Por Hugo Prieto
El trasfondo del día de hoy no
es precisamente el entusiasmo. Vamos a unas elecciones que plantean más desafíos
y retos que otra cosa. La tarea no termina al caer la noche, más bien comienza.
Una vez que el resultado refleje el mapa político que se traza en las urnas.
Lecturas ha habido y se han
escrito páginas enteras. En esta ocasión habla Ana Teresa Torres, cuya visión
pone al descubierto varias cosas. Todas ellas inquietantes y de una
significación imperdible. Se ha naturalizado el control social. El régimen ha
demostrado, no una, sino varias veces, que puede desactivar el voto. ¿Lo hará
una vez más? “El tiempo se acorta”, dice la escritora. “Si vuelve a ocurrir la
desmoralización va a ser demasiado intensa”.
A propósito de lecturas, Ana
Teresa Torres, cita la gran novela de George Orwell, “1984”, para advertirnos
que hay una nueva generación que no conoce otro régimen que el totalitarismo
chavista. Al muchacho que acompaña a su mamá a comprar la bolsa Clap, le parece
algo “normal”. Sí, no queda la menor duda, se ha naturalizado el control
social. La democracia se va convirtiendo en una reliquia, en un recuerdo de las
personas mayores. Pero a diferencia de Venezuela, sigue siendo un proyecto
posible, enriquecedor y dinámico en otras partes del mundo.
¿Cuál sería el estado de la
democracia venezolana, en su opinión? ¿Cómo la evalúa?
Yo pienso que la república fue
desmantelada. Hemos pasado por varias etapas —democracia deficitaria,
democracia imperfecta, entre otras—, yo diría que se ha roto la Constitución en
términos fundamentales. La propia elección de la Asamblea Nacional
Constituyente, la forma en que se procedió para que los venezolanos votáramos o
no en esa elección, quienes eran los candidatos. Todo eso fue desmantelado el
30 de julio. Eso es, digamos, desde el punto de vista formal, político. Pero
así mismo creo que hay un sector de la población muy importante que mantiene su
convicción republicana, su convicción democrática, a pesar de todos los golpes,
de todos los desencantos y heridas que se han venido produciendo. Son dos
cosas, ¿no?
En una oportunidad, usted
escribió una frase que es muy inquietante. <>. Es un planteamiento que, ante ciertas circunstancias, nos conduce
día a día a una situación donde no hay valores, no hay principios, no hay
antecedentes, sino una actitud guasona ante la vida: qué pierdo aquí, que gano
allá. ¿Ante el hecho inocultable de que se ha profundizado la crisis, qué diría
de ese planteamiento?
Aparte de la tragedia
política, yo creo que aquí estamos viviendo una tragedia moral. Es decir,
cuando no hay ningún tipo de valor humano, cuando la vida de los demás no
importa, cuando nada importa, has llegado a la nada moral. No sé si inmoral o
amoral, pero en todo caso, descartados los principios morales. No podría
referir el momento en que eso viene ocurriendo en Venezuela, pero ahora lo veo
muy firme. Paralelamente a la pregunta que nos hacíamos. ¿Hay una república?,
tenemos una catástrofe humanitaria. Y eso parece que no tiene tanto peso,
parece que no es tan grave, para quienes detentan el poder. Parece un daño
menor, un daño colateral. No importa si se muere la gente, por una razón o por
otra. Son cosas que pasan. Eso se ha ido profundizando y ahí se veo un
problema, porque la conciencia republicana está asociada a una escala de
valores y si esos valores se han ido difuminando, desapareciendo, de alguna manera
eso va a tener un efecto en la conciencia republicana, que ya tienen una
expresión muy concreta en la forma en que se resuelven los problemas
cotidianos.
Sí, todos estamos, de una
forma u otra, en eso que se conoce en Cuba como el resuelve. Por ahora,
explorando los caminos verdes, uno de ellos, muy visible, el de los
<>, ¿pero qué va a ocurrir cuando pasemos a una fase
superior y el resuelve se haga a costa de una delación, de una triquiñuela, de
un chanchullo, siempre a costa de los demás? Yo creo que la gente no está muy
consciente de hacia donde nos dirigimos. Hay como una visión muy ingenua.
Yo diría que estamos en la
primera fase del resuelve, puede ser la picardía, la posibilidad que tienes de
resolver un problema hoy, pero sin llegar a esa fase que refieres que, sin
duda, puede ser muy sórdida. La posibilidad de que el resuelve implique, por
ejemplo, la delación de un vecino. O que sea la posibilidad de aceptar que
alguien desaparezca. No sé si hemos llegado a esa fase. Pero entiendo lo que
quieres decir. Son como etapas, como niveles. La primera es la fase de
sobrevivencia. Yo, al igual que mi familia, tengo que sobrevivir y qué es lo
que tengo que hacer para lograrlo. El venezolano es bastante bueno en eso,
porque nunca ha tenido mucho apoyo institucional. Aquí estamos acostumbrados a
que tus problemas son tuyos y tú tienes que buscarles una salida personal, con
un grupo de amigos, con tu red. No estás esperando mucho de las instituciones.
Eso produce un aprendizaje. Creo que estamos en esa fase. Es muy crudo lo que
planteas, pero entiendo que puede haber una continuidad.
Si aquí no se ratifica la
necesidad de un cambio, tal como ocurrió en las elecciones parlamentarias, ya
sea porque se asume que el promedio histórico de la abstención en una elección
regional es de 40% —y siempre ha sido así— yo creo que la conciencia
republicana no está funcionando. ¿Usted qué piensa?
Al final, lo que realmente
importa es lo que queda, que es algo cuantitativo. ¿Cuánta gente fue votar?
Ciertamente, si hubiera un desprecio por esa elección, pudiera interpretarse
como un desprecio por la situación democrática. Digo pudiera, porque realmente
no lo es. Aquí hay gente tan molesta, tan desencantada, tan brava, que no van a
ir, pero no sería porque no tienen conciencia democrática, sino porque
realmente están molestas. Bueno, los seres humanos podemos reaccionar así. Si
la votación es poca o es mucha no creo que se deba interpretar así, pero
ofrecería esa lectura. Ahí es donde radica el peligro, que ofrecería esa
lectura que no es necesariamente la verdadera. Ciertamente, eso sería muy
problemático a nivel internacional, porque entre nosotros mismos, digamos,
podemos saber por qué la gente puede ir o no a votar, pero en el contexto
internacional, no se van a detener en esos matices. Dirán: A esta gente se
le ofreció una oportunidad de cambiar el poder regional y, aparentemente, no
les importa. Sería algo que nos haría daño, mucho daño.
Sería un lugar común enumerar,
cuantificar, las acciones de un régimen que ha dejado atrás el perfil
autoritario para construir, paso a paso, el totalitarismo. Una demostración
clara se advierte en el manejo que se hace del aparato comunicacional del
Estado. ¿La opción no sería oponernos a esto en toda ocasión y circunstancia que
se nos presente?
Yo recuerdo con bastante
claridad, y seguramente tú también, que Chávez dijo que este proyecto tardaba
20 años. Bueno, estamos llegando. Estaba previsto que la implantación del
proyecto no era inmediata, que tomaría un lapso de 20 años y los hechos
parecieran demostrar que así se ha llevado a cabo. Muchas personas, de
diferentes niveles y procedencias, han dudado de la cualidad totalitaria de
este régimen. No están convencidas y no sé si aún lo están. A mí siempre me ha
preocupado lo siguiente. Hay un importante descontento, cuantificado en
estudios de opinión. ¿Cómo pudiéramos averiguar si esa actitud de los
venezolanos responde a una conciencia democrática —este no es el proyecto de
país que yo quiero— o a la idea de que este proyecto me está llevando a mí
al desastre? Son dos cosas. No lo descalifico, pero hay un voto pragmático de
aquel que sale a la calle y se enfrenta con la realidad —no conseguí
efectivo, ni los productos que salí a comprar, ni la medicina para mi hijo—,
esa persona tiene que tener una posición contraria al régimen, digamos, ¿es
porque este no es el proyecto de país que quiere o porque las circunstancias lo
están acorralando absolutamente? Es diferente.
¿No debería hacerse un estudio
de opinión para dar con la respuesta a esa pregunta?
Yo me imagino que eso se puede
medir, como todo. Pero las encuestas que tú manejas te miden simplemente ¿por
cuál candidato va a votar usted?, cosas así. Otra de las cosas que me preocupan
es un planteamiento que se hace en la novela “1984” de George Orwell, yo la leí
cuando era joven y no la entendí, ahora es que la estoy entendiendo. Ahí se
plantea que la gente joven, o más o menos joven, no tienen memoria de otros
proyectos posibles, porque simplemente no los han vivido. Sólo unos ancianos
recuerdan algunas cosas de otros momentos. Eso, de alguna forma, va a pasar y
está pasando en Venezuela. ¿Ya tienes 20 años, no? Una generación que no tiene
otra memoria.
Ana Teresa Torres retratada
por Roberto Mata
¿Regresamos al lapso de Chávez,
no? Tenemos a una generación de 20 años que no conoce otra cosa sino este
proyecto.
Solamente por referencia de
sus padres o de personas mayores. Pero son referencias secundarias, no tienen
memoria personal. Ahí veo un peligro importante. ¿Cómo se va a construir la
conciencia democrática entre los que no han tenido una experiencia personal de
un sistema democrático, incluso, con todas las imperfecciones que se le puedan
atribuir al que tuvimos?, pero sistema democrático a fin de cuentas. Esa es una
interrogante.
Es muy inquietante que la
democracia en Venezuela se convierta en una reliquia.
Un recuerdo, una memoria, que
tenía tu papá, que tenía tu abuelita.
Y seguramente más difícil para
quienes tienen como referencia inmediata lo que ocurría en la dictadura del
general Marcos Pérez Jiménez, por ejemplo. Es terrible que la gente no advierta
la importancia que tienen las libertades individuales, las libertades
políticas, lo que son los Derechos Humanos. Todo eso estaba cancelado. ¿No es
lo que podría ocurrir aquí?
No solamente eso, sino el
control social. Si no tienes el carnet de la patria, no tienes acceso a ciertos
medicamentos para tratar enfermedades crónicas, por ejemplo, o para comprar las
bolsas Clap. Yo me pregunto ¿Qué es eso? Pero a la vez pienso en el muchacho
que acompaña a su mamá a comprar la bolsa Clap y no ha visto otra cosa, bueno
para él eso es lo normal y lo único que importa es que consiga la bolsa de
comida. Es lo que va a resolver. Eso es.
¿Será que se va a naturalizar
el control social? ¿Qué de ahí pasamos al Estado policial, tal como existe en
Cuba?
No me atrevería a hacer esa
comparación, no tengo ese conocimiento exacto de Cuba. Pero sí creo que la
naturalización del control está ya. Lo ves en las colas que se hacen frente al
telecajero, por ejemplo. No era yo, era mucha gente. Realmente, nadie estaba
molesto. Todos estábamos esperando lo que nos tocaba, 15.000 bolívares, para
tener algo de efectivo. Entonces, sí se naturaliza. Claro. Te vas
acostumbrando. Piensa en esos niños que van con sus mamás a buscar las bolsas.
Eso es lo normal para ellos. Yo veo que es un control, entrecomillas,
amable. Te voy a dar la bolsa, llama al 0800 SALUD, que te vamos a dar el
antihipertensivo. Pero no haría la conexión entre eso y Estado policial.
Ni creo que todo el mundo la pueda hacer.
¿No sería el voto una
herramienta eficaz para oponerse a la naturalización del control social? ¿La
forma de decirle al gobierno este proyecto de país no lo queremos?
El voto ha dicho eso, lo que
ocurre es que este es un régimen que ha tenido y tiene la capacidad de
desactivar el voto. Recuerda lo que ocurrió con la elección de la Asamblea
Nacional. La oposición logra la mayoría calificada, pero eso fue desactivado
completamente. Eso desanima a mucha gente a la hora de votar, entre otras
cosas, porque ha ocurrido otras veces. Pero al mismo tiempo es muy importante,
porque tú puedes poner sobre la mesa el número de venezolanos que está en
contra de este proyecto. ¿Qué después se desactive el efecto político del resultado?
No me sorprendería. Pero al menos lo pusiste sobre la mesa, para nosotros
mismos y para el contexto internacional que, repito, es muy importante, porque
de lo contrario van a decir. Ah, no. Esta gente está tranquila.
¿Pasado pisado? No lo creo. El
pasado no es solo la fragmentación de lo que uno vivió o del reflejo que
tuvieron algunas experiencias en uno, la construcción de un escenario colectivo
también es importante.
Estamos hablando de que el
proyecto democrático es pasado. ¡Pasado en Venezuela, no en el mundo!
Ahora es cuando se están viendo con más fuerza las democracias avanzadas. Un
momento, ¿por qué hay tantas personas que se están yendo? Y muchas de ellas a
países de lo que llamamos primer mundo. Van a entrar a lo que es una democracia
verdadera. Entonces, no es que en Venezuela mi abuelita me hablaba de la
democracia, no, no, no. La democracia es un proyecto en muchas partes
del mundo y creo que esa visión es bueno traerla a la luz. No es sólo recuperar
el pasado venezolano, sino ver qué están haciendo en otros países. ¿Por qué la
gente se va a otros países? Porque piensa que la democracia es un proyecto
posible. Ahí está el caso de España. ¿Qué es lo que está planteado? ¿La
Constitución se respeta o no? Eso es lo que está planteado y es un problema. No
es algo como que pasaron por arriba de eso. No, no se puede pasar por arriba de
eso.
Diría que aquí empezamos por
ahí, no se respeta…
… Aquí aceptamos que no se
respeta de una.
Lo aceptamos de una forma
pasiva.
Ahí empezó el origen del
problema. Nadie dijo: Un momentico, la Constitución, vamos a discutir si
la respetamos o no. ¿Ah, no la queremos respetar? Ni siquiera tiene una
fecha.
Como si no importara.
No, esas son cosas… bueno…
secundarias. Ahí es donde te das cuenta de la importancia de un proyecto
democrático, que una sociedad se detenga, un momento, ¿esto cómo es?
Engatusados por un cambalache.
Te cambio la democracia representativa por una democracia protagónica y
participativa, que hoy no se ve por ninguna parte.
Eso entra en lo que se denomina
la Neolengua (cortesía de George Orwell), es una manera de eliminar lo otro,
simplemente. Eliminar la democracia representativa. Es decir, eliminar la
democracia por una barajita que no existe. Sí, yo creo que fue una trampa que a
la gente le sonó bien. Oye, voy a participar, voy a ser pro-ta-go-nis-ta.
Creo que fue una trampa del lenguaje. Ha habido muchas. ¿Socialismo del siglo
XXI? ¿Bolivarianismo? Otra trampa del lenguaje.
Ana Teresa Torres retratada
por Roberto Mata
¿Si la oposición no demuestra
que es mayoría, si no hay una ratificación del cambio, qué podría pasar en
Venezuela? ¿Qué podría pasar de aquí en adelante?
Yo creo que la oposición,
nuevamente, va a demostrar que es mayoría. No parto de una idea contraria. Creo
que lo va a hacer. El problema viene después, si se desactiva o no el poder
generado por esa ratificación. Pero en el escenario que tú planteas es el
último que apague la luz. Sería como el final, nos da lo mismo, no
tenemos un proyecto.
Veamos la otra cara de la
moneda. La oposición ratifica que es mayoría y entiende la urgencia de que ese
poder no se vuelva a desactivar. Tiene que encontrar la fórmula para impedir
que el gobierno lo vuelva a hacer. No diría que con tanta facilidad, porque
2017 le ha significado al gobierno unos costos muy elevados, en popularidad, en
apoyo internacional. Eso no puede ocurrir, entre otras cosas, porque eso está
vinculado con la alternancia. La oposición también tiene el reto de demostrar
que es una alternativa. ¿Qué piensa usted?
Veo muy claro lo que tú dices,
pero no tengo la menor idea de cómo se puede hacer valer eso. Porque no es la
primera vez que ocurre, que la oposición gana importantes parcelas de poder y
las pierde. Es decir, pierde su efecto. Si bien no tengo la menor idea de cómo
se puede hacer, sí me parece que el tiempo se está acortando. No puede seguir
ocurriendo que demostraste una fuerza política y no avanzaste, no ocupaste esa
instancia. Eso ha venido ocurriendo. Y no creo que eso pueda seguir sucediendo,
porque ahí sí creo que se puede producir una desmoralización demasiado intensa.
La gente no lo toma en serio y la próxima apuesta sería una elección
presidencial, que debería ser, de acuerdo a la Constitución el año que viene.
Ahí es donde, personalmente, me gustaría ver reflejada esa fuerza. Esas
elecciones se tienen que celebrar.
Ahí radica la importancia del
día de hoy.
Claro, de lo contrario, la
oposición desaparece del mapa. Esta elección tiene un efecto muy pragmático, lo
ha tenido desde el primer día, es la única manera, más allá de la protesta en
la calle, de las marchas, de ver y contar ¿cuántos somos? Puede haber —de hecho
los hay— episodios fraudulentos, no soy ingenua, pero es la única manera de
tener un mapa. El hecho de que el gobierno haya impedido la sustitución de
candidatos y haya reubicado centros de votación demuestra que el gobierno le da
mucha importancia. Las protestas en Maracaibo, en Caracas, muy bien. Pero esto
es un mapa cuantitativo que necesitamos ver nosotros y necesitamos que lo vean
afuera también. Si eso no se ve, estamos caminando hacia el desvanecimiento de
la oposición. ¿Cómo vas a exigir una elección presidencial? ¿Quién eres tú, si
no existes?
15-10-17
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