Por Antonio José Monagas
Tratar el tema
político-electoral venezolano, conduce a diferentes lecturas. Casi todas
ellas, propias del irónico mundo de los “tres chiflados”. Y así podría
asentirse, por cuanto la ignorancia política que rodea al venezolano común, se
da de la mano con la inmoralidad que envolvió la conducta del votante toda vez
que, en medio de coyunturas, ha favorecido al régimen en su pretensión de
contrariar la racionalidad política.
A decir por lo que se infiere
del comportamiento recientemente advertido del venezolano, que prefirió
flagelar su dignidad a cambio de un mendrugo de pan convertido en una
libreta de bonos intercambiables por la precariedad de quinientos mil bolívares
escasamente confiables y seguros, o a cambio de una promesa sin mayor garantía,
debe señalarse, con la vergüenza del caso, que su actitud es propia de una
controvertida indigencia. Pareciera que el pasado domingo 10-D, ese mismo
venezolano estuviera imbuido en un mundo donde lo imposible, impensable o
inaceptable, contuviera todo el sentido posible. O que abarcara el espacio
suficiente para concretar la factibilidad de dicho momento. La respuesta social
para comportamientos así, queda apartada de cualquier lógica política. ¿O acaso
esa lógica política se ha infundido de tanta irreverencia y atrevimiento, que
su reacción es opuesta al sentido que le imprime la racionalidad?
Cuando Luis Beltrán Prieto
Figueroa escribió su libro Los maestros, eunucos políticos, lo hizo
motivado por la inapetencia de un magisterio. Y que, en principio, demostró una
reacción política que chocaba con las imposiciones y exigencias de un país
político que venía resistiéndose a los fogonazos del régimen dictatorial que
dominó más allá del medio siglo XX venezolano.
Hoy, entrado el siglo XXI, y
en las postrimerías de su segunda década, la indecencia de un ejercicio
político amañado al clientelismo de un Estado que por ratos
esconde su carácter opresor para mostrarse engañosamente dadivoso y
derrochador, es insólita. No hay duda de que esta sociedad de conducta
pedigüeña, no aprendió las lecciones de
una historia nacionalprofundamente traumatizada por la acción
represiva de rivales gobernantes ávidos de engrosar su peculio a
costa del sacrificio del pueblo. Pero además, a costa de la incultura política
que padece esa misma población
No sólo esto deja ver que para
la política no es suficiente poner en práctica el sabio aforismo de “divide y
vencerás”. Igualmente se ha aprovechado del hambre como factor de
subordinación y confusión al debilitar y rasgar la dignidad de quienes se
sienten apesadumbrados y hasta menesterosos aun cuando no vivan como tales. El
problema es, como coloquialmente se dice, “llevan el rancho en la cabeza”. Debe
entenderse que la marginalidad no es cuestión de condición material,
es de razón política, espiritual, social y hasta moral.
Es absurdo tener que admitir
los resultados electorales del 10-D, suscritos por el alto gobierno
venezolano. Resultados estos que no llegaron a estimarse ni pensarse. Las
condiciones de pobreza económica y de inopia política, incitaban a recibir una
Venezuela que debió sobreponerse al plano de miseria incitado por
el populismocaracterístico del régimen actual.
Cabe entonces preguntarse:
¿qué pudo haber sucedido para que los resultados favorecieran a un gobierno
desalmado, corrupto y desvergonzado? No hay de otra. La trampa disimulada
entre operaciones de una organización cuya afinación logística fue dedicada a
la grosera manipulación del voto in situ valiéndose del
trillado “carnet de la patria”, como recurso de forzada sumisión, fue la
causa de la cual se sirvió el régimen para seguir enquistado al poder. Su
mecánica proselitista, de valor político-partidista solamente, fue
contundentemente impúdica y desvergonzadamente expuesta. Pero que aún así, el
alto gobierno busca asentirla sin medir ni mediar consecuencias.
Al final de tan grosera
confabulación, nada podría resultar como quiere hacerse ver ante el resto del
mundo. Aunque es innegable que todo lo advertido es crudamente decepcionante.
Ignorar tan “alevosa y predeterminada” maniobra, sería desconocer el estado de
descomposición al que este “socialismo” llevó al país en nombre de una
desteñida “revolución”, por demás, maltratadora del ideario político del
Libertador. Después de todo esto, habrá que dar cuenta de que el régimen ha
trabajado por establecer un régimen político obscuro apuntalando su gestión
gubernamental en asediar venezolanos que, por insulsos, venden o negocian su
dignidad por un desnudo, contaminado y deslustrado “dinero”. Ellos,
tristemente, se convirtieron en pordioseros políticos.
16-12-17
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