Por Marino J. González R.
El sábado 28 de julio de 1990
tomó posesión Alberto Fujimori como presidente de Perú. Luego de la segunda
vuelta del 10 de junio en la cual derrotó a Mario Vargas Llosa. Durante la
campaña electoral, realizada en el inicio del segundo episodio de
hiperinflación del país, el candidato Fujimori había ofrecido que no seguiría
la política gradualista del presidente García, pero tampoco la política de
“shock” que ofrecía su adversario Vargas Llosa. Dada la victoria que obtuvo
Fujimori, es muy probable que una fracción muy importante del electorado que
terminó votando por él, no se imaginaba en detalle las políticas que habría de
implementar para enfrentar la hiperinflación. Al menos el candidato no se había
encargado de explicarlas.
También hay evidencias de que
el gobierno recién juramentado experimentó unos primeros días de vacilación. Se
ha indicado que Fujimori no tenía mucha idea de las implicaciones que tenía el
programa económico que sus asesores preparaban. De hecho, una de las primeras
medidas del gobierno fue decretar un feriado bancario para el lunes 30 y el
martes 31 de julio, con lo cual se descartó que las medidas se anunciaran
inmediatamente. Luego se esperó que las medidas se anunciaran después del
feriado. Tampoco fue así. En realidad, en ese fin de semana que toma posesión
el gobierno, se duplican los precios de los alimentos y aumenta el precio de la
cotización del dólar.
Las medidas son anunciadas
finalmente el 8 de agosto de 1990 en un mensaje televisado del presidente del
Consejo de Ministros Juan Carlos Hurtado Miller. Le tocó a este funcionario
explicar al país la gravedad de la situación y las medidas que se requerían.
Que haya pasado una semana entre el feriado bancario y el anuncio de las
medidas indica, por una parte, que no existía un plan concertado con la
suficiente especificación, y, en segundo lugar, que la gravedad de las medidas
implicaba cierto tiempo para que el vocero asumiera en plenitud la
responsabilidad que le tocaba. En la primera frase de su alocución, Hurtado
Miller lo deja muy explícito, dice que se presenta ante los peruanos para
“informarles sobre las medidas precisas con que el gobierno se propone
enfrentar la inflación explosiva que hemos heredado de la administración
anterior”. Ese era el principal problema de Perú y a eso se refirió en detalle
el vocero. No había lugar para retórica.
Las medidas anunciadas fueron
drásticas. Se eliminó el dólar controlado. El precio de la gasolina aumentó de
21.000 intis el galón a 675.000, aunque se incorporó un subsidio de 20.000
intis para el transportista por cada pasaje urbano. La lata de leche evaporada
aumentó de 120.000 a 330.000 intis. El kilo de azúcar aumentó de 150.000 a
300.000 intis. El pan francés aumentó de 9.000 a 25.000 intis. Los aumentos
estuvieron vigentes al día siguiente. También se anuncia que el gobierno solo
gastaría los ingresos que percibiera. Se decreta un arancel máximo de 50% para
las importaciones, así como una bonificación para trabajadores de los sectores
públicos y privados equivalente al 100% del monto del sueldo del mes de julio
de 1990. Para la compensación social se asignan 450 millones de dólares por
parte del gobierno, más 150 millones de dólares provenientes de donaciones
privadas y organismos internacionales. Los efectos de la estabilización,
algunos de ellos muy difíciles en las primeras etapas para los peruanos,
trajeron crecimiento, control de la inflación y una etapa de reducción de la
pobreza nunca experimentada. Los resultados a la larga fueron notablemente
positivos.
En Venezuela avanzamos, ojalá
más temprano que tarde, al anuncio de un programa de estabilización que
enfrente la hiperinflación ya establecida desde hace pocas semanas. El gobierno
que diseñe ese programa debe tener en cuenta al menos, como la experiencia
peruana lo demuestra, que los detalles hay que pensarlos antes, que las medidas
deben informarse lo más inmediato que se pueda, y que la compensación social
requerirá elaboración técnica y muchos recursos. Esperemos que haya
aprendizaje.
13-12-17
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