Por Indira Rojas
“En las manos de la Asamblea
Nacional Constituyente va a estar la conducción de este país”, sentenció el
presidente Nicolás Maduro en cadena nacional la madrugada del 31 de julio,
después de que el Consejo Nacional Electoral sorprendiera con el anuncio de que 8.089.320 personas habían votado para
escoger a los miembros de la Asamblea Nacional Constituyente. La oposición
desconoció los resultados y el presidente de la Asamblea Nacional, Julio Borges, afirmó desde el Palacio Legislativo que la
participación no pasó de las 3 millones de personas. Y agregó: “el Gobierno fue
el gran derrotado”.
Edgard Gutiérrez, consultor
político y especialista en procesos electorales, cree que no se podrá saber a
corto plazo qué pasó el 30 de julio. Sin embargo, concuerda en que la fracción
chavista recibió una “herida de muerte”, luego de una jornada electoral en la
que se reportaron centros de votación vacíos. Pronostica una mayor represión.
La oposición “debe capitalizar el descontento popular” y mantener la Asamblea
Nacional como trinchera política.
—¿Cómo se configura el juego
político, tanto para la oposición como para el gobierno, a partir de la
aprobación de la Asamblea Constituyente?
—Una de las promesas básicas
del chavismo con la Constituyente es justicia, prisión y castigo para los golpistas.
Si el chavismo da el zarpazo rápidamente, la oposición tendrá que resguardarse
y operar de otra forma, ya sea en la clandestinidad o en el exilio. Si el
chavismo no actúa tan rápido como algunos presumen, la oposición tiene
oportunidad de volver a construir un escenario de pre negociación. Está ante un
chavismo herido de muerte, que no ha perecido todavía y es muy peligroso, y se
podría construir una base para el entendimiento aprovechando la presión de
calle, la presión institucional y la presión internacional. Por supuesto, todo
esto está expuesto en modo condicional. La oposición tiene un mecanismo
estratégico de muy corto plazo. Debe capitalizar el descontento popular en las
calles, mantener la Asamblea Nacional como trinchera de lucha y coordinar la
presión internacional. Debe ser muy rápida porque no puede perder la energía
que tiene hasta hoy. Pero quizá lo más importante que tenga que hacer es
ponerse de acuerdo. Decidir qué va a hacer, cómo va a reaccionar y cómo va a
luchar. Hay una parte que quiere una lucha frontal, de calle, contra una
dictadura, y hay otra oposición que no cree en eso, que considera que es un
extremismo y que incluso hay posibilidades para negociar. Si los dirigentes no
llegan a un acuerdo se van a ver las fisuras. La oposición se mostrará débil
ante todos, incluyendo a los potenciales aliados de la comunidad internacional.
—La Constituyente se instalará
con la mayoría del país en contra, en medio de una severa crisis económica, con
manifestaciones en todo el país y amenazas de sanciones internacionales. ¿Cómo
se garantiza la gobernabilidad en este escenario?
—La respuesta es muy sencilla:
no se puede. La Constituyente nace con defectos genéticos. La ingobernabilidad
que hemos vivido en estos cuatro meses sólo se va a agravar. Cuando tienes
más del 80% del país en contra no se puede tener gobernabilidad. El
chavismo hoy está muy debilitado en cuanto a su legitimidad porque hizo algo
que nace de la inconstitucionalidad: una elección Constituyente que no fue
aprobada por el pueblo. Se consuma el 30 de julio con una gran abstención y
además con sangre y fuego por los fallecidos y la represión. Se mancha el
proceso y eso debilita al chavismo. Comenzaremos a ver una increíble cantidad
de pronunciamientos internacionales de desconocimiento de la Constituyente.
Después vendrán sanciones, acciones concretas de la comunidad internacional. Ya
se han manifestado Colombia, México, Panamá. Son todos actores importantes por
la cercanía que tienen al conflicto, que evidentemente seguirá escalando. Esta
es una herida mortal y la opción que le queda al Gobierno es avanzar con la
fuerza bruta.
—¿Conserva la dirigencia
chavista legitimidad frente a su base electoral luego de imponer esta consulta?
¿Cuál es el impacto de perderla si convocan elecciones a la medida y que no
pueden ser auditadas?
—El Consejo Nacional Electoral
dijo que fueron 8 millones, la oposición dijo 3 millones. Pero nunca sabremos
de verdad qué pasó el 30 de julio. Desde una respuesta cualitativa, pareciera
que la base del chavismo no se movió. La evidencia sugiere que la base se está
resquebrajando. También vivimos la plena destrucción del sistema electoral.
Cero confiabilidad, cero transparencia, cero celeridad. La poca confianza que
quedaba en la institución electoral se hizo añicos el 30 de julio. Esa es otra
crisis que pesa sobre el sistema político. Una institución que estaba en tela
de juicio hoy ha quedado totalmente descalificada para la mayoría de los
venezolanos. La próxima elección hay que ver cómo se da, en qué contexto y
cuándo. Es difícil saber si los que gobiernan hoy se medirán de nuevo en el
escrutinio público, y si se diera esa posibilidad en el mediano plazo tienen
una derrota segura, tan segura que no han hecho consultas los últimos dos años.
Me parece que de fondo lo que podemos plantear es, aunque puede sonar un poco
temerario, que Maduro está sepultando las posibilidades de un regreso de un
chavismo democrático. O, al menos, esto se le hará mucho más difícil porque las
heridas que van a quedar después de este proceso Constituyente, que quizá serán
incurables, le van a cerrar al chavismo cualquier puerta de regreso exitoso al
poder.
31-07-17
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