no hace nada para satisfacer
las exigencias de la oposición. Pero peor aún, luego del anuncio de un
cronograma de elecciones anunciado por el CNE, la conducta del ente electoral
en honrar la palabra comprometida luce muy distante.
Las cosas siguen sin cambiar,
la vida del venezolano transcurre penosamente; desde saltar de una farmacia a
otra para tratar de conseguir una medicina, siempre escasa y desaparecida de
los anaqueles, hasta sorprenderse por los exorbitantesprecios que han adquirido
muchos de los bienes esenciales.
El gobierno y sus voceros son muy
dados a la construcción de relatos que buscan justificar la realidad presente;
de ellos mismos exaltan virtudes inexistentes y colocan la crisis en un
horizonte en el que nadie lograr divisar certeramente el culpable de las
tragedias del presente y que amenazan con perdurar. La culpa no es del gobierno
sino del atracador que somete a los ciudadanos, la culpa es del panadero que no
hace pan así el gobierno no le suministre la harina. En esa dirección
llegaremos a conseguir al enemigo, un capitalista feroz, que detestamos
amorosamenteporque desde Disneylandia nos compra y nos paga el
futuro: petróleo.
El gobierno muere de
inacción,seguramentecon los bolsillos llenos, pero muere. Los gobernados, los
ciudadanos, fenecen ante la incompetencia gubernamental. Todo ello nos conduce
a que la democracia se vea tremendamente resentida. Dice la Carta Democrática
Interamericana, suscrita por Venezuela, como elementos esenciales de la
democracia: “…el respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales;
el acceso al poder y su ejercicio con sujeción al estado de derecho; la
celebración de elecciones periódicas, libres, justas…”
Muy lejos encuentra Venezuela
de poder satisfacer ese artículo tercero de la Carta, de allí que, ante el
fracaso del diálogo iniciado al año pasado, el Secretario General de la OEA
consiguiera, aún más que antes, elementos para iniciar un proceso mediante el
cual el gobierno venezolano pudiera ser sancionado por el ente regional.
Leer los 28 artículos de la
Carta nos advierte que vivimos en un país violador de un acuerdoque
suscribimos, pero que insólitamente inobservamos reiteradamente, al extremo que
somos sujetos a ser sancionados.Una lectura minuciosa de la Carta
Interamericana no deja dudas respecto al déficit de democracia por el cual
atraviesa el país.
La incitativa adelantada por
Almagro y respaldada por otros países debería ser tenida por la oposición y por
importantes sectores oficialistas como una oportunidad para reconducir los
destinos del país por aquella ruta sobre que la cual no existen desacuerdos: la
ruta democrática.
Hay clarinadas que anuncian la
pertinencia de acuerdos, corresponde oír las tonadas.
17-03-17
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