Por Mario Villegas, 18/07/2017
Bien bonito que le quedó al
presidente Nicolás Maduro decir que va a llevar a la oposición a “dialogar por
las buenas o por las malas”. Y lo hizo con todas sus letras ante la mal llamada
Asamblea Constituyente, en la que se despepitó en ofensas personales,
descalificaciones y amenazas contra el presidente de la legítima Asamblea
Nacional y demás dirigentes de la opositora Mesa de la Unidad Democrática.
Tanto los insultos como la
amenaza de sentar por la fuerza a los representantes de la oposición no pueden ser
interpretados sino como una patada a las posibilidades de entendimiento para
conjurar los riesgos de una confrontación fratricida y avanzar en la búsqueda
de soluciones urgentes a la grave crisis política, económica, social y moral
que hoy corroe al país.
Lejos de abonar en el camino del
encuentro, de la reconciliación y de la paz, que prometió la profusa campaña
pro constituyente, el Jefe del Estado echa más gasolina a este incendio que,
por el contrario, debería convocar y sumar el esfuerzo de todos los venezolanos
en la patriótica tarea de apagarlo.
Envalentonado se veía al primer
mandatario en su comparecencia ante la pretendida llamada Constituyente, cuyos
545 miembros rojo-rojitos aplaudían a rabiar sus imprecaciones contra los
dirigentes opositores. A decir por la competencia de destemplanzas que día a
día libra el Jefe del Estado versus Diosdado Cabello, parece que Maduro ya no
es rehén de los sectores radicales del chavismo sino más bien su líder
emergente mientras Cabello quedó para bravuconear desde y para los reductos más
retrógrados del chavismo.
Es racionalmente innegable que en
sus momentos iniciales al frente de la primera magistratura, Maduro tuvo
algunos impulsos favorables al diálogo y la negociación política con los
partidos de la oposición y otros importantes factores de la sociedad
venezolana, hacia los cuales mostraba un cierto ánimo conciliador.
Así se pudo apreciar en los
encuentros que al comienzo sostuvo en Miraflores con los gobernadores y los
alcaldes de oposición, así como con el liderazgo empresarial encabezado por
Fedecámaras, todos ellos transmitidos en largas y muy vistas cadenas de radio y
televisión.
Tiempo después lo hizo también
con la dirigencia de la MUD, cuya primera reunión con el Jefe del Estado y la
jerarquía chavista fue igualmente difundida por cadena de radio y TV. Es
memorable, entre otras intervenciones, la del secretario general de Acción
Democrática, Henry Ramos Allup, poniendo en su sitio y callándole la boca al
entonces presidente de la Asamblea Nacional.
Por desgracia, los extremismos
del oficialismo y de la oposición abortaron aquel proceso que pudo haber tenido
favorables resultados para el país.
Ya para 2016, cuando por
mediación papal se intentó una nueva negociación política, Maduro utilizó la
bandera de la negociación fundamentalmente como un expediente para ganar
tiempo, para oxigenar a un régimen que por paliza había perdido la AN en
votación popular y apelaba a todos los recursos para afianzarse en el poder.
Hay que admitir, sin embargo, que en aquel proceso de diálogo de 2016 la
representación opositora participó sin voluntad real de participar, con una
inapropiada batería de negociadores y con muy pobres resultados, además de muy
mal concretados y pésimamente presentados.
Tras aquel fallido proceso, y
luego de la ilegal negación del derecho constitucional al referendo
revocatorio, así como de largos meses de protestas populares, de criminal
represión policial-militar-paramilitar, de violencia callejera, de más de un
centenar de asesinados, miles de heridos y cientos de nuevos presos políticos,
con una mal llamada Constituyente actuando a la cañona y con unas elecciones de
gobernadores en puertas, el ambiente y las posibilidades para que se
materialice una negociación política son verdaderamente precarios, lo cual de
ninguna manera la descarta definitivamente como una necesidad.
Si ha sido difícil comprender esa
necesidad y asumirla voluntariamente por parte de algunos factores de
oposición, tanto más lo es si quien tiene la obligación de convocar y crear las
condiciones adecuadas para ello amenaza con sentar “por las malas” a los
“imbéciles” de la oposición ante una mesa para el entendimiento.
Imposible dialogar por las malas.
Aunque los busque la Guardia Nacional, el SEBIN, el CONAS, la PNB, la GN, el
Ejército, la Aviación, la Marina, la Milicia, las policías regionales y hasta
las bandas paramilitares. ¿Diálogo por las malas? Eso no existe.
Humillados y a la fuerza, ni a
misa. Pero cada ladrón juzga por su condición. Hay que carecer de dignidad o
valorar pésimamente la propia para suponer que los demás están listos a
pisotear y deshonrar olímpicamente las suyas.
@mario_villegas
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