Luis Ugalde S.J. 14 de noviembre de 2020
Para reconstruir a Venezuela tenemos que evitar que la
ruina nacional impuesta por la igualdad socialista-estatista nos lleve a pensar
que la solución es botar por la borda la igualdad y navegar con el vigoroso
viento del individualismo con las velas desplegadas de la desigualdad.
Sorprende que incluso personas consideradas ilustradas y liberales despojen al
liberalismo político de sus éxitos en la lucha por la libertad y la igualdad en
la aurora de la República moderna.
Ideas sacrílegas. Juan
Germán Roscio con su pensamiento y acción cristiano-liberal es el venezolano
civil de mayor influencia en nuestra Primera República. Ya en 1799 defendió el
derecho de una parda a usar una alfombra para arrodillarse en la iglesia, lo
que era privilegio excluyente de los mantuanos. “Los hombres- alega Roscio-
nacieron todos libres y todos son igualmente nobles, como formados
de una misma masa y criados a imagen y semejanza de Dios”. Esta afirmación
llenó a muchos mantuanos de “¡horror y de asombro!” y las ideas igualitarias de
Roscio fueron tachadas por el censor de “subversivas, heréticas, sacrílegas y
sanguinarias”. Como el comunismo del papa Francisco y el castrochavismo de Biden.
Roscio defendía que la sociedad solo debe reconocer méritos y virtudes
personales y que los esclavos por sus virtudes podían ser “más nobles que los
mantuanos”.
Igualdad de desiguales. No hay dos personas iguales ni siquiera los
hermanos gemelos. Pero no aceptamosla discriminación, ni estamental ni
individual. La condición humana es violada cuando el poder impone las
diferencias estamentales como categorías estáticas y hereditarias, y las
alimenta con la falsa idea de que unos por nacer en un estamento social son
superiores sin necesidad de méritos ni aportes personales.
La utopía de una sociedad igualitaria genera grandes
movimientos históricos para crear sociedades justas e igualadoras. Muchas
discriminaciones se han superado en la república moderna, pero el igualitarismo
comunista-estatista y represivo fracasó. El motor de la creatividad humana es
el deseo interno individual de la superación. En todas las sociedades el mejor
desempeño debe recibir más premios de acuerdo con los desiguales aportes y
méritos. Somos de condición igual por naturaleza, pero desiguales en el
desempeño.
La revolución industrial transformó la economía y
desató la creatividad empresarial con un capitalismo que revoluciona
permanentemente las fuerzas productivas. Pero la lucha por el predominio del
más fuerte termina en diferencias insostenibles y trae guerras internas y
externas muy destructivas. Europa en el siglo XIX y la primera mitad del XX
realiza una increíble revolución productiva, pero con permanentes conflictos y luchas
sociales nacionales y dos costosísimas guerras mundiales con cien millones de
muertos.
Para que ello no ocurra el liberalismo político
propone un pacto social solidario para el bien común de todos, que elimina las
discriminaciones estamentales, reconoce derechos humanos, establece una
Constitución superior que obliga a todos y crea instituciones para que el
bienestar llegue a toda la sociedad. El
liberalismo político no fue solo una discusión teórica, sino una auténtica
liberación de la monarquía absoluta, del sistema esclavista y de las barreras
estamentales de castas.
Igualitarismo retrógrado. Toda economía sana es diferenciadora, pues debe
ganar más quien más produce y la creatividad y la calidad han de ser premiadas.
Pero las diferencias y oposiciones extremas llevan a las luchas sociales y a
las guerras más destructivas.
Por eso es imprescindible el pacto político-social
ciudadano que afirma y se compromete a tres igualdades entre personas
desiguales: Igual dignidad de todos, iguales derechos humanos e iguales
oportunidades. En ese marco de igualdades se mueven las desigualdades
humanas y se crean instituciones solidarias dotadas de vasos comunicantes y
amortiguadores de conflictos. En la Revolución Rusa y las que le siguieron se
impuso desde el Estado el igualitarismo salarial y se suprimieron la empresa
privada y la ganancia diferenciadora. Solo empresas estatales. La copia cubana
tuvo el mismo fracaso productivo luego de 60 años de poder exclusivo y los
“revolucionarios” de Venezuela sumisos a los pontífices del empobrecimiento
cubano predicaron una economía con empresas estatales sin ganancia, sin
creatividad y sin productividad. Hoy en Venezuela no hay producción ni
igualdad. La “igualdad de oportunidades” es una palabra cínica donde 90% carece
de oportunidades y la educación está en ruina. La igualdad de dignidad y de
derechos humanos es una burla cuando solo son “patriotas” un puñado de
usurpadores del poder y el resto somos “traidores” y enemigos, sin derechos ni
dignidad.
Venezuela renacerá con principios humanos firmes y una
lucha decidida por las tres igualdades, sabiendo que somos distintos y de que
el necesario estímulo a la productividad está en la diferencia de premios y
logros por desigual desempeño. Son necesarias las puertas abiertas a la
creatividad, innovación, productividad, y desarrollo del talento personal que
estimula la economía social libre con garantías jurídicas.
No es solo una discusión teórica, sino un muy doloroso
logro y aprendizaje histórico. El beneficio a la larga solo es sostenible si
abarca a toda la sociedad. La empresa y la política no son unos contra otros,
sino juntos beneficiándose unos y otros.
Luis Ugalde S.J.
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