Por Gioconda Cunto de San
Blas
Faltan apenas 12 años para
llegar a la fecha marcada por las Naciones Unidas como plazo para cumplir con
la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, que incluye un conjunto de 17
objetivos y 169 metas para poner fin a la pobreza, luchar contra la desigualdad
y la injusticia y hacer frente al cambio climático. Todos ellos giran
alrededor del desarrollo sostenible, la gobernabilidad democrática, la
consolidación de la paz y la resiliencia ante el clima y los desastres
naturales.
No son muchos años, apenas
una docena, para intentar montarnos en el carro del progreso, luego de dos
décadas de retroceso brutal en todos los parámetros vitales que marcan a una
sociedad en desarrollo.
Ante esta realidad, la
Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) se propuso el “Programa Reto País”, a
plantearse en los espacios populares, grupos comunitarios y organizaciones de
todo tipo, para fortalecer las capacidades de la ciudadanía y motorizar un
nuevo pacto social entre los venezolanos.
Un propósito capaz de
levantarnos de la postración actual, invitándonos a recuperar sueños colectivos
a través de la construcción de un horizonte compartido de país, movilizados en
torno al futuro que deseamos y avizoramos como posible
“Queremos una comunidad
unida, responsable de sus acciones, con sentido de pertenencia que en conjunto
se comprometa con las necesidades de los habitantes, donde reine la justicia“.
Fue esta una expresión que con múltiples variantes se pronunciaron en 119
ejercicios prospectivos en 11 estados y la capital, para soñar la Venezuela de
2030, cuyos resultados fueron recogidos en el libro que lleva por título el que
he tomado prestado para esta nota.
Un hallazgo principal, según
los coordinadores del proyecto, es que la esperanza no ha muerto en
Venezuela; hay un país subterráneo que no se cansa de luchar, “que sin estar en
las primeras páginas de los medios impresos o en las primeras noticias de los
portales digitales, continúa trabajando con entusiasmo y convicción por una
Venezuela distinta, […] una esperanza que germina en condiciones de
cautiverio, que no es acallada por la rudeza de la fuerza avasallante del dolor
y la muerte”. Y que puede resumirse en cuatro objetivos principales, de los
muchos que conforman los Objetivos del Desarrollo Sostenible 2030: hambre cero;
salud y bienestar; educación de calidad; paz, justicia e instituciones sólidas.
Complementan el libro varios
capítulos escritos por especialistas con la mirada puesta en 2030, sobre
economía, alimentación y nutrición, escenarios de salud, educación,
institucionalidad democrática y ciudadanía, seguridad ciudadana y convivencia
social, ciudades sostenibles. Algo de lamentar es que dentro de los escenarios,
salvo alguna referencia tangencial, no fueron visualizadas la ciencia, la
tecnología y la innovación como disciplinas indispensables en la educación de
las nuevas generaciones y como motores del desarrollo nacional y del progreso.
La sociedad del siglo XXI es
la sociedad del conocimiento y en ese sentido, Venezuela está lejos de
acercarse a la de países más desarrollados, cualquiera sea el parámetro
utilizado. Por el contrario, hemos retrocedido notablemente en los últimos
veinte años
Cerrar esa brecha requiere,
entre otros factores, formar las nuevas generaciones de ciudadanos con una
educación de calidad y a la altura de los desafíos del siglo XXI, recogidos en
la cuarta revolución industrial, combinando múltiples tecnologías (inteligencia
artificial, bioingeniería, entre otras) que al influir sobre la gobernanza,
conducen a cambios de envergadura en economía, negocios, salud, sociedad, y en
lo individual.
No es poca cosa el desafío
de encarar los retos del desarrollo en este siglo vertiginoso en novedades
tecnológicas. No bastarán las recetas educativas de antaño. Vivir con
dignidad en 2030 significará también ponernos a tono con ese nuevo entorno de
sueños colectivos llevados a la realidad por la fuerza de las innovaciones,
algo que solo será posible en democracia y libertad, en un país abierto al
mundo.
Tuiteando
VOTAR: Este domingo 9
de diciembre iremos nuevamente a las mesas electorales a votar por nuestros
candidatos a concejales. Al respecto, el silencio del CNE tiene como fin
desestimular el voto, sobre todo el opositor, para arrasar con la mayoría de
los cargos sin mover un dedo. En mi municipio hemos probado una y mil veces que
al sufragar y defender el voto en las mesas electorales, no han arrebatado el
triunfo a los candidatos demócratas, ni han podido ejecutar maniobras
truculentas de adversarios dispuestos a cometerlas. No votar es perder por
forfeit, abandonar el campo sin lucharlo. Como ciudadanos y vecinos nos
merecemos algo mejor que eso.
06-12-18
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