Por Hugo Prieto
No se trata de pasar por
imparcial o de ensayar el papel de equilibrista, pero el conflicto político ha
escalado, en el terreno electoral, hasta cotas realmente increíbles y,
obviamente, despierta un hastío asombroso. La elección parlamentaria de 2020,
que tendrá lugar el 6 de diciembre, nos retrotrae a una situación similar a la
que vivimos en 2005. No sólo por la abstención de las fuerzas opositoras, sino
por el ventajismo y las continuas violaciones a la Constitución, en la que han
incurrido instituciones como el Tribunal Supremo de Justicia y el propio
Consejo Nacional Electoral.
La oposición quizás debió
insistir y luchar por mejores condiciones electorales, pero no lo hizo. En
cambio, menospreció la gestión de Josep Borrell -alto representante de la Unión
Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad- y se concentró en una
consulta que apunta a la continuidad de la actual directiva presidida por Juan
Guaidó y con dos preguntas que son un ejemplo acabado de galimatías. Quien
habla esta vez es Luis Lander, director del Observatorio Electoral
Venezolano.
En 2015, hubo un uso
indebido de recursos públicos en las elecciones parlamentarias. El CNE no fue imparcial
ni riguroso en la aplicación de las normas. Sin embargo, el resultado fue el
que conocemos. A partir de ese año lo que hemos visto es un continuo y profundo
deterioro del sistema electoral venezolano. ¿Podría mencionar cuáles fueron los
puntos neurálgicos de ese proceso?
Necesariamente hay que poner
las cosas en contexto. Desde que el oficialismo llegó al poder (1998), se
hicieron esfuerzos para automatizar el sistema electoral venezolano. Recordarás
a Indra, la empresa española que inicialmente se vinculó a ese proceso, pero no
se llegó a nada; entre otras cosas, porque Indra no hizo público el software de
las máquinas. El argumento fue que era parte de su propiedad intelectual. Eso
hizo que el CNE desechara esa empresa y terminara casándose con Smartmatic. Ese
matrimonio duró hasta 2017. Durante todos estos años, el oficialismo ha hecho
uso de los recursos públicos -emisoras de radio, plantas televisivas, unidades
de transporte, entre otras cosas- para favorecer a sus candidatos, lo que ha
producido una gran desventaja con respecto a cualquier otra opción política.
Pero hay que decir que el día de las elecciones, con ese sistema automatizado,
los numeritos se contaban y se contaban bien. ¿Se hicieron denuncias de fraude
en procesos anteriores? Sí, pero nunca se demostraron. Pasaba algo similar a lo
que está ocurriendo con Trump actualmente. Denuncia que le robaron la elección,
pero no aporta pruebas. Insisto, hubo ventajismo y uso indebido de recursos
públicos no sólo en 2015, sino en procesos anteriores (incluidas las
elecciones presidenciales y regionales), pero todas ellas habían sido
favorables al oficialismo. Si los votos se contaban con un sistema
automatizado, el oficialismo se sentía cómodo. Pero esa situación se trastocó
en 2015, a raíz de los resultados que ya todos conocemos.
Venezuela construyó un
sistema automatizado que permitía, según sus propias palabras, que «los
numeritos se contaban y se contaban bien». Entonces, ¿lo único que tenemos que
reprocharle al oficialismo es el ventajismo y el uso indebido de los recursos
públicos en función de sus candidatos?
No es un reproche menor y lo
que dices, «lo único que», no cabe ahí. El hecho de que un gobierno, en una
campaña electoral, use de manera absolutamente abusiva los recursos públicos
para apoyar sus candidaturas no es un hecho menor. Y debería ser absolutamente
inaceptable. Bueno, lo que ocurrió en el referéndum de 2004, las encuestas
señalaban que el Gobierno lo iba a perder. Entonces, Chávez, de manera muy
agresiva, comenzó a desarrollar las misiones sociales (particularmente Barrio
Adentro) y eso tuvo un impacto muy fuerte. Cuando el oficialismo advirtió que
con esa acción pública se habían revertido los niveles de rechazo, dejó que se
realizara el referéndum y obtuvo los resultados que obtuvo. El uso de políticas
públicas en función de obtener resultados electorales es muy reprochable. Lo
cual no quiere decir que se pueda reconocer que el día de la votación se obtuvo
el resultado que se dio a conocer ese día. Vuelvo y repito. Decir que se hizo
uso indebido de los recursos públicos, todos esos años, no es un asunto menor.
Es un asunto mayúsculo. Obviamente, esas no son elecciones equilibradas, justas
y del todo legítimas, precisamente, porque los recursos públicos se orientan
hacia una sola fracción de la sociedad -la que simpatiza con el Gobierno-
cuando deberían ser para todos.
¿No podemos hablar de
fraude?
Si se habla de fraude, en el
sentido más estricto de la palabra, uno siempre piensa que se refiere a una
alteración numérica de los resultados electorales, que la gente votó de una
manera y los resultados se sumaron de otra manera. Eso, efectivamente, ocurrió
en las elecciones regionales, cuando le quitaron la gobernación de Bolívar a
Andrés Velázquez, quien demostró actas en mano que los números habían sido
modificados. Ese es el fraude más grueso que se debió procesar.
No sólo es el fraude a que
hizo referencia, sino las disposiciones arbitrarias del CNE, entre otras, la
alteración de los lapsos constitucionales de autoridades municipales y la
reducción notoria de los plazos para la actualización del Registro Electoral
Permanente, por ejemplo. ¿De qué estamos hablando?
No sólo eso, el oficialismo
ha desconocido resultados electorales cuando pierde una gobernación y designa a
un “protector”, que les quita recursos y atribuciones a gobernadores
opositores. Incluso, lo ha hecho en alcaldías. En el Municipio Tovar del Estado
Aragua ganó un alcalde opositor. ¿Qué hizo el oficialismo? Le nombró un
protector. Más grave que eso, en diciembre de 2015 se introdujo una demanda en
la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia. Ahora era el oficialismo el
que cantó fraude en la elección de los tres diputados de Amazonas y el diputado
indígena de la circunscripción sur (Apure Amazonas). La Sala Electoral decide
revertir la proclamación de esos diputados y el estado Amazonas se queda sin
representación en la Asamblea Nacional.
Ya eso es historia.
Sí, es parte de la historia
de la destrucción institucional del país.
Luis Lander retratado por Gabriel Méndez
Más allá de las decisiones
del Ejecutivo, como pudiera ser el nombramiento de protectores, quisiera
centrarme en la cuestión electoral. A partir de 2015, se violentan leyes y
disposiciones en esa materia y en buena medida el papel lo cumple el CNE.
¿Podría mencionar algunas violaciones a la ley, digamos, que le dan continuidad
al deterioro del sistema electoral?
Varias cosas. Una vez que se
produce la derrota del oficialismo en las elecciones parlamentarias de 2015,
las fuerzas opositoras, mediante un procedimiento un poco accidentado, terminan
impulsando la idea del referéndum revocatorio presidencial, que está claramente
contemplado en la Constitución. En eso el CNE hizo una interpretación (de las
normas) bastante halada por los pelos. La Constitución establece que se debe
recoger un número determinado de cifras a escala nacional, entre otras cosas,
porque el presidente se elige nacionalmente. El CNE decidió que las firmas se
tenían que recoger estado por estado. En definitiva, las firmas se recogieron,
pero aquello terminó cuando tribunales penales, sin ninguna competencia
electoral decidieron, casi de forma simultánea y con sentencias muy parecidas
-casi una copia al carbón-, que en el proceso se había cometido fraude y eso
llevó al CNE a decir que las firmas se habían recogido de manera inválida y,
por tanto, no era posible organizar el referéndum revocatorio. Este ejemplo
vale la pena tenerlo presente porque es una manifestación clara de cómo el
poder judicial que hoy tenemos -sin autonomía ni capacidad para dirimir los
conflictos de la sociedad- se introduce en el juego político nacional dictando
sentencias que limitan, digámoslo así, el sufragio en Venezuela. Esto se repite
cuando los tribunales, por ejemplo, deciden quién es el secretario general de
un partido político, cuyo nombramiento corresponde, exclusivamente, a los
militantes de esa organización.
Sí, es la judicialización de
la política, para ir agregando nuevas arbitrariedades y violaciones a la ley.
Lo curioso es cómo se inhabilita a un partido político y luego se revierte esa
decisión, entre otras cosas, porque hay «nuevas autoridades» dispuestas a
plegarse a los designios del CNE. ¿Qué valoración hace alrededor de este
planteamiento?
Eso, claramente, es un
ataque al derecho al libre sufragio. No solamente porque ese derecho implica
que la gente pueda elegir, libremente y sin coacción, a candidatos de su
preferencia, sino porque impide -a los ciudadanos que consideren que tienen
atributos para ser elegibles- que puedan postularse. Se altera y cercena el
funcionamiento de los partidos políticos. Algo que debe quedar claro es que el
oficialismo no hace esto solamente con los partidos opositores -acciones que
obviamente recogen encabezamientos de primera plana en los medios-. Recordemos,
por ejemplo, que hace algunos años se hizo con el MEP cuando ese partido
discutía si formaba parte o no del gran Polo Patriótico. Hubo una
decisión judicial a favor de quienes querían participar en esa plataforma
electoral. Algo similar ocurrió con Podemos en otro momento. Ha ocurrido
recientemente con el PPT y con Tupamaros. Alguien dijo por ahí que se estaba
conformando un «ecosistema partidista» favorable al Gobierno. Y, por supuesto,
va a aparecer la tarjeta de AD en las máquinas electorales y habrá mucho
elector, regado por el país, que crea que se trata de la organización que
dirige Ramos Allup y no Bernabé Gutiérrez. Y algo similar va a ocurrir con los
otros partidos. Es una situación electoral no menor, sino mayúscula.
En 2017, los señores de
Smartmatic hicieron una denuncia -alrededor de más de un millón de votos
agregados por el CNE- que nunca fue investigada. A raíz de esa denuncia,
el CNE decidió prescindir de los servicios de esa empresa. Posteriormente,
ocurrió el incendio en Fila de Mariches y ahora tenemos unas máquinas
totalmente nuevas. ¿Realmente podemos confiar en el voto electrónico en
Venezuela? ¿El próximo 6 de diciembre, para utilizar sus palabras, vse van a
contar los numeritos y se van a contar bien»?
Si el CNE, efectivamente,
tuviese la voluntad, la disposición, el coraje, de procurar que los venezolanos
confiemos (en este nuevo sistema electoral automatizado), ha debido hacer un
montón de cosas que no ha hecho, cosas que no son menores y que le generan
desconfianzas al elector común y corriente. Para la adquisición de las nuevas
máquinas, por ejemplo, dado el monto de esa inversión, nunca se hizo una
licitación pública, a pesar de que la legislación venezolana lo establece. ¿Qué
quiere decir eso? Que se hicieron contrataciones que no pasan por procesos de
transparencia y legitimidad. Tampoco se sabe a ciencia cierta cuál es la
empresa proveedora de esas máquinas. El rector suplente, Quintero, ha dicho que
el CNE ha aprendido mucho y ha sido capaz de desarrollar el software de estas
máquinas. Creo que hay razones para poner esa afirmación en duda, entre otras
cosas, porque las auditorías que se hicieron no tienen la calidad de las que se
hicieron en años anteriores. Recientemente, se hizo un simulacro y un número no
despreciable de máquinas presentaron fallas durante el proceso. En ese
simulacro todas las máquinas, todas -quiero insistir-, debieron funcionar
adecuadamente. Y en la transmisión de las auditorias no enseñaron las
pantallas, que es propiamente la auditoria en sí, lo que vimos fue la cara de
la gente que estaba allí, de los auditores. Entonces, no fue, propiamente, un
acto público.
Déjeme hacerle la pregunta
en términos más personales: ¿Luis Lander cree que el próximo 6 de diciembre
«los numeritos se van a contar y se van a contar bien»?
Una pregunta complicada,
porque muchas de estas cosas no son ni blanco ni negro, pero dado el desarrollo
que está teniendo la situación actual, yo me atrevería a creer que sí. Y lo
digo por lo siguiente, todo el proceso previo ha tenido como consecuencia que
la mayoría de la gente que se manifiesta en contra del Gobierno ha decidido no
participar en la elección. Entonces, si van a participar mayoritariamente los
electores que apoyan al Gobierno, obviamente el resultado de antemano, más o
menos, se sabe cuál es. Se pueden contar bien los votos y no hay problema con
eso. Y, además, es de utilidad pública porque le va a servir al Gobierno para
decir: se hizo esta elección, se contaron bien los votos, es un proceso
legítimo y los resultados deben ser reconocidos por todos los venezolanos y por
la comunidad internacional que, en definitiva, es lo que más le interesa al
Gobierno.
¿No es un poco
contradictorio? Habló del software del CNE, de la dudosa calidad de las
auditorías y ahora dice que los votos se van a contar y se van a contar bien.
Porque estamos en una
situación que termina siendo parecida a la elección parlamentaria del 2005. Ese
año, la mayoría de las fuerzas opositoras llamaron a no participar. No
postularon candidatos. En definitiva, ¿qué pasó? Que el oficialismo fue a votar
y votó por sus candidatos. Una cosa similar se puede repetir ahora. ¿Quiere
decir que son unas elecciones pulcras, legítimas? No, son unas elecciones
cargadas de irregularidades.
Sí, se parecen, pero sólo en
el día.
Sí, pero en esta oportunidad
hay muchas más irregularidades que en el 2005. Sin duda.
Aquí se han violentado
fechas con respecto a lo que señala la ley y los periodos constitucionales.
Hubo dirigentes y factores de la comunidad internacional que le pidieron al
Gobierno que pospusiera esta elección. Los señores del Gobierno y del chavismo
dijeron que no, porque «eso sería violar la Constitución». Entonces, ¿cuando se
modificó la fecha, digamos, en otras ocasiones, sí se violó la Constitución?
¿Me lo preguntas?
Por supuesto.
Claro que sí, parece que
estamos en un circo de puros locos. Más que las fechas, que no dejan de ser
importante, para estas elecciones ha habido violaciones más flagrantes. La
manera como fueron designados los rectores del CNE. En esta oportunidad, el TSJ
lo vuelve a hacer, pero hace una cosa que no había hecho antes y que también
viola la Constitución. Designa quién va a ser presidente, quién va a ser
vicepresidente. Es decir, hace la distribución de cargos internos dentro del
CNE cuando la legislación establece, muy claramente, que una vez designados los
rectores, ellos, de su seno, harán la distribución de cargos que corresponde.
Además de eso, el TSJ le otorgó a este CNE atribución legislativa que competen
exclusivamente a la Asamblea Nacional. Bueno, el CNE usurpa funciones de la AN
cuando modifica, por ejemplo, el reglamento para la elección de representantes
indígenas. Pero, además, una cosa verdaderamente escandalosa, cuando se
modifica el número de diputados a elegir, ahora son 277 diputados.
También está la consulta que
adelanta la Asamblea Nacional. ¿Qué diría alrededor de esa consulta?
Sí, vamos a ver dos
elecciones. Pero si uno le aplica el mismo rigor de análisis crítico a esa
consulta que impulsa la AN, salen raspados. La comisión organizadora, por
ejemplo, no tiene nada de imparcial. Es completamente sesgada. Las dos
preguntas que se hacen deberían ser de fácil respuestas, sí o no. Pero en cada
una de ellas se consulta en más de un aspecto. Digamos, se crea un piso
político, aunque los factores de oposición sostienen que la consulta tiene
rango constitucional, para desconocer los resultados del 6 de diciembre. De
esta manera se crea una vía para que haya continuidad para la actual directiva
de la AN. Entonces, se va a producir una situación similar a la de 2017, cuando
hubo una consulta popular y una Asamblea Nacional Constituyente y lo que
importaba, en definitiva, es quien de los dos -en esas elecciones- sacaba más
votos.
15-11-20
https://prodavinci.com/luis-lander-parece-que-estamos-en-un-circo-de-puros-locos/
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