Por Roberto Patiño
Los resultados de 17
gobernaciones tomadas por el oficialismo, emitidos la misma noche del domingo
de boca de Tibisay Lucena, han sido recibidos por el país con incredulidad,
rabia e indignación. De igual manera han sido cuestionados por diversos
miembros de la alianza opositora e interpretados con desconfianza y aprensión
por la comunidad internacional.
El domingo, un gran porcentaje
de venezolanos en todo el país acudió a votar pese a las trabas impuestas por
el CNE. El proceso electoral fue saboteado desde un principio por el gobierno,
inhabilitando candidatos, persiguiendo a la disidencia y generando desconcierto
y desánimo en el electorado. Durante el domingo el esfuerzo de muchos para poder
ejercer su voto se vio perjudicado por reubicaciones de centros de votación y
otros hechos irregulares como maquinarias no instaladas, centros abiertos
tardíamente, cortes de electricidad y otras formas de “operación morrocoy”.
El proceso fraudulento que
culminó el domingo representa una continuación del bloqueo y secuestro de
canales electorales que el régimen comenzó luego de su derrota en los comicios
parlamentarios de 2015. Suspendió el referéndum revocatorio y retrasó las
regionales, secuestrando instituciones y estableciendo maneras de pervertir los
procesos electorales desde la estructura del Estado.
Las manipulaciones y abusos de
poder del régimen, ejercidos de manera evidente y desvergonzada, han
transformado el proceso electoral en un enorme fraude en contra de las
personas. Así como el régimen ha comprometido derechos de alimentación,
económicos, de salud o de seguridad, de la misma forma ha cooptado y violentado
el derecho fundamental del voto.
El gobierno ejerce mecanismos
de coerción y presión, condicionando entrega de alimentos, servicios médicos o
beneficios sociales, en una forma de violencia del Estado sobre amplios
sectores del país. Eso pudimos verlo en distintas comunidades en Caracas, sobre
todo con la entrega de bolsas CLAP, en las que literalmente se usó el hambre de
las personas como herramienta para llamar a votar por los candidatos
oficialistas.
Los obstáculos para votar y la
enorme desconfianza en el CNE incidieron significativamente en los índices de
abstención registrados el domingo. Un sistema electoral debe reflejar el sentir
del pueblo y darle confianza para expresarse, o de lo contrario se transforma
en un sistema fraudulento. Tanto en nuestra experiencia diaria en las
comunidades como en los datos de encuestas y sondeos de opinión, es claro que
el madurismo es una minoría en el país: que el sistema electoral arroje
resultados como los anunciados por Lucena, solo comprueba como el CNE ha negado
su responsabilidad para con el pueblo venezolano, parcializándose y comprometiéndose
con el régimen.
Lo que está sucediendo en el
estado Bolívar es una muestra de ello. Andrés Velásquez está defendiendo los
resultados que lo dan ganador, dispuesto a presentar actas que lo respalden y
denunciando a través de protestas que han sido violentamente reprimidas. El
desconocimiento de su victoria no es casual en un estado de enorme importancia
para el proyecto del arco minero, en el que gobierno y grupos paralegales
tienen grandes intereses, ahora amenazados por la gestión de un gobernador democrático.
El megafraude del domingo
reafirma los replanteamientos en la estrategia electoral por parte de la
alianza opositora. Ya es inequívoca la naturaleza dictatorial y autoritaria del
gobierno y resulta inviable ir a cualquier otro proceso electoral sin un cambio
de las condiciones actuales: remover a Tibisay Lucena y renovar el directorio
del CNE para poder retomar la vía electoral, como vía pacífica para la
resolución de conflictos.
Por otro lado es fundamental
una respuesta clara por parte del liderazgo opositor, que muestre la escala y
magnitud del fraude en todas sus instancias, denunciándolo al país y el mundo.
Y debe recuperarse la contundencia y fuerza demostrada en todos estos años de
resistencia contra el régimen, como las vividas en periodo de protestas masivas
entre abril y agosto.
A los venezolanos se nos
plantea ahora una profunda reflexión acerca de las formas de participación,
organización y movilización, en un contexto claramente dictatorial. Debemos
trabajar en la construcción de una base política y social capaz de hacer frente
a situaciones de inmensa gravedad, como este megafraude criminal perpetrado por
el régimen.
19-10-17
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