Por Carolina Gómez-Ávila
Hemos sido convocados a
protestar este domingo 15 de octubre. Con retraso, porque debimos haberlo hecho
en diciembre pasado en cumplimiento del artículo 160 de la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela que casi nos arrebatan junto con otras
violaciones de la Carta Magna. La de este domingo, es una oportunidad que
rescatamos tras meses de dolorosas protestas en las cuales aspirábamos otras
reivindicaciones que aún no hemos logrado, pero en las cuales perseveramos y,
en cualquier caso, será la forma más civilizada en que un ciudadano pueda
protestar: electoralmente.
El escenario es retador. Por
un lado -a la izquierda o a la derecha, da igual- y proponiendo a las figuras
con las que daría continuidad a sus actos, verá al aparato dictatorial más
despreciado en la historia de Venezuela. Lo podemos decir con certeza por
razones demográficas -no tuvo Venezuela tantos habitantes en anteriores
dictaduras- pero además porque, comparativamente, al menos triplica en rechazos
el número de votos que lo llevó al poder. Del otro lado -a la derecha o a la
izquierda, da igual- proponiendo la abstención, verá a un grupo de empresarios
financiando a una comunidad variopinta, cuya subsistencia depende de aquellos a
quienes dicen combatir. La componen seudointelectuales, exiliados, socialités -antipolíticos
todos- comprometidos en cambiar lo actual por una nueva élite de la que ellos
formen parte o, de lo contrario, sostener a toda costa a la actual con tal de
nunca permitir que los partidos políticos retomen el poder.
En el medio las masas, o sea
todos los venezolanos acicateados por el horror que, entendiendo o no de
política, estamos muy dispuestos a votar contra la banda que nos tiene
secuestrada la vida y el futuro. Verdaderamente escuálido es el porcentaje de
cómplices, asociados, empleados temerosos, beneficiarios de ayudas, amenazados
y chantajeados que bajarán la mirada por votar a favor de que la criminalidad
siga mandando.
En la protesta de este
domingo, todos tendremos roles estelares. Algunos durarán un par de minutos y
se ejecutarán frente a la máquina de votación en la cara del candidato que
representará su voluntad opositora; otros protagonizarán horas de colas o
traslados; muchos verán transcurrir el día y algunos no pegarán un ojo hasta el
lunes en la noche. De todos, profeso especial admiración por un grupo de
conciudadanos coordinados por la Mesa de la Unidad Democrática, que ronda los
500.000 entre Miembros y Testigos de Mesa, abogados para tramitar denuncias de
ilícitos y cientos de miles de voluntarios para la logística que este domingo
15 de octubre, tendrá ribetes de hazaña. Todos, héroes en la medida de su
determinación y temple, demostrarán que el valor no es sinónimo de violencia y
que la paz no lo es de sumisión.
Cuando acuda a protestar este
domingo 15 de octubre, reservaré para estos hombres y mujeres mi mayor atención
y consideración, obedeceré sus indicaciones y estaré atenta por si necesitan de
mí, sin estorbarles, mientras mantengo en mente la meta: arrebatar a los
criminales las zonas geográficas de control y el acceso a recursos económicos
que usarían contra la población.
Esa es la mezcla de firmeza y
aplomo que planeo para mi protesta electoral de este domingo 15 de octubre,
inspirada en unas líneas que Arturo Uslar Pietri incluyó en su artículo “El
alba de la democracia” firmado el 25 de enero de 1958 y publicado como
editorial en la Revista Billiken: “No era que se hubiera perdido el miedo a los
pavorosos castigos de la tiranía, a las torturas, a las cárceles y a las
persecuciones; era que el país se había resteado y estaba dispuesto a afrontar
todos los riesgos para poner fin a aquella farsa sangrienta”.
14-10-17
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico