Por Pompeyo Márquez
No es una casualidad que hoy
el caso venezolano ocupe lugar destacado a escala mundial. No hay organismo
internacional que no considere prioritario al respeto a la democracia y a los
derechos humanos que no muestre su preocupación, de una u otra manera, por lo
que acontece con un país y un pueblo sometido a hambruna, cuya dirigencia se
coloca al margen de la Constitución y de las leyes. Tal situación no puede
resultar indiferente al mundo democrático de nuestros días.
Cada día se suman más países
vecinos de El Caribe que vacilan a favor de la necesidad de la aplicación al
régimen de Maduro de la Cláusula Democrática Interamericana, que consideren la
aplicación de sanciones a países que quieren vivir como en la ley de la selva
como si la humanidad, en sus avances hacia la civilización, diera la espalda al
heroísmo de un pueblo que resiste desde hace 18 años la tiranía chavomadurista.
Las propias Fuerzas Armadas,
con una tradición a favor de los caudillos y del culto a la personalidad,
adoptan posiciones que favorecen un régimen institucionalizado de acuerdo con
las normas refrendadas por el propio país pero que ahora tratan de desconocer
bajo la premisa de que hago esto “porque me da la gana”. Salvo los cuatro
países amparados por privilegios que le otorga el gobierno venezolano a cambio
de apoyos incondicionales, el repudio es abrumadoramente mayoritario contra la
dictadura que desgobierna a Venezuela, y el resto del mundo, como ha actuado en
otras oportunidades, esta vez no cerrará los ojos para no observar los
disparates y atrocidades que un régimen despótico practica contra un país y un
pueblo.
La aplicación de la Carta
Democrática solo un ignorante puede calificarla de “injerencia en nuestros
asuntos internos”, y sobre todo cuando la dictadura a lo largo de 18 años crea
un “orden internacional” paralelo, entre ellos organismos como Mercosur y otros
mecanismos internacionales creados por Chávez con el desmedido propósito de
anular al orden existente y crear un “orden” a su imagen y semejanza.
No hay nada eterno, hay que
levantar la esperanza, la convicción y la fe en que esto no debe prolongarse
por mucho tiempo más. En el caso de Venezuela todas las tropelías cometidas
contra el pueblo y sus derechos civiles, políticos, sociales y económicos no
van a quedar sin castigo, la justicia es lenta pero tengamos fe en que no
podrán seguir actuando impunemente y la aplicación de la Carta Democrática, o
las llamadas de atención a que dé lugar, serán un paso importante en la lucha
que libra nuestro pueblo por restituir la democracia, la libertad, el respeto a
los derechos humanos, celebrar elecciones libres. Venezuela recuperará su
libertad. ¡Sí se puede!
02-04-17
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