Por Froilán Barrios
A un año del desmadre
opositor, es oportuno realizar el inventario del capital político que
disfrutara la MUD y el resto de plataformas políticas contrarias al régimen,
cuando con motivo del referéndum cívico del 16/07/2017, luego de meses de
rebelión popular, concentraba la atención y el apoyo de todo un país que
añoraba un cambio definitivo, a partir de un acto ciudadano que registró la
participación inédita a escala continental de casi 8 millones de ciudadanos
proclamando el fin de la dictadura.
La solución de las crisis
políticas en la historia contemporánea no solo ha dependido de programas y
proyectos de reconstrucción nacional, también de la calidad de la dirigencia
política que se asuma como alternativa, tal vez en el tenor de lo escrito por
Isaac Deutscher en el Profeta desterrado, quien manifestara en los
preliminares de la Segunda Guerra Mundial “la crisis de la humanidad, es la
crisis de su dirección”.
Lo cierto del caso es que
transcurridos 20 años de la estafa política gobernante más nefasta en la
historia de América Latina la contraparte candidata a relevarla no ha estado a
la altura de las exigencias manifestadas por la mayoría de la población, que ha
hecho el gasto sin escatimar sangre, sudor y lágrimas para vencer al fascismo
entronizado en el poder, para solo conocer decepciones, desencantos y derrotas.
Las encrucijadas y tropezones
no son nada nuevo en nuestra historia republicana del siglo XX, con impasses
que fueron abordados con gallardía y coraje por las generaciones de líderes a
quienes correspondió asumirlas; la primera fue la Generación del 28 que logró
superar el siglo XIX de caudillos y dictadores para que Venezuela, como
escribiera Mariano Picón Salas, ingresara aunque tardíamente al siglo XX en
1936. La segunda, la Generación de 1958, mixtura de la Generación del 28 con la
camada política emergente y forjada en las sombras de la dictadura perezjimenista,
produjo el acuerdo político, económico y social más estable de nuestra
historia, el Pacto de Puntofijo, modelo a seguir a escala mundial. Experiencias
que más allá de los pescozones ideológicos le dieron a Venezuela cuatro décadas
signadas en su mejor momento por la prosperidad y el desarrollo, hasta que
entró en declive a finales del siglo XX.
El relevo en el poder se
convirtió en las primeras de cambio del siglo XXI en el Estado fallido forjado
durante la gestión chavista; por tanto, el reto de recuperar nuestras
conquistas civilizatorias exige de todas las formaciones políticas y sociales
el talante necesario para comprender que bajo acuerdos unitarios, sin
exclusiones, podemos optar para recuperar la nación en caos que sufrimos todos.
En medio del derrumbe de la
gestión madurista también presenciamos la peor crisis de la oposición, como
dijeran nuestros ancestros, nos agarró el catarro sin pañuelo, lo que nos
obliga a diseñar un espacio donde haya la convergencia necesaria para superar
la dictadura. Por tanto, de no asumir la actitud sensata de la sinceridad, la
tolerancia y la unidad, como la historia no tiene libreto, al decir de E.
Krauze, estaremos a merced del régimen que pretende llevarnos a la prehistoria
para consolidar su proyecto dictatorial del Estado comunal.
18-07-18
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