Mons. Benito Méndez. 06 de julio de 2018
El
tema del aborto es delicado y complejo. Es un tema que tiene también muchas
incidencias sobre el derecho. En Venezuela, así como ha sucedido anteriormente
en otras modernas democracias occidentales, el asunto de la despenalización del
aborto está al centro de un debate sociopolítico intenso. El aborto es una
realidad sociológica; no se puede dejar de reconocer la existencia de este
hecho social cuyo número e importancia tienden a aumentar. La discusión
sociopolítica de su despenalización o no constituye un dato fundamental de la
importancia sociológica del aborto.
En
Venezuela, la polémica sobre el aborto adquiere nuevamente importancia cuando
en el año 2004 es presentado el Proyecto de Reforma del Código Penal del
Tribunal Supremo de Justicia, redactado por el Dr. Alejandro Angulo Fontiveros,
Magistrado de la Sala Penal, en colaboración con los abogados José Luis
Rodríguez Tamayo, Miguel Villarroel, Gladys Hernández, Mónica Fernández, entre
otros. Dicho Proyecto despertó con nuevos bríos la discusión acerca del aborto
y sus implicaciones, en atención a la propuesta de la despenalización total, es
decir, aborto libre durante los primeros tres meses del embarazo, además de
exponer otras formas de aborto no punibles como serían el aborto terapéutico,
ético, eugenésico y por angustiosa necesidad social.
Recientemente,
movimientos feministas exigen en la ANC que se abra el debate para garantizar
su práctica segura, poniendo sobre el tapete nuevamente tan espinoso asunto.
Como
en otras naciones del mundo el aborto es un argumento que divide en dos la
opinión pública venezolana.
Por
una parte, se encuentran aquellos que sostienen que legalizar el aborto no
significa sólo garantizar a las mujeres el derecho de decidir autónomamente
sobre su propio cuerpo, su propia sexualidad, su vida reproductiva, sino
también evitar que ellas se sometan a prácticas abortivas clandestinas e
inseguras, que ponen en grave riesgo sus vidas con costos sociales muy altos.
Por
otra parte, se encuentran aquellos que consideran absolutamente restrictivo
enfrentar la temática del aborto según la perspectiva de los derechos de las
mujeres, ya que estiman superficial evocar como pretexto la supuesta libertad
de elección, de autodeterminación, de no discriminación del mundo femenino.
Quienes sostienen esta posición defienden el derecho a la vida de cada ser
humano desde el primer instante de su concepción hasta su muerte natural frente
a cualquier manifestación de la cultura de la muerte.
A mi
modo de ver para enfrentar la temática del aborto en Venezuela es necesario
adoptar una orientación que haga referencia a la biología, la bioética y el
derecho. Esto en razón a que hasta el presente, la temática del aborto ha sido
abordada aisladamente como un problema social y económico por su clandestinidad
y por recurrir a esta práctica las mujeres de escasos recursos económicos,
carentes de una adecuada y auténtica educación sexual, como problema
psicológico por los consiguientes traumas post-aborto, como problema sanitario
por las condiciones anti-higiénicas en que se lleva a la práctica, con su
secuela de mortalidad materna en edad joven, y finalmente viene tratado como un
problema jurídico, ya que en Venezuela el aborto está penado por la ley.
Por lo
tanto, todo intento de abordar el tema de la despenalización del aborto en Venezuela,
debe poner en sobre la mesa las diferentes argumentaciones referidas al embrión
humano, tales como la embriología (estatuto biológico), la bioética (estatuto
ontológico), la jurídica (estatuto jurídico), con la finalidad de abordar el
tema del aborto desde el derecho, la biología y la bioética en modo científico
y objetivo.
Se
debe partir desde las definiciones de juristas venezolanos, expertos en el
tema, filósofos, bioéticistas, científicos y grandes hombres de la Iglesia para
elaborar un pensamiento original y único, un punto de vista pastoral sobre lo
que está sucediendo, en modo que la cientificidad de las fuentes ayude a
alcanzar un elevado nivel de objetividad.
Según
mi parecer, analizando los aspectos biológicos, filosóficos y jurídicos de la
vida humana y la persona, el punto central sobre el cual se debe focalizar la
atención cuando se habla de aborto debe ser la persona. Por este motivo se debe
comenzar por definir el estatuto biológico del embrión humano. Enfrentar la
temática del estatuto biológico equivale a preguntarse qué es, desde el punto
de vista de la biología, el embrión humano. Se trata de un tema muy complejo
que ha causado gran polémica en el quehacer científico y filosófico,
considerando que existen varias posiciones que están a favor y en contra de la
idea que el embrión humano sea vida humana. Según algunos el embrión, hasta su
implantación en el útero materno, no es un ser humano sino tan sólo un conjunto
de células, por este motivo utilizable como mero material biológico, para otros
es el inicio de la vida de un nuevo individuo de la especie humana.
Desde
el plano biológico se debe pasar al filosófico, para analizar las diferentes
perspectivas teóricas dentro de las cuales han sido elaborados varios estatutos
ontológicos del hombre y del feto humano. Seguidamente se debe estudiar el
concepto de persona, tema que obligará a enfrentar temáticas como la relación
entre el alma y el cuerpo, y la dignidad humana.
Estas
consideraciones conducen a analizar otro aspecto ligado al embrión humano, o
sea el problema de su estatuto jurídico y, por consiguiente, se hace necesario
reflexionar sobre la noción jurídica de persona, sobre la diferencia entre ésta
y la personalidad jurídica, entendida como la aptitud, cualidad o idoneidad
para ser titular de derechos y deberes.
Se
debe poner en evidencia cuáles han sido las líneas guía del debate sobre la
despenalización del aborto. En otras palabras, se debe profundizar acerca de la
dimensión jurídica de los derechos humanos y su relación con el tema del
aborto.
Es
necesario analizar de modo particular algunos tratados firmados y ratificados a
nivel internacional también por Venezuela. Constatar cómo quienes están a favor
del aborto se sirven de los derechos humanos para afirmar que en algunos casos
la prohibición total del aborto violaría los tratados internacionales suscritos
por el Estado venezolano y a los cuales se ha adherido. Tratados que hacen
hincapié en el derecho a la vida de la madre, derecho éste puesto en peligro
por el aborto clandestino (al ser considerada una de las primeras causas de
mortalidad materna), el derecho a la salud de la mujer que también es puesto en
peligro por los abortos inseguros, y el derecho a la igualdad de «género», en
cuanto la penalización del aborto sería una forma de discriminación contra la
mujer.
Frente
a esta postura debemos afirmar que los derechos humanos nacen con la persona,
no dependen de un reconocimiento por parte del Estado. Son derechos
universales, inalienables, inviolables, imprescriptibles, indivisibles,
irreversibles y progresivos.
Precisamente
por estas características la Iglesia insiste en que debe existir protección del
derecho a la vida tanto en el ser ya nacido como en el por nacer. De cualquier
modo, existen varios problemas y conflictos en materia de aborto en el ambiente
de los derechos humanos, sobre todo los que tienen que ver con el derecho de la
mujer a no ser discriminada y a ser libre en escoger o no la maternidad.
Una
vez hecho el análisis objetivo antes propuesto, partiendo de los principios de
la bioética personalista, que tienen sus raíces en la Sagrada Escritura, la
teología moral católica, en la doctrina moral del magisterio eclesiástico, se
proponga una alternativa válida a la anticultura de la muerte que cosifica,
masifica, mutila y deteriora al ser humano. Por tanto, recomiendo:
1.- Proponer o sugerir a los miembros de la ANC
y a quienes abogan por la despenalización del aborto, los principios que
definen la bioética personalista, como son: El principio de defensa de la vida
física, el principio de libertad y responsabilidad, el principio de totalidad o
terapéutico y el principio de socialización y subsidiariedad. Hacerles ver que
la cultura que la bioética personalista propone es una cultura de la vida
contra la guerra, la violencia, la injusticia, la opresión expresada por la
mentalidad criminal y abortista.
2.- Hacerles saber, que los principios de la
bioética personalista expresan que legalizar el aborto, significa abrir las
puertas a un futuro lleno de insidias y de incertidumbres que minarán los
aspectos más sagrados de la existencia humana. Convicción que sostiene que el
valor fundamental de la vida ordena la indisponibilidad y la sacralidad de la
vida misma, que el derecho a la vida es el primero de los derechos y el más
fundamental, porque sin él todos los demás, incluida la libertad, son
inexistentes, que el respeto a la vida, así como su defensa y promoción, tanto
la ajena como la propia, representan el imperativo ético más importante del ser
humano. Es un valor fundamental que hay que respetar siempre, es lo más sagrado
que tenemos. La vida de cada cual es única, irrepetible, insustituible,
inviolable. Tal respeto a la vida humana se entiende en todas sus etapas de
desarrollo, desde el momento de la concepción (fecundación) hasta el último
instante de su existencia (muerte natural).
3.- Crear estructuras pequeñas, ágiles, para
asignarles la tarea de convertirse en mediación para el debate bioético; como
los comités de bioética, en los hospitales, clínicas, en las oficinas públicas
o privadas comités de ética o como se les quiera llamar, pero que tengan la
suficiente claridad, la formación de sus implicados y la asesoría necesaria
para hacer que los objetivos de la institución se cumplan desde una perspectiva
ética. Creo que los valores se cultivan en espacios pequeños o de larga duración,
es el caso de las familias, las escuelas, los comités y la Iglesia. La tarea es
de crear también en Venezuela no una nueva disciplina sino una cultura bioética
que enseñe a pensar y a actuar de manera correcta con referentes axiológicos.
Estoy
consciente que pensar que estas consideraciones sean la solución a un tema tan
complejo como el del aborto es algo ambicioso. Por tanto, no se debe esperar
fórmulas mágicas de un libro, un capítulo o una página donde agote el tema del
aborto o cualquier otro tema.
En
este sentido, en las presentes consideraciones sobre el hecho del aborto en
Venezuela, conociendo, en primer lugar su realidad social, su extensión y
profundidad para, luego, poder dar mediante argumentos basados en la biología,
la filosofía y el derecho los fundamentos éticos y jurídicos que sirven para la
defensa y protección de la vida humana desde la concepción hasta su muerte
natural, he sugerido contrarrestar las posiciones a favor del aborto haciendo
propuestas que puedan arrojar luz a los legisladores venezolanos para que la
decisión que deban tomar con respecto al espinoso tema de la despenalización
del aborto sea una decisión ética. He querido partir de los hechos, deliberar
sobre ellos, reflexionar y aportar luces, orientaciones, vías de solución y
compartirlas con ustedes.
Así
mismo, debo aclarar que no es haciendo juicios condenatorios sobre el aborto
que vamos a contrarrestar la propuesta de despenalización, sino haciendo
presentes los principios éticos, revelando los datos de la ciencia que ayudan a
conocer y descubrir el estatuto biológico del embrión humano, los aportes de la
ontología para recordarnos que el embrión es persona y las normas jurídicas que
indican que la vida del ser humano debe ser respetada desde la concepción, como
vamos a llegar a las conciencias de los legisladores y de aquellos que piden la
despenalización del aborto.
Finalmente,
considerar el aborto un método anticonceptivo o un mecanismo de control de la
natalidad es inaceptable. Considero que es necesario hacer a las personas
conscientes de su sexualidad, buscar cómo comunicar a los jóvenes la
importancia y la profundidad del acto sexual y su intrínseca sacralidad. Se
debe humanizar, educar y hablar de la sexualidad como lenguaje de amor. Sin
duda alguna es un desafío que debe enfrentar la Iglesia en Venezuela, porque la
modernidad y el consumismo actúan como placebo sobre las conciencias, de tal
manera, que se han vuelto incapaces de tener sentimientos puros y profundos.
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