Por Jesús Alexis González, 31/07/2017
El régimen económico de Venezuela, que
constitucionalmente no está definido en
favor de impedir la adopción de una exclusiva
orientación ideológica que, por una parte, “congele”
las innovaciones posibles y necesarias, y por otra parte que se convierta
en una perturbación en el fluir del
circuito productivo; muestra una profunda
participación del Estado sustentada en el control que ejerce sobre la industria
petrolera que a su vez ha representado el papel de motor casi exclusivo del Producto Interno Bruto (PIB), muy fundamentalmente en su composición
por la vía del ingreso complementada por el lado del producto con una inestable
y escasa diversificación en cuanto a la cantidad de bienes y servicios
producidos complementada con cuantiosas importaciones (mientras se pudo), razón por la cual al haberse instrumentado en
el año 2003 un control de cambio en la
compra y venta de divisas repercutió en un doble efecto: (A) aumento en el tamaño del Estado
dentro del desenvolvimiento de la economía, y (B) una expansión del poder
político del gobierno en todo el ámbito socioeconómico, incluida la
creación de un “círculo de amigos”,
hoy denominados “enchufados”, en favor
de canalizar las importaciones (al menos en apariencia) mediante prebendas en
el otorgamiento de divisas con endemoniado
efecto sobre el aparato productivo nacional en lo que respecta al sector no
petrolero de la economía. En 2005,
gracias a la tendencia ascendente que mostraba el precio promedio
mundial de los hidrocarburos, a la par de la respuesta inercial de la capacidad
productiva no petrolera que aún permanecía, se generó un crecimiento del PIB de un 9,4%
(primer lugar en América) con una inflación de 8,9% anualizada (la más baja desde 1998); esplendor que fue
derrumbándose luego de haberse “oficializado” el tránsito hacia el socialismo como alternativa, afirmaron, para
“alcanzar la mayor suma de felicidad posible”, siendo que ya para en 2010 el
crecimiento del PIB se situó en 0,6% y
una inflación del 35% anualizada en
tendencia alcista que p.ej. se situó en un 180,9% anualizada en
2015 (según el BCV), en un 550% anualizada en 2016 al punto que para el 2017 el FMI la se estima
en 720%
anualizada (nuestra estimación la sitúa superior al 1.000%) y para el 2018 en 2.068% anualizada (obviamente la más alta del Planeta); mientras
que el PIB continuará su horizonte decreciente desde un -3,9%
en 2014, un -5,7% en 2015, un -10,6% en 2016 y un estimado de un -7,4% para 2017; escenario
suficientemente explicativo del pésimo mandato de NMM y de la aflicción
profunda del venezolano (pena difícil de consolar).
Sea oportuno recordar, que el crecimiento económico hace referencia al valor de los bienes y
servicios finales producidos por la economía de un país en un determinado
período, con impacto favorable en el
nivel y calidad de vida de la población (obviamente distinto en caso de un
decrecimiento económico) habida cuenta del comportamiento
de las variables macroeconómicas (nivel global de la producción, Renta,
Empleo, Precios, y otras); mientras que el desarrollo
económico hace referencia a la capacidad
de un país para crear riqueza con el fin ulterior de generar prosperidad
observada como el bienestar económico y
social de los ciudadanos como consecuencia de las transformaciones y cambios estructurales en el sistema productivo como
condición para una “justa distribución
de la riqueza”.
En lo especifico de Venezuela, existe una contradictoria realidad: un país rico (petróleo, gas, hierro, bauxita, oro, diamantes,
tierras con tradición productiva, y mucho más) que históricamente no ha sido capaz de generar riqueza agregando
valor a los recursos naturales (contradicción que ha empeorado “en
socialismo”), al extremo que hoy día la población
es mayoritariamente pobre (cerca del 83% se encuentra en la línea de
pobreza); con el agravante que hemos
avanzado muy poco (o retrocedido mucho) en nuestra condición de país en vías al desarrollo muy
especialmente en el orden humano en
cuanto al progreso social (acceso al
saber y el conocimiento, nutrición de calidad y adecuado servicio de salud), y
a la seguridad ciudadana (hambre,
desempleo, inseguridad personal y jurídica, y un largo etcétera).
Complementariamente, en los últimos cinco años (2013-2017) el desgobierno nacional en su habitual
irresponsabilidad en la gerencia pública, ha venido aumentando el gasto a
pesar de la caída de los ingresos ordinarios con el consecuente aumento del déficit fiscal estructural que luego
intentan equilibrar mediante la emisión
de dinero inorgánico bajo el destructivo proceder de imprimir dinero tantas
veces sea necesario para financiar sus estrafalarias
“políticas públicas”(extravagante forma de actuar); es decir apagando
el fuego con gasolina ¡casi
todo el tiempo! en total irrespeto a la ortodoxia económica en cuanto a que
la emisión de dinero debe estar
respaldada por la producción del país (antes se hacía con oro) ya que en
caso contrario se traduce en una malvada
y destructiva inflación, tal como experimenta Venezuela en la actualidad que consecuencialmente estimula en la
población el deseo de anticipar la
compra de bienes y servicios como alternativa para enfrentar la tendencia
alcista de los precios (no sé si mañana podré comprarlo) impulsando
evidentemente un exceso de demanda al
intentar adquirir productos que no
existen, agravando la penuria de la población (aquella que no puede viajar
para “hacer mercado” en el exterior) ante una insoportable y atormentadora escasez; todo lo cual se ha traducido en un desprecio a conservar el bolívar al ser una unidad monetaria que a
diario pierde su función de medio de
pago (compra de bienes y servicios), de unidad de cuenta (los precios se expresan en términos de dinero), y
de depósito de valor (ahorrar para
un mejor futuro), hasta “aniquilar” su condición de dinero fiduciario: solo es aceptado cuando la gente tiene la
confianza que lo podrá utilizar para un eficiente intercambio; lo cual está
perfilando el drama de una ¡Venezuela
sin unidad monetaria!
Reflexión
final complementaria: La Constitución
de los EEUU (17/Sep/1787) tiene 7 Artículos y 27 enmiendas, la de la Federación de Rusia (12/Dic/1993) tiene
137 Artículos, la de la República Popular China (4/Dic/1982)
tiene 138 Artículos y 4 revisiones,
la de la República de Cuba (24/Feb/1976)
tiene 137 Artículos y fue adoptada
como “Constitución socialista” ¡4 años
después! de haberse instalado una “Comisión
Redactora”, el Reino Unido (comúnmente
identificado como Inglaterra) no tiene
Constitución y su Ley Fundamental se sustenta en leyes, sentencias
judiciales y convenciones parlamentarias a la luz de la soberanía
parlamentaria y del imperio de la
ley: “Todo el mundo es igual ante la
ley, incluyendo aquellos en el poder”. Venezuela por su parte, como bien conocemos, cuenta con la “mejor
Constitución del mundo” (a decir de sus redactores) y tiene 350 Artículos, que ahora la pre-dictadura pretende reemplazar por una “Constitución socialista” para
incorporar más Artículos hasta incluir ¡el precio del pan canilla!
Econ Jesús
Alexis González
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