Por Marianella Herrera
El desarrollo de la
sensorialidad viene dado por una compleja imbricación de factores que se dan
desde el inicio de la vida, de tal manera que el desarrollo del gusto tiene un
origen temprano. Cuando nace un niño, el primer alimento que debería
acompañarlo es la leche materna, en las primeras horas que siguen al nacimiento
la salida del calostro, un líquido que sale del pezón de la madre rico en
elementos que van a reforzar el sistema inmunológico (de defensas) del recién
nacido, es fundamental para la protección de ese nuevo ser. Luego vendrá la
salida de la leche materna, pero alimentar a un niño con leche materna, es más
que alimento, allí hay un proceso de enlace, de amorosa entrega. El acto de
amamantar a un niño es amor, es el intercambio de la mirada de la madre y del
niño en el momento de la alimentación, es el bebé agarrando con sus manitas el
seno de la madre. Quienes hemos amamantado a nuestros hijos sabemos que ese
momento es único, y que aun cuando no se tenga el entorno de intimidad por
estar fuera de la casa, o por estar en otra actividad, el amamantar se impone y
te lleva a la intimidad con tu bebé, aún en el metro, en la sala de espera de
un consultorio, en la misa de los domingos.
Por otra parte si alguno
ha degustado la leche materna, recordará que es dulce, y así es el primer
sabor que el niño reconoce. A la vez que el niño se alimenta, se desarrolla una
habilidad neuromotora: la succión, y paralelamente el tacto se convierte en un
elemento esencial para la comunicación entre la madre y su hijo. A los seis
meses de edad se introducen los diferentes alimentos comenzando por las famosas
papillas de frutas y verduras en lo que es un proceso de adaptación al mundo de
la oralidad a través de los alimentos hasta que finalmente el niño queda
incorporado a la mesa familiar donde se expone a una variedad de alimentos que
van a constituir su modo de alimentarse.
¿Qué pasa si solo tenemos un
solo alimento? ¿Qué pasa si en casa solo hay yuca? ¿Qué pasa con el
reconocimiento de los otros sabores? ¿Cómo se puede desarrollar el sentido del
gusto? ¿O cómo se desarrolla? Si solo se come yuca o plátano desde que se nace,
no se desarrolla el gusto, y aquí nos referimos al desarrollo del sentido del
gusto, pero también al desarrollo del paladar gastronómico, al encuentro con
las texturas distintas del brócoli, de la zanahoria, de un tallo de celery, de
una pata de pollo. El niño comienza a interactuar con los alimentos, esos que
refuerzan la musculatura de la mandíbula, esos que hacen masticar, esos que
estimulan las papilas gustativas. Así como el primer sabor que se conoce es el
dulce de la leche materna, llegará el momento del salado, del agrio e incluso
del picante. ¿Dependerá de las tradiciones culturales, quien dice que los niños
no comen picante? Pregunte usted a un hindú, a un tailandés, a un mexicano,
cuyas tradiciones están construidas con especias fuertes. Pero de esas riquezas
se construyen los paladares, los gustos y la sensorialidad. Y se estimula el
sistema límbico, y el sistema de neuro circuitos del hipotálamo que se encarga
del control del apetito y de la saciedad, de manera que cuando hay un solo
alimento en casa se altera la lista de sabores que permiten el desarrollo del
sentido del gusto, se alteran los afectos, se alteran los recuerdos de la torta
de la abuela, de las galletas de mamá, los olores de la navidad, del pernil, de
las hallacas, de los guisos que construyen la historia de las familias, se
acaba el olor a mamá y lo que cocina mamá con amor.
¿Por eso no podemos sino
exigir nuestro derecho a la alimentación, nuestro derecho a alimentarnos
saludablemente y nuestro derecho legítimo a que los sabores se conserven,
sabores alterados? ¡No! Queremos saborear y saborear ¡sabroso!
13-03-18
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