ACI Prensa 12 de julio de 2018
Ante
los recientes casos de despenalización del aborto en países de mayoría
católica, como Irlanda, Colombia, Chile y la posibilidad de que lo mismo ocurra
en Argentina, ha surgido la pregunta de si los fieles que están abiertamente a
favor de esta práctica pueden recibir la Eucaristía.
Para
resolver esta duda, la Iglesia ha emitido varios documentos. Uno de estos es la
carta “Dignidad para recibir la Sagrada Comunión: Principios generales”,
enviada en 2004 por el entonces Cardenal Joseph Ratzinger, Prefecto de
Congregación para la Doctrina de la Fe, a los obispos de Estados Unidos.
La
misiva señala que en el caso del grave pecado del aborto, “cuando la
cooperación formal de una persona es manifiesta (entendida, en el caso de un
político católico, como hacer campaña y votar sistemáticamente por leyes
permisivas de aborto y eutanasia), su párroco debería reunirse con él,
instruirlo respecto de las enseñanzas de la Iglesia, informándole que no debe
presentarse a la Sagrada Comunión hasta que lleve a término la situación
objetiva de pecado, y advirtiéndole que de otra manera se le negará la
Eucaristía”.
Además,
advierte que un católico sería “culpable de cooperación formal en el mal e indigno
para presentarse” a la Eucaristía, “si deliberadamente votara a favor de un
candidato precisamente por la postura permisiva del candidato respecto del
aborto y/o la eutanasia”.
En
este contexto, cuando un fiel católico ya ha sido instruido sobre la enseñanza
de la Iglesia sobre el aborto, pero aún mantiene su postura pública “con
obstinada persistencia” y se presenta a recibir la Comunión, “el ministro de la
Sagrada Comunión debe rechazar distribuirla”.
“Esta
decisión, propiamente hablando, no es una sanción o una pena. Tampoco es que el
ministro de la Sagrada Comunión está realizando un juicio sobre la culpa
subjetiva de la persona, sino que está reaccionando a la indignidad pública de
la persona para recibir la Sagrada Comunión debido a una situación objetiva de
pecado”, aclara el texto.
En
agosto de 2008, el entonces Prefecto del Supremo Tribunal de la Signatura
Apostólica de la Santa Sede, Cardenal Raymond L. Burke, precisó que los
católicos, especialmente los políticos que públicamente defienden el aborto, no
deben comulgar.
Se
refirió también a la responsabilidad de caridad que tienen los ministros de la
comunión de negársela si es que la solicitan “hasta que haya reformado la
propia vida”.
Católicos deben oponerse al aborto
En el
punto 2 de la carta del ahora Papa emérito Benedicto XVI, se recuerda lo
establecido en la Carta Encíclica Evangelium vitae, respecto a decisiones
judiciales o leyes civiles que autorizan o promuevan el aborto, declarando que
existe “una grave y clara obligación de oponerse por la objeción consciente”.
“En el
caso de una ley intrínsecamente injusta, como una ley que permite el aborto o
la eutanasia, nunca es lícito por tanto obedecerla, o ‘participar en una
campaña de propaganda a favor de tal ley o votar por ella’”, señala en el
numeral 73.
Asimismo,
especifica que los cristianos tienen “una grave obligación de conciencia de no
cooperar formalmente en prácticas que, aún permitidas por la legislación civil,
son contrarias a la ley de Dios”.
El pecado del aborto
El
aborto es un pecado grave, pues se trata de quitarle la vida a un ser humano en
el vientre de su madre.
De
acuerdo al derecho canónico, en el canon 1398, quien procura un aborto, así
como los que cooperan o colaboran de forma directa, incurren en excomunión automática
(latae sententiae), que solo puede absolver el obispo de la diócesis y los
sacerdotes a los que él autorice.
Con
ocasión del Año de la Misericordia en 2016, el Papa Francisco permitió a los
presbíteros de todo el mundo absolver este pecado. Y luego, con la Carta
Apostólica “Misericordia et misera”, el Santo Padre extendió este permiso de
forma indefinida.
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