Por Luis Mendoza
El caso de los dos
efectivos del Ejército asesinados el pasado domingo en Sabana Grande no
solo se une a la lista de sucesos que enlutan diariamente a las familias
venezolanas, sino además engrosa el creciente índice de crímenes cometidos por
niños y adolescentes en el país.
El hecho ocurrió a casi
un mes de la muerte de la joven embarazada Michell Longa a manos
de sus compañeras de clases de 16 y 17 años. No obstante, el
reciente homicidio logró conmocionar aún más a la opinión pública por el
hecho de que los agresores pertenecen a una banda delictiva formada en su
mayoría por menores de edad en condiciones de calle.
A las 3:30 am de ese día
fueron asesinados a cuchilladas los sargentos Yohan Miguel Borrero
Escalona y José Andrés Ortiz en el bulevar de Sabana Grande,
en Caracas. Ambos fueron atacados por el grupo Los
Cachorros que opera en el sector.
Las investigaciones policiales
arrojaron que dos niños le arrebataron el bolso a uno de los oficiales, quienes
inmediatamente emprendieron una persecución para recuperar sus
pertenencias. Pero, posiblemente siendo víctimas de una emboscada, los
efectivos llegaron a un punto donde se vieron rodeados por otros miembros de la
banda. Todos armados con cuchillos.
Ahora superados en números,
los militares se encontraron frente a un equipo de al menos 12 jóvenes que
les atacaron sin piedad. Una herida mortal en el cuello cegó la vida
de Borrero. Mientras, Ortiz cayó sentado en el suelo con varias puñaladas,
algunas en su pecho. Murió luego de ser trasladado a un centro asistencial.
Seis jóvenes fueron detenidos
por el doble crimen. Sus edades oscilan entre los 6 y 15 años.
¿Quiénes son estos niños?
Una menor de 15 y un niño de
10 fueron los primeros en ser aprehendidos por las autoridades que llevan el
caso. La primera es la presunta líder de la banda que acabó con la vida de los
oficiales. El equipo de Caraota
Digital logró tener acceso a dos fotografías de la
adolescente al momento de su detención.
Foto: Adolescente de 15 años,
presunta líder de la banda “Los Cachorros”/ Cortesía
Por respeto a su edad, su
rostro no es mostrado en este trabajo. Sin embargo, las imágenes hablan
por sí solas. En ellas se muestran a una joven sin defectos físicos
resaltantes; que no representa la edad que le adjudican, por su contextura
y tamaño; con pocos rasgos de feminidad; asustada, posiblemente por la
circunstancia en la que se encuentra; y que encarna a la cara de cualquier niño
de bajos recursos. La sangre en sus manos es la que parece delatarla.
Aunque es imposible establecer
un diagnóstico de la menor solo a través de imágenes y sin tener una
conversación previa con ella, se presume que su condición es “producto de
un abandono en todos los aspectos” y que se está en presencia de una
posible “sociópata”, afirma el psicólogo Robert Lespinasse.
Agrega que, de acuerdo con las
características del suceso del que se le acusa, es probable que la menor sea
producto de una crianza en un entorno donde no se enseñaron límites a los
impulsos.
“El hecho de apuñalar y matar
a una persona implica que no hay escrúpulos ni limites y no sé hasta qué punto
haya arrepentimientos en el hecho”, explica.
¿Por qué ocurre esto?
De acuerdo con los expertos,
estos jóvenes son víctimas de la crisis que azota a un país donde la
destrucción de los valores y la violencia son cotidianas.
“El impacto de la situación
social y la depresión económica incide directamente en que se presente un mayor
número de niños en la calle, como lo estamos presenciando. Esto porque sus
familias no están en condiciones de mantenerlos, o porque sus situaciones
internas también se resquebrajaron con el aumento de la violencia intrafamiliar
o la escasez de alimentos. Todo eso impulsa a que los niños busquen la
sobrevivencia en las calles”, señala el profesor y director de Cecodap,
Fernando Pereira.
Las agresiones que reciben en
la ciudad les obliga a agruparse para defenderse y les enseña a tomar
por la fuerza los bienes y alimentos que el resto del mundo les niega,
sostiene.
Por la cercanía del bulevar
con las oficinas de la fundación en Sabana Grande, Pereira asegura
tener constancia de cómo este grupo de muchachos fue aumentando en cantidad y
agresividad. “Inicialmente infundían lástima y compasión, pero últimamente
generan miedo”.
El abandono social al que
fueron sometidos estos jóvenes pudo ser parte importante en su crianza. Los
años de “inacción” y la falta de organismos por parte del Estado a
los cuales acudir ayudaron a forjar la personalidad agresiva de los menores en
la calle.
“Simplemente se ignoró el
fenómeno y ellos fueron haciendo de la crueldad su modo de vida en un
sector donde la violencia no es atípica”, puntualiza el académico.
Las palabras de Pereira
coinciden con las del doctor Lespinasse. “Tristemente esto es
producto de esta situación en la que la inversión de valores, la desatención
social, el abandono afectivo y las terribles condiciones de vida que se llevan
en el país conducen a que la niñez crezca abandonada en todos los sentidos”.
Esta descomposición
social “será más difícil de reconstruir que recuperar al país
económicamente”, asevera. “La sociedad los abandonó. Son sociópatas
porque la sociedad los produce”.
El psicólogo alerta que estos
niños deben ser reestructurados en un programa para personas “muy
deformadas”. No obstante, recalca que el mayor problema para esta recuperación
se da en la calidad de los centros de reformación que hay en el país.
“Llevarlos a los albergues es como
ingresarlos en un instituto superior de deformación porque allí,
lamentablemente, lo que se aprende es mucho peor de lo que ya estos niños
pudieron haber vivido. Y entre otras personas que deben estar en condiciones
iguales o peores, a la larga, cuando salgan de allí, tal vez lo habrán
hecho sin una buena regeneración”, concluye.
23-03-17
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