Gladys Socorro 17 de mayo de 2019
El
que entendió, entendió. Falta poquito, muy poquito para el final. La disolución
de facto de la Asamblea Nacional que pretenden quienes hoy ocupan Miraflores
aceleró el proceso. La desaparición a manos del aparato represor del Estado del
parlamentario Edgar Zambrano, segundo hombre más importante del país
constitucionalmente hablando, no es cualquier cosa.
Esta
semana es decisiva para el desenlace del último capítulo de la trágica novela
venezolana. El lunes se reunió de emergencia la Organización de Estados
Americanos, mientras los cancilleres de la Unión Europea discutían nuevamente
la crisis nacional. Además, ayer martes se reunió el secretario de Estado de
Estados Unidos, Mike Pompeo, con el presidente de Rusia, Vladimir Putin.
La
decisión está tomada dentro y fuera de nuestras fronteras. Nicolás Maduro y su
grupito deben irse. Y no es capricho, es una condición innegociable para
preservar la seguridad del continente. Así lo aseguraron los gringos a mediados
de la semana pasada y el presidente encargado de Venezuela, Juan Guaidó, lo
ratificó. En la concentración del sábado instruyó a su embajador en Estados
Unidos a reunirse inmediatamente con el Comando Sur para definir acciones. Se
manejan todos los escenarios, pero siempre se privilegiará la opción de
negociar una salida que minimice el costo político, social y económico para los
involucrados.
Lo
cierto es que la solicitud de cooperación internacional ya se activó. Desde el
sábado se abrió formalmente la puerta a la entrada de los gringos al país para
lograr la salida de Maduro. Lo que nadie puede saber es cómo ni cuándo se hará,
en caso de que las últimas conversaciones de altísimo nivel mundial fracasen.
Los militares venezolanos siguen teniendo un papel protagónico en esta historia
pero, como asegura Juan Carlos Zapata en su libro El suicidio del poder, "en
Venezuela hay suficiente experiencia en ubicarse a tiempo al lado del poder
para evitar la aplanadora".
Estamos
en la etapa final, de eso no tenga dudas. No es tiempo de la desesperanza, de
las estridencias, egos ni personalismos, y mucho menos de seguir jugando a la
antipolítica como estrategia para tener rating. Ya vendrá el tiempo de las
candidaturas, pero para eso se deben concretar primero el cese de la usurpación
y la depuración del organismo electoral. Le guste o no, hoy debemos cerrar
filas en torno a Guaidó, quien, en definitiva, ha sido el único político que ha
llevado el proceso de liberación con paso firme; es el único interlocutor
válido con el mundo y es el único que ha podido mantener a raya la depredación
partidista desatada por los intereses individuales de quienes intentan defender
parcelas y parecen no darse cuenta de que mientras no se recupere la democracia
todos los esfuerzos serán en vano.
La
desaparición forzosa del primer vicepresidente de la Asamblea Nacional debería
obligar a más de uno a poner sus barbas en remojo. O trabajamos juntos en la
recuperación de la democracia o todos seremos blanco de la violencia oficial. O
seguimos en las calles exigiendo nuestros derechos fundamentales o nos
exterminan como ciudadanos.
Aunque
la responsabilidad última en la toma de decisiones recae sobre Guaidó, todos
tenemos responsabilidad en este proceso. Nos debemos un mejor país. A todos nos
calzan las palabras que en uno de sus momentos más álgidos pronunciara el ex
presidente Carlos Andrés Pérez: "La historia es la que absuelve o condena.
Le pertenezco a la historia, no a las encuestas, no a los políticos insensatos
ni a los aventureros. Por ello repito: manos a la obra".
Gladys
Socorro
@gladyssocorro
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