Por Roberto Patiño
Tres días después de la
votación al fraudulento proceso constituyente nos encontramos con vecinos de La
Vega. Aunque es una de las reuniones regulares dedicadas al programa Alimenta
la Solidaridad, la conversación deriva, inevitablemente, en la constituyente y
los hechos ocurridos ese domingo: vecinos que participaron en la consulta del
16-J tuvieron que asistir a la votación de la constituyente para seguir
recibiendo las cada vez más escasas bolsas CLAPs. Quienes se negaron a
participar han sido vetados de este denigrante sistema, agravándose su ya
crítica situación familiar. Aquellos que trabajan en el sector público señalan
cómo fueron coaccionados a participar y cómo, incluso, se les indicó por
quienes debían votar.
Más tarde en El Valle
participamos en un conversatorio con líderes locales y vecinos de diferentes
urbanizaciones y comunidades de la zona de Zamora. A los graves problemas
derivados de la crisis económica, que ahora se recrudece sobre todo con los
altos precios de alimentos y productos básicos, se suman testimonios del
hostigamiento y represión por parte de las autoridades. Al igual que con los
vecinos de la Vega, la lectura que ellos le dan a lo que sucederá con la
constituyente es la del agravamiento de los problemas actuales y el aumento de
la represión, ligados al afianzamiento de la dictadura.
Estas apreciaciones nos llaman
a la reflexión sobre esta nueva etapa del proceso dictatorial. Nuestro
movimiento por la convivencia en las comunidades se enfoca, sobre todo, en los
graves problemas de la violencia y la crisis alimentaria. Es un duro trabajo
junto a las personas que ahora, en dictadura, se enfrentan a nuevas
dificultades y peligros. Líderes comunitarios y agrupaciones locales son
amenazados y hostigados por grupos paramilitares y cuerpos del Estado. Las
violaciones a los DDHH se han incrementado en gran medida, y esto ha sido
documentado tanto por organizaciones nacionales como internacionales.
Es la ampliación de la
persecución política. El trabajo social implica generar dinámicas de participación
y organización de la gente para solucionar problemas y mejorar condiciones de
vida, transformando la realidad. Esto es completamente opuesto a un proyecto
dictatorial, que busca establecer sistemas opresivos sectarios, impedir la
libre actuación de personas y agrupaciones, y que, para someter y oprimir,
supedita los ámbitos de la vida diaria al control estatal.
En dictadura la construcción
de la convivencia y el ejercicio de la solidaridad son una amenaza al Estado.
El empoderamiento de las comunidades es un acto de rebeldía.
Hemos mantenido en nuestro
discurso e iniciativas que los agentes indispensables para la transformación
social y la renovación de la democracia son las comunidades y los sectores de
la clase media, articulados entre sí y con las demás fuerzas sociales,
reconociendo necesidades comunes y soluciones inclusivas, y estableciendo
nuevas relaciones con el Estado.
Hoy afirmamos que es en estas
instancias donde reside la mayor fuerza para cuestionar a la dictadura. Una
dictadura que ha decidido asumir los costos políticos del aislamiento
internacional, la impopularidad y el descontento general, así como los de la
militarización de la vida pública y el uso sin controles y criminal de la
violencia. Sobre este marco absolutamente antidemocrático, que repercute sobre
la vida de los venezolanos, deben reflexionarse y replantearse las formas de
protesta y manifestación, así como la activación de nuevas maneras de
participación e involucramiento. El mayor compromiso de los que pretendemos liderar
social y políticamente es el de estar al lado de los venezolanos, con suma
responsabilidad y conciencia, canalizando el mayoritario y diverso rechazo
nacional y el reclamo de soluciones inmediatas a la crisis.
Al final de nuestra reunión en
La Vega son claros la rabia y el descontento de las personas frente a los
hechos del domingo 30. La dictadura ha violado los principios morales de la
gente, al obligarla a actuar en contra de sus opiniones, humillándola al
irrespetar su dignidad, chantajeando con la comida de sus hijos y la
estabilidad de su trabajo.
Pero los vecinos allí reunidos
continúan organizados para mantener el plan de alimentación y entre todos
seguir trabajando para que mejore y se reproduzca en otros sectores. Ese es
nuestro acto de rebeldía. No hemos asumido la tragedia de la dictadura desde el
miedo y el desánimo. Somos conscientes de lo que significa para nuestras vidas
y renovamos el compromiso asumido de cambio, para resistir y superarla.
Coordinador de Movimiento Mi
convive
Miembro de Primero Justicia
07-08-17
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