Por Luis Manuel Aguana,
16/03/2017
La primera vez que mencioné el
estrecho vínculo de las libertades políticas con el desarrollo fue en ocasión
de resaltar que lo político precedía a lo económico, hecho comprobado por el
Premio Nobel de Economía de 1998, Amartya Kumar Sen (ver La Primacía de las
libertades políticas, enhttp://ticsddhh.blogspot.com/2015/07/la-primacia-de-las-libertades-politicas.html).
Este hecho no solo es obviamente despreciado por este régimen autoritario y
castrador de libertades, sino asombrosamente ignorado y hasta desconocido por
quienes dicen hacer oposición en Venezuela.
Si el desarrollo exige, como
indica Sen, “la eliminación de las
principales fuentes de privación de libertad, como la pobreza y la tiranía, la
escasez de oportunidades económicas y las privaciones sociales sistemáticas, el
abandono en que pueden encontrarse los servicios públicos y la intolerancia o
el exceso de intervención de los Estados represivos”(1), entonces nuestra
principal lucha debe concentrarse en eliminar las fuentes de privación de
libertad.
El desarrollo, desde la
perspectiva humanística de Sen, es una consecuencia de un proceso para lograr
la libertad. Pareciera un juego de palabras pero la importancia de esto es
trascendental. ¡La lucha por la Independencia fue precisamente eso! Si a Simón
Bolívar se le impuso del más grande de los honores que se concediera a
venezolano alguno, el de Libertador, fue precisamente por su lucha en lograr
nuestra Libertad.
Ahora bien, el desarrollo no es
una entelequia de teóricos. Es una condición necesaria para que una sociedad
salga de la pobreza.
A juicio de Henry Kronfle, quien
fuera Presidente de la Asociación de Industriales Latinoamericanos-AILA-, en
una extraordinaria conferencia el marco del Congreso de COINDUSTRIA 2013,
titulada “Dialogo e Inclusión: Las Bases para el Desarrollo de América Latina”,
definió de una manera original el desarrollo: “Cuando nos planteamos el desarrollo como una meta, cometemos un error.
El desarrollo es un medio. La meta es crear riqueza. Y el resultado de crear
riqueza es disminuir la pobreza”. Conceptualizar el desarrollo como un
medio es la mejor manera de visualizar cual es la ruta que debemos transitar
para conseguirlo.
Entonces el orden queda claro:
primero la eliminación de las fuentes de privación de nuestras libertades, para
lograr el estado necesario del ser humano para emprender el desarrollo. Segundo
comenzar un proceso de mejora incremental de esas libertades una vez
recuperadas. Sen concibe el desarrollo como un proceso de expansión de
libertades fundamentales. En este sentido indica que las “libertades fundamentales (es decir, la libertad de participación
política, o la oportunidad de recibir una educación o asistencia sanitaria
básicas) se encuentran entre los componentes constitutivos del desarrollo”.
Al expandir estas libertades, y otras como ellas, el desarrollo sale como una
consecuencia.
Ahora bien ¿cómo se encuadra el
proceso constituyente dentro de esa ruta libertad-desarrollo? De dos maneras
fundamentales: 1) el proceso constituyente visto como ruta para la
recuperación de nuestras libertades; y 2) el proceso constituyente visto desde
la perspectiva de expansión de
esas libertades una vez recuperadas.
Desde la primera perspectiva,
hemos iniciado desde la Alianza Nacional Constituyente una ruta pacífica,
democrática y constitucional para la recuperación de la libertad. No es de
ninguna manera fácil pero tiene como primer hito la convocatoria del dueño de
la soberanía para poner orden en el país y reconstruir la institucionalidad.
Ese proceso de recuperación de la
libertad no está en manos de nadie en particular que de una manera iluminada,
individual o de manera conjunta, crea que sin él es imposible salir de
esta pesadilla. No se trata de la repetición del golpismo de 1992, ni de
esperar a que la situación empeore más aún para actuar. La ruta de la que
hablamos nos involucra a todos por igual, y de seguirse traerá como
consecuencia el cambio político que buscamos. Nosotros solo somos los
promotores, los actores están en todo el país.
Desde la segunda perspectiva, y
creo que la más importante, es crear las condiciones para expandir esas
libertades de las que habla Amartya Kumar Sen, a través de un proceso de
reingeniería del Estado, aplicando un Proyecto de profunda descentralización y autonomía
regional, que lleve el poder lo más cercano posible al ciudadano, entregando a
los Municipios la responsabilidad última de la creación de riqueza, esto es, el
protagonismo del desarrollo y la creación de algo que necesitamos con urgencia:
ciudadanía.
Esta perspectiva es a mi juicio
la más importante porque cumple dos funciones necesarias en un nuevo estado de
cosas: a) Previene regresar a un estado anterior sumamente tóxico; y b)
Establece las bases para unas nuevas reglas de juego políticas, económicas y
sociales del país.
De esta manera el proceso de
cambios sería irreversible. Por más que las viudas de la cuarta deseen un
estado de cosas como el que existía previo a 1998, o que los amantes de un
socialismo trasnochado deseen preservar el experimento fracasado del presente,
de allí surgirá algo completamente nuevo y diferente, de confección venezolana,
que le garantice a cada ciudadano de este país ser parte de un desarrollo local
indetenible, que solo será responsabilidad de él, no de ningún iluminado, ni de
un líder mesiánico, de esos que han llevado a la democracia venezolana a un
barranco difícil de superar.
Allí está la conexión de la
libertad con el proceso constituyente. Y como titulaba Sen su obra fundamental,
“Desarrollo como Libertad”, en Venezuela podremos bautizarlo “Constituyente
como Libertad” como un triunfo de todos los venezolanos sobre la tiranía.
Hagamos pues esto una realidad...
Email: luismanuel.aguana@gmail.com
Twitter: @laguana
(1) Amartya Kumar Sen, Desarrollo
y Libertad, Desarrollo como Libertad, Introducción, Ed. Planeta, ISBN
84-08-03524-X, 1999
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