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lunes, 2 de diciembre de 2019

¿Ha perdido importancia Venezuela como problema global? Por @polis360



Por Piero Trepiccione


En las últimas semanas Venezuela ha dejado de protagonizar los principales titulares de los medios occidentales y de buena parte del mundo. Otros hechos, otros acontecimientos han arrebatado el gran espacio al que nos habíamos acostumbrado. El surgimiento de conflictos de carácter muy noticioso en Chile, Colombia, Bolivia, Nicaragua, Honduras, Brasil, Haití, entre otros, han sorprendido a la geopolítica global y le han dado un nuevo rumbo a Latinoamérica como eje de debate acerca de la calidad y profundidad de las democracias de la región. Pero, con todo el ruido que se ha generado en el ecosistema continental ¿De verdad, Venezuela, ha perdido el peso estratégico de su conflicto interno en las agencias de inteligencia internacionales?

Pero la  realidad, más allá de las situaciones conflictivas que han reflejado un deterioro profundo de las instituciones democráticas en la región y su impacto en el manejo de las economías nacionales, nos muestra una complejidad del caso Venezolano que trasciende todo lo demás y la coloca como eje central de una fuerza ideológica y política que irradió y aún hoy, lo hace, una especie de virus que ha personalizado el concepto del poder en lo que constituye un retroceso de por lo menos dos siglos.

El fenómeno del hiperliderazgo asociado al Poder Ejecutivo colocado como el más fuerte en el ejercicio de la institucionalidad, trastocó la noción de democracia en Venezuela haciendo perder los contrapesos necesarios al poder y al individuo con facultad de mando. Esta práctica, gracias a la diplomacia petrolera, se expandió hacia todos los países de la región. Muchos de ellos, inclusive, cayeron al canto ideológico y ganaron elecciones competitivas para luego asumir el poder y cercenar las posibilidades de la alternabilidad. En los países que no tomaron el poder, como el caso de Chile y Colombia en particular, lograron sembrar tesis organizativas que aprovecharan las debilidades y las deficiencias de los gobiernos para alinear los descontentos hacia las formas políticas sugeridas en el formato ideológico.


Aunado a ello, nos encontramos con la particularísima migración venezolana que según la propia Acnur, pudiera superar a la de Siria en 2020. Este fenómeno, producto de la combinación fórmula ideológica más torpeza en el manejo de la economía, alimenta la precariedad de más de cinco millones de personas más los países receptores que ya comienzan a percibir deterioros en sus infraestructuras económicas y de servicios por el volumen de la distorsión. Un país con las dimensiones territoriales, económicas y poblacionales de Venezuela enmarcado en un conflicto político de larga data y sin horizonte claro, complejiza una situación que lo sigue definiendo como problema global.
En suma, quizás ya no ocupemos tanto espacio noticioso en medios internacionales. Quizás en este momento, el signo de la fragmentación del descontento difiera con la concentración del mismo en el primer trimestre de este año. Quizás el liderazgo político opositor en sus miradas omblicales, pueda estar generando una desconexión peligrosa con el sentimiento nacional.  Quizás, el país se muestre absolutamente controlado por los factores de poder asociados a Nicolás Maduro y se haya diluido la posibilidad de un cambio político. Pero la realidad nos muestra a un país cuya coyuntura política está afectando a todo el hemisferio occidental sin distingos de ninguna índole. Por lo tanto, Venezuela sigue siendo un problema global y como tal, las agencias diplomáticas y de inteligencia lo califican en consecuencia. Venezuela hoy más que nunca, es un volcán social a punto de ebullición.

01-12-19






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