Por Claudio Nazoa
Lograr una sociedad justa es
difícil, más no inalcanzable. Esto podría encerrarse en una palabra algo
desprestigiada pero que no es mala: utopía.
Las utopías son el
combustible de lo que proyectamos. Su planificación es importante. Utopías, en
su momento, fueron los inventos de Leonardo da Vinci, cuando en los años 1500
creyó que el hombre podía volar. No solo lo soñó, lo intentó y es el ejemplo de
que todo aquello por lo que el ser humano lucha, puede lograrse aunque no
parezca viable ni se alcance de inmediato.
Utopía es perseverancia,
como la que tuvieron los constructores de algunas majestuosas iglesias de
Europa, ya que entre el momento de iniciarlas y concluirlas, transcurrieron
siglos, sin embargo, ahí están. Utopía es el sueño de Gaudí, el arquitecto más
utópico e imaginativo que ha existido. Este genio, en Barcelona, España, diseñó
una joya arquitectónica inigualable: la basílica de la Sagrada Familia. Templo
que todavía está en construcción.
Utopía fue cuando, en
Jerusalén, doce almas buenas predicaron ser discípulos de un hombre que
revolucionó la historia. Utopía fue la novela De la Tierra a la Luna de Julio
Verne, hecha realidad por científicos norteamericanos 104 años después. A
principios de los años sesenta del siglo pasado, John F. Kennedy dijo lo que en
su momento parecía una utopía: “En esta década vamos a llegar a la Luna, no
porque sea fácil, sino porque es muy difícil”.
Existen líderes con utopías
que han tenido éxitos increíbles, Gandhi es uno de ellos. Él un día soñó con
vencer a un gigantesco imperio sin disparar ni un tiro. Por paradójico que
parezca, meditando en pañales, comiendo lechuga y yogurt, lo logró. Un caso
contrario, el Che Guevara, y aunque estemos bien lejos de sus ideales
equivocados, murió luchando por su utopía. Conocemos a otro que, inspirado en
un comprobado fracaso utópico de la izquierda mundial, conspiró contra la
democracia e hizo que murieran inocentes. Al rendirse, él estaba seguro de que
su vida y sus derechos humanos serían respetados.
Los soñadores que luchan y
perseveran han cambiado el mundo. Debemos ser utópicos pero con los pies en la
tierra para lograr lo que parece imposible. ¿Es esto un contrasentido? Sí, lo
es. Pero es bueno tener sueños maravillosos aunque sea para contradecir la
lógica imperante en un país lleno de utopías.
Y parafraseando a JFK, en
Venezuela debemos seguir luchando para lograr recuperar la democracia este año,
no porque sea fácil, sino porque es muy difícil.
05-02-18
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