Por Ramón Guillermo Aveledo
Este tiempo de emergencia
sanitaria mundial, con secuelas económicas cuantiosas y todavía incalculables
consecuencias políticas y sociales, así como una prueba para la situación
institucional y organizativa de las naciones y sus capacidades de reacción, ha
significado un reto inusitado para los liderazgos.
Muy comentado en todas
partes han sido el discurso a sus compatriotas y las decisiones de gobierno de
la canciller alemana Angela Merkel, sin duda una de las grandes estadistas que
quedan en el planeta. Nos demuestra una vez más su temple, ya de salida, con el
desgaste de una permanencia prolongada en el poder, siempre en una democracia
funcional y efectiva y la emergencia de populismos que por su rápida expansión
y lo destructivo vienen siendo como el virus de la política. “Tómenselo en
serio” dijo a su pueblo y comparó el desafío nacional, no con la exigente
reunificación de hace treinta años, sino con la II Guerra Mundial a la cual los
llevaron la dictadura nacional socialista y su liderazgo insensato, tras la
cual la nación quedó destruida, humillada y dividida. Un desafío –lo
caracterizó- “que dependa tanto de nuestra actuación común y solidaria”.
La lucha durará dos años,
estimó, y afectará a un elevado porcentaje de la población alemana. Las medidas
de aislamiento que hay que acatar, son temporales para ralentizar la extensión
del virus y ganar tiempo. Hay que tener paciencia. No gastó un segundo en
repartir culpas ni intentar usar la pandemia para atacar rivales políticos, que
como todo líder los tiene. Simplemente asume su responsabilidad y toma
decisiones procurando promover la “acción común y solidaria”. Lo repito porque
ahí está la clave para forjar un liderazgo nacional.
La acción común y solidaria
es la respuesta de las sociedades que salen adelante. No es carga que se impone
por decreto, es compromiso libre. Y el liderazgo está para promoverlo,
comenzando por predicar con el ejemplo de su propia responsabilidad. Aquí, no
puedo evitar reseñar lo irritante que nos resulta oír el perifoneo recordando
lavarse las manos, cuando el servicio de agua en nuestras casas es de calidad e
irregularidad penosas. En Cuaresma, como estamos, es inevitable recordar a
Pilatos.
Antes les he comentado las
virtudes del liderazgo. Las cualidades que hacen falta. Y con Roberts
recordamos la capacidad inspiradora de Churchill, a quien nadie veía
sobrehumano, etéreo o en un plano distinto al resto de los mortales. Inspiró
porque en difícil y crucial momento de su larga historia logró promover en su
pueblo las capacidades y la fuerza para no rendirse y salir adelante.
Aquí, el maestro García
Pelayo, delineó las cinco cualidades del saber político práctico: (1)
Conciencia de la finalidad, saber qué se quiere; (2) Conciencia de la
posibilidad, saber que se puede; (3) Conocimiento de la instrumentalidad, saber
qué hacer; (4) Sentido de la oportunidad, saber cuándo hacerlo; y (5)
Razonabilidad, saber cómo hay que hacerlo. La insistencia no sobra, como
tampoco volver a Weber, quien por considerarlas “decisivamente importantes”,
pedía a los líderes responsabilidad y mesura.
Grande en las ideas y el
modo de expresarse en nuestra lengua, Azorín aporta características del
político, empezando por la fortaleza. Escojo dos para no abusar de la
cuarentena con texto demasiado largo. Una es la eubolia, la virtud de ser
discreto de lengua y no decir si no lo que hay que decir. La otra es desdén
para el elogio. La adulación, versión afectiva de la estafa, miente. No le
crea.
07-04-20
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