Por Fernando Pereira
“Soy lo que soy gracias a
los golpes que me dieron mis padres” “En la escuela me arrodillaban en el sol y
pude salir adelante porque la letra con sangre entra”
Expresiones de este tenor
las escuchamos a diario en actividades con padres y familias en escuelas y
comunidades de distintas realidades. El dolor se relaciona con una
estrategia necesaria e inevitable para lograr formar personas de bien.
Con frecuencia, en esas
mismas actividades, escuchamos comentarios de preocupación sobre como
la violencia se hace presente en la sociedad. Nos escandalizamos
cuando se utilizan métodos violentos para resolver conflictos, cuando se atenta
contra la integridad personal de alguien para obtener algo a cambio. Escuchamos
con atención y mucha preocupación las noticias sobre hechos en los cuales se
reseñan víctimas de la represión por abuso de poder, por pensar o ser
diferente.
La violencia en los centros
educativos o a través de los celulares e Internet también suele preocupar
y generar reacciones por parte de educadores, familias… Sin embargo, la
violencia hacia los niños en el hogar se mantiene en el ámbito privado, se
asume como parte de la cotidianidad.
En muchas de nuestras casas
recurrimos a los métodos que utilizaron en nuestra crianza sin preguntarnos si
son o no violentos-
¿Qué dice la ley?
La Ley Orgánica para la
Protección del Niño, Niña y Adolescente (Artículo 32-A) lo define así:
Se entiende por castigo
físico el uso de la fuerza, en ejercicio de las potestades de crianza o
educación, con la intención de causar algún grado de dolor o incomodidad
corporal con el fin de corregir, controlar o cambiar el comportamiento de los
niños, niñas y adolescentes, siempre que no constituyan un hecho punible.
Se entiende por castigo
humillante cualquier trato ofensivo, denigrante, desvalorizador, estigmatizante
o ridiculizador, realizado en ejercicio de las potestades de crianza o
educación, con el fin de corregir, controlar o cambiar el comportamiento de los
niños, niñas y adolescentes, siempre que no constituyan un hecho punible.
Razones para hacerlo
diferente
No se trata de un capricho
que está en la ley o de una moda que se quiere imponer. A través de los
castigos, golpes, agresiones, ofensas enseñamos a nuestros hijos a:
Relacionar el amor y la
violencia: “Te pego porque soy tu papá y te quiero”;
“Quien bien te quiere te
hará llorar”; “Pegarte me duele más a mí que a ti”.
Unir la autoridad y la violencia:
“Te pego para hacerte un hombre de bien”.
A legitimar y utilizar la
violencia como una forma de resolver conflictos.
Deteriorar su autoestima:
“Soy tan malo como lo que me dicen y hacen”
Cuando los niños crecen bajo
estos modelos entienden que la violencia, el castigo y la agresión son modos
válidos de relación por lo tanto cuando en la escuela tiene diferencias con
otros les pegan y cuando llaman al representante para hacer el reclamo,
la mamá o el papá, le pega al hijo porque le pegó a un compañerito de clases.
Se considera que los padres
que castigan a sus hijos porque los quieren o tienen deseos de ser “mejores
personas”. La pregunta es ¿somos mejores personas porque nos pegaron o por la
posibilidades que nos dieron para formarnos y descubrir nuestros talentos,
habilidades, destrezas? Puede ser que la respuesta sea: por ambas cosas, pero
la realidad es que la violencia no nos hace mejores seres humanos, las
heridas físicas o emocionales dejan marcas que nunca se borran. Seguramente
queremos que nuestros niños nos recuerden con amor y no con rencor, si es así,
la violencia no es la mejor aliada, porque engendra odio, resentimiento, deseos
de venganza…
El castigo no educa
Criar a nuestras hijas
requiere dedicación, preocupación, tiempo. Los frutos de nuestra crianza se
recogen en la adolescencia, cuando el joven entra en la adultez con las
herramientas necesarias para asumir su vida.
Se pueden establecer
límites, construir relaciones de respeto y educar para la responsabilidad sin
utilizar la violencia. Si no queremos un país sumido en la violencia no podemos
educar a nuestros hijos enseñándoles que la violencia es la única alternativa.
El castigo, los golpes, palabras hirientes y el miedo no educan; hacen daño.
Foto: https://eresmama.com/
09-05-19
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