Trino Márquez 11 de octubre de 2017
@trinomarquezc
A
finales de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, la aspiración de los
venezolanos por votar se convirtió en una poderosa fuerza transformadora. Los
partidos políticos, que pocos años antes se habían caído a dentelladas y se
habían enemistado de forma irreconciliable, convirtiendo sus diferencias en un
argumento esgrimido por los militares sediciosos para derrocar al presidente
Rómulo Gallegos en 1948, se unieron levantando la consigna “elecciones ya”.
Ocurre,
como dice la frase que circula ampliamente en las redes, que en las democracias
el voto se utiliza para elegir, mientras en las dictaduras sirve para
subsistir. El voto, siempre ligado a la esfera personal, sirve para reafirmar
la dimensión política individual, ámbito que toda dictadura trata de borrar,
pues el individuo pasa a formar parte de entidades abstractas supremas como el
Estado, la Patria o el Partido.
En las
autocracias comunistas, al individuo se le consulta como parte de un ritual. De
una ceremonia carente de sustancia. En Cuba, la gente vota, pero no elige. Lo
mismo intentaron aplicar en Venezuela, Hugo Chávez y Nicolás Maduro. No
pudieron. La sobrevivencia y recuperación progresiva de los partidos, la
existencia de medios de comunicación independientes, el auge de la revolución
informática y la densidad del tejido
social, impidieron que el proyecto hegemónico criollo se instalara con la
fuerza alcanzada por los fidelistas. Aquí en Venezuela el ciudadano, a pesar de
las enormes restricciones y abusos del CNE, continúa votando y eligiendo.
El 15
de octubre usted podrá votar para elegir entre unos candidatos que pretenden
ser los muñecos del ventrílocuo instalado en Miraflores, y quienes aspiran a
ser portavoces de los intereses regionales ante el poder central. Usted podrá
sufragar para optar entre unos dirigentes a los cuales no les interesa para
nada la descentralización, ni la defensa de los intereses locales, sino el
Estado Comunal; y otros que aspiran a pelear para que Maduro les transfiera a
los estados los recursos que por derecho les pertenecen. Usted podrá escoger
entre unos aspirantes a gobernadores que pretenden perpetuar el socialismo del
siglo XXI, causante de la ruina en la que se encentra el país, y otros
abanderados que proponen construir un sistema
económico basado en la cooperación entre trabajadores y empresarios,
donde se respeten los derechos de propiedad. Usted podrá seleccionar entre los
candidatos del gobierno, a quienes les complace la violación de los derechos humanos,
justifican la existencia de presos políticos y el apoyo económico a Cuba, en
perjuicio de los pobres venezolanos; y los candidatos de la oposición, quienes
buscan lograr que en Venezuela se restablezca el estado de derecho, no existan
presos de conciencia y se utilicen todos los recursos financieros para atender
las enormes carencias acumuladas a lo largo de veinte años de destrucción
socialista.
El
derecho del pueblo a votar de forma directa, universal y secreta fue una
conquista obtenida con los cambios revolucionarios registrados a mediados del
siglo pasado. Chávez quiso acabar con ese logro cuando planteó la reforma
constitucional de 2007. La Nueva Geometría del Poder planteaba una forma de
elección de los representantes populares que fulminaba en los hechos el voto
secreto. En las elecciones de la constituyente el 30 de julio, el voto
universal desapareció. El universo electoral fue segmentado en ocho sectores.
Los partidos políticos, actores fundamentales dentro del escenario político,
fueron discriminados. Se les impidió presentar candidatos en esa consulta.
Votar
en la Venezuela madurista constituye un acto heroico de resistencia y lucha
ciudadana. Hay que enfrentar el ventajismo obsceno del régimen -incluido el CNE, un árbitro
electoral completamente parcializado- y las amenazas y chantajes contra los
opositores. El maratón olímpico parece un picnic al lado de las proezas que
debe realizar el elector: votar en lugares apartados e inhóspitos, enfrentar a
motorizados mal encarados, someterse a largas colas. Entonces, ¿cómo es eso que
se cambió la combativa resistencia en las calles por unas “simples elecciones”?
Esa consulta mantiene aterrados a Maduro y su corte. El anillo de poder se
dio cuenta de que el método hamponil
aplicado hasta ahora, no surtió los efectos esperados. La gente parece decidida
a ratificar el plebiscito del 16 de julio, contra todos los pronósticos
elaborados en los laboratorios secretos de Caracas y La Habana.
El
venidero 15 de octubre conviértase en un héroe de la resistencia democrática:
vote y manifieste así su indeclinable deseo de combatir a este oprobioso
régimen.
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