Por Mabel Sarmiento
En febrero de este año ganó la
8va. edición del Premio de Derechos Humanos que entrega la embajada de Canadá,
por su aporte a la pacificación de una de las escuelas más pobres de La
Bombilla de Petare.
En febrero de este año una
llamada telefónica la dejó perpleja: usted es la ganadora de la 8va.
edición del Premio de Derechos Humano.
Su cara perdió color y la
sorpresa la invadió de palmo a palmo, al otro lado del auricular se esforzaba
por asimilar la información. “¿Por qué yo?”, se preguntaba sin cesar. A su
lado, su compañera, la directora del plantel Manuel Aguirre, ubicado en el
barrio 24 de Julio de La Bombilla en Petare, aplaudía y celebraba el galardón.
Fueron minutos de emociones
encontradas que resumen lo que en más de 30 años la profesora Bajo, de Fe y
Alegría, logró construir en pro de la pacificación escolar.
El premio de la embajada se lo
entregan a las personas que trabajan con los Derechos Humanos, por eso no
entendía porqué a mí particularmente. Luego comprendí que en parte, todo este
trabajo de docencia, unido con lo pastoral y el haber logrado un proyecto de
convivencia a través de la enseñanza, estaba conociéndose”.
Bajo se define como educadora
popular. Comenzó dando biología, y en 2008 se interesó en el proyecto Foco del
Centro Gumilla, que fortalece los procesos de organización y
participación en las comunidades.
“Me llamaban vieja, pero no
les demostré miedo”.
“Esa relación con lo popular
fue vital para propiciar espacios de formación y dar herramientas a los
ciudadanos para que comprendieran sus necesidades y pudieran emprender
proyectos. Luego eso lo llevamos a 10 colegios de Fe y Alegría, seis ubicados
en el municipio Libertador y cuatro en Petare, en donde brindamos ese apoyo
comunitario”.
En el año 2012, a la profesora
le pidieron que fuera al colegio Manuel Aguirre de La Bombilla, uno de
los más pobres de Petare. “Me enviaron como subdirectora para reforzar el
trabajo de la convivencia ciudadana”.
No fue fácil dar sus primeros
pasos en ese ambiente, en el que los malandros tenían sus cuotas de poder. Así
que se inició primero buscando los problemas reales dentro de toda la escuela,
junto con los profesores, empleados y alumnos. El siguiente paso fue la
negociación. Haciendo gala de la sencillez que la caracteriza, dialogó con los
muchachos del barrio que eran ajenos a la institución, pero que estaban
adueñados de áreas del colegio, como la cancha y una especie de terreno baldío.
La llamaban “vieja” y
malandreaban. Pero eso no la intimidó y así fue como, poco a poco, fue
extendiéndose incluso hasta aquellos que vendían drogas.
Involucró a los consejos
educativos y les hizo comprender que la escuela no era una isla dentro del
barrio.
“La convivencia se puede
lograr mejorando el método de enseñanza”.
En eso se gastó cuatro años de
su trabajo. “Recibí amenazas y agresiones verbales. Pero al final salió el
reglamento y manual de convivencia y a mí me tocó aplicarlo”.
Bajo contó que en esa época en
la Manuel Aguirre pasaron cerca de cuatro meses sin profesor de inglés. “Y la
directora logró una alianza con el Colegio Británico. Los profesores comenzaron
a venir al barrio, pero se les hacía difícil y decidimos llevar a los grupos
hasta su sede. Era toda una experiencia, pero resultó. Los muchachos iban allá
los martes, jueves y sábados. Al principio era como encontrar a dos realidades
sociales, pero ellos se adaptaron e incluso mejoraron la parte académica y
disciplinaria. De esa alianza se crearon espacios de paz y se recuperó un
parque dentro de la Manuel Aguirre que era usado para el consumo y la venta de
drogas”.
Hoy en día la profesora es
coordinadora de Pastoral Social Comunitaria en el Colegio Fe y Alegría “María
Inmaculada” del barrio Unión de Petare, donde sigue promocionando los tratados
de convivencia ciudadana en los entornos más violentos de la sociedad.
Trina Bajo todos los días sale
a 5:45 a. m. de su casa en Coche. Cuando no lleva su carro, usa el Metro como
cualquier mortal y después de de sabanearse entre los pasajeros en Plaza
Venezuela, llega a Petare a tiempo para la jornada escolar, que se extiende
hasta las 7:00 p. m.
Su método de enseñanza no es
convencional, sino participativo, interpretativo y adaptado a las necesidades
de los estudiantes.
Tan involucrada está con el
tema pastoral que, siendo laica, forma parte de las misioneras del sector y si
tiene que quedarse en el colegio para afinar aún más el tejido social, lo hace
sin miramientos.
Recientemente viajó a Canadá y
compartió con escuelas y universidades promotoras de los Derechos Humanos.
En eso radica el éxito y la
calidad de su programa que fue visto como un modelo a exportar por el
Centro para la Paz y los Derechos Humanos de la Universidad Central de
Venezuela y por la Embajada de Canadá, organismos que se unieron en 2009 para
crear un reconocimiento a la labor de individuos y organizaciones no gubernamentales
en la promoción, difusión y/o defensa de los DDHH.
Trina Bajo llegó hace poco de
Canadá. Su premiación incluía encuentros con universidades, organizaciones de
Derechos Humanos canadienses y autoridades gubernamentales.
Fotos: Francisco Bruzco
29-03-17
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