LEOPOLDO LÓPEZ MENDOZA 07 de abril de 2020
@leopoldolopez
El
dirigente opositor venezolano, refugiado desde abril de 2019 en la Embajada de
España en Caracas, plantea en esta tribuna, la primera que escribe desde entonces,
una propuesta a todos los sectores políticos para salir de la grave crisis por
la que atraviesa el país
El
esfuerzo por afrontar la crisis de la Covid-19 en Venezuela es inseparable de
la lucha en contra de la dictadura. No son, como intenta promover el régimen,
ámbitos que puedan resolverse separadamente. Ni se podría, tampoco, entregar
recursos financieros o de otra índole, a un dictador que roba todo cuanto
encuentra a su paso: un poder que ha demostrado su naturaleza delincuente.
No es posible enfrentar la pandemia sin enfrentar al
dictador. Y ello, en lo esencial, porque la responsabilidad absoluta de la
debacle venezolana es de Nicolás Maduro. A esta hora, cuando los contagios
avanzan en todo el país, la dictadura y la pandemia constituyen para los
demócratas un único y simultáneo objetivo.
Tanto los sistemas de salud como los servicios
públicos y la industria petrolera han sido destruidos y saqueados por el
régimen. El país, que por su población debería contar con, al menos, 100.000
camas hospitalarias, no alcanza las 15.000. Es decir, la capacidad está hoy muy
por debajo del 20% mínimo necesario. Más alarmante aun, es el dato de la
disponibilidad de UCI con respiradores mecánicos: solo 84 en el sector público
y 120 en el privado. Apenas 200 unidades para responder a una enfermedad que
ataca el funcionamiento de los pulmones y que si llegara a afectar a la mitad
de la población como se estima en la mayoría de los países, se requerirán al
menos 150.000 atenciones en cuidados intensivos.
La narcodictadura ha convertido la pandemia en su
escudo humano
Las denuncias y testimonios de médicos, paramédicos,
sindicatos y usuarios de los hospitales son unánimes: el sistema hospitalario
venezolano está en ruinas. Muchos no tienen agua —léase bien: hospitales sin
agua—, el más elemental e imprescindible recurso para la acción sanitaria y el
insumo básico para la recomendación elemental: lavarse las manos. En la mayoría
son recurrentes los fallos del servicio eléctrico —léase bien: hospitales sin
energía eléctrica—. Todos, absolutamente todos, carecen de los insumos mínimos
básicos para atender a los pacientes y para proteger a los profesionales de
salud. No hay batas, gorros, guantes, mascarillas, provisiones de alcohol,
jabón y demás artículos para evitar la multiplicación acelerada de los
contagios. No hay medicamentos —léase bien: hospitales sin medicamentos—. No
hay desinfectantes. El único recurso con el que cuentan, es la voluntad de los
trabajadores de la salud, que ahora mismo se preguntan cómo harán para salvar
las vidas de los enfermos, cuando la mayoría tiene dificultad para llegar a su
centro de salud por la falta de combustible que ha paralizado al país durante
los últimos días. Han sido las políticas encabezadas por Maduro las que han
creado esta hecatombe.
La preocupación que me impulsa a escribir este
artículo no se origina solo en la catástrofe del sistema público de salud. En
el centro de nuestra angustia está el crecimiento de la precariedad, el cada
vez más acusado deterioro de las condiciones de vida de la inmensa mayoría de
los venezolanos. Tenemos los demócratas de Venezuela y del mundo que pulsar el
botón de alarma cuando leemos que menos del 7% de la población dispone de agua
potable constante y que casi el 18% no la recibe nunca. Hay que pulsar el botón
de alarma cuando leemos que menos del 10% recibe un servicio eléctrico
constante. Hay que levantar la voz en todos los escenarios, para decir que solo
el 6% de la población tiene acceso garantizado a los alimentos necesarios para
vivir. Hay que hacer lo indecible para llamar la atención del mundo, para
advertir de que, ahora mismo, menos del 1% tiene acceso al combustible. Lo
repito: la responsabilidad exclusiva de la casi inexistencia de servicios
públicos y de combustibles es del dictador.
Debemos actuar sin demoras para evitar que la
enfermedad arrase el país
Debo agregar que, en nuestro país, el 87% de las
familias no tienen el dinero que les permita quedarse en su casa sin salir a la
calle en búsqueda de sustento. Ni un día. No tienen alimentos en sus alacenas,
ni desinfectantes, ni jabón, ni agua —insisto en ello—. Al menos dos tercios,
tienen una edad biológica que no se corresponde con el tiempo real de vida: sus
cuerpos han envejecido, producto del hambre, las enfermedades y las condiciones
en las que viven. Un cuerpo desnutrido es campo fértil para el virus.
La primera ola de la Covid-19, que tuvo su epicentro
en la región asiática, enseñó el papel precioso que la información cumple como
una barrera a la enfermedad. La segunda ola, en pleno desarrollo en Europa, ha
puesto a prueba las capacidades de respuesta de Gobiernos y sistemas
sanitarios. En ello consisten sus principales lecciones. La tercera ola, de la
que Venezuela es parte, tiene sus principales focos en América Latina y África,
donde la diseminación del virus podría sobrepasar las peores previsiones. Una
tercera ola que apenas comienza y que la OMS ha recomendado a los países en
desarrollo a “prepararse para lo peor”.
¿Qué acciones ha tomado la dictadura de Nicolás Maduro
para responder a la acción de la Covid-19? En primer lugar, hacer chistes y
minimizar el peligro y crear una falsa expectativa de control. A continuación,
mentir: afirmar, con arrogancia, que el Gobierno dispone de todos los recursos
necesarios. Luego, aprovechar la coyuntura, para pedirle a su denostado Fondo
Monetario Internacional, 5.000 millones de dólares. De seguidas, militarizar el
país y convertir la venta de combustible en una —otra— gigantesca red de
corrupción y controles políticos, y lo más grave, ha arreciado la represión
metiendo presos a médicos y periodistas que se han atrevido a alzar la voz, así
como a muchos miembros del equipo cercano del presidente Guaidó, cuya
persecución ha cobrado mayor intensidad durante la pandemia. Nadie puede
llamarse a engaño: la narcodictadura ha convertido el coronavirus en su escudo
humano, en su herramienta, en la excusa que necesitaba para prolongar la
usurpación, aumentando el control social y la represión.
Un Gobierno de emergencia podrá habilitar los recursos
necesarios
Maduro se ha fundido con el virus. Son una misma
entidad, a la que no es posible conceder una tregua. Hay que combatirla en
todos los terrenos, sin descanso. Tenemos la responsabilidad de actuar sin
demoras para evitar que la pandemia arrase a Venezuela. El Gobierno Interino,
bajo el liderazgo del presidente Juan Guaidó ha planteado una ruta para la
solución:
1. Conformar un Gobierno de Emergencia Nacional con
representación de todos los sectores del país. Para que sea ajustado a nuestra
Constitución y pueda reinsertarse plenamente en la comunidad internacional, no
puede ser conducido por imputados con cargos de narcotráfico o terrorismo, ni
por violadores de derechos humanos.
2. Delegar en el Consejo de Estado las competencias
ejecutivas para atender la emergencia, hasta la celebración de elecciones
presidenciales libres.
3. Una vez constituido el Gobierno de Emergencia, se
levantarán progresivamente las sanciones.
4. Fortalecer la presencia y capacidad de acción de
agencias internacionales humanitarias y de derechos humanos en territorio
venezolano.
5. Aprobar una Ley de Garantías que genere los mecanismos
para garantizar la estabilidad nacional y la atención y reparación de las
víctimas.
6. Ejecutar un plan de emergencia nacional con apoyo
humanitario y financiero internacional que permita dotar a los hospitales de
insumos médicos, ayuda humanitaria alimentaria, subsidios directos para la
población más vulnerable, importación de gasolina y gas para abastecer al país,
facilitar el acceso al agua, entre otras prioridades.
7. Realizar elecciones libres en un plazo no mayor de 6 a
12 meses, imprescindibles para resolver la crisis política y retomar el hilo
constitucional y democrático de Venezuela.
Esta propuesta es incluyente, goza con amplio apoyo de
la comunidad internacional y está dirigida a todos los sectores, tanto a los
sectores democráticos y a quienes hacen vida dentro del Estado venezolano, en
particular en el ámbito militar, e incluso a aquellos quienes siendo del
círculo cercano del dictador y dándose cuenta de que este está perdido, decidan
evitarle más traumas a nuestro pueblo a cambio de algunos beneficios que la
justicia internacional ha manifestado estar de acuerdo en dar.
La propuesta ha recibido el pronto apoyo de Estados
Unidos y de países de Europa y América Latina, que ya suman un total de 47
países. Ese Gobierno de emergencia podrá habilitar, muy rápidamente, los
recursos financieros necesarios y la ayuda de las agencias internacionales para
la enorme tarea que sería necesario abordar.
Pero, debo insistir en esto, es una sola lucha: contra
esa entidad única y asesina que conforman la dictadura y la pandemia.
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