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sábado, 14 de noviembre de 2020

Tenemos que hablar del porno por @cecodap @fernanpereirav

Por Fernando Pereira

Teresa nos contactó por varias redes sociales, estaba muy angustiada pues entró a la habitación y encontró a Luis, su hijo de 12 años, conectado a una página porno. Luis trató de salirse para que su mamá no la viera. Teresa comenta: “Me quedé petrificada, no sabía qué hacer y todavía no se qué decirle”.

Casos como el de Teresa y Luis se repiten en hogares de todo el mundo. El interés por el sexo forma parte de la naturaleza humana (aunque algunos padres lo olvidan). Una revista, un calendario, un juego de cartas, una película, video… servían para satisfacer la curiosidad de diferentes generaciones. Hoy en día el Internet y las redes sociales facilitan el acceso a un volumen de información jamás pensado.


El confinamiento ha aumentado la exposición de los niños a contenidos no aptos para su edad, que no están buscando intencionalmente a través de ventanas emergentes, enlaces de invitación no solicitados, insinuaciones o manipulaciones en salas de juegos con jugadores desconocidos (que se piensa que son niños o adolescentes) y permite se encubran adultos explotadores (grooming), la obtención de fotos o videos de semidesnudos o desnudos a través de la seducción o engaño que después son utilizados para manipular y extorsionar (sexting).

Educar, educar y educar

Ante esta compleja realidad las familias se ven tentadas a pensar que el problema es la conexión a Internet o el dispositivo utilizado. La verdad es que nos está indicando que llegó la hora de hablar de sexo (si no lo hemos hecho como buena parte de las familias). La educación sexual comienza desde el momento en que nuestra hija o hijo nos pregunta cómo nacen los niños o por qué papá tiene pene y mamá una vulva.

Educamos sexualmente aunque no nos lo planteemos explícitamente con lo que decimos o callamos. Si me ruborizo, no se qué contestar, le digo que le pregunte eso a su padre, gestualmente o con nuestras palabras le estamos indicando que es un tema incómodo, del que no se puede hablar abiertamente, incluso que es un asunto sucio y pecaminoso.

El reto entonces es educar más que prohibir. Teresa tiene que conversar con Luis para ver qué estaba viendo, por qué le llama la atención, cuál es la necesidad de información que está buscando; para ver de qué manera puedo apoyar y acompañarlo desde mi rol de adulto.“Tenemos que hablar del porno”, es una Guía para familias sobre el consumo de pornografía en la adolescencia, elaborada por Save the Children de España. Resulta un recurso útil para madres como Teresa de que puede ofrecerle a Luis alguna información sobre la pornografía, como que es algo que usan los y las mayores para disfrutar, o que no representa la forma en que los y las mayores tienen relaciones; orienta que puede añadir que se trata de ficción y no de la vida real. Puedes recurrir a la comida como una buena analogía para explicarlo; por ejemplo, hay alimentos que los niños no pueden tomar, como el café o la cerveza, y que podrán tomar, si quieren, cuando sean mayores. Hay alimentos cuyo uso puede ser beneficioso y su abuso peligroso, como el azúcar. O cómo algunas veces la foto del alimento no se parece en nada a lo que comemos después, por ejemplo.

El porno como fuente de educación sexual

Lo que sí está claro es que el porno no puede constituir (como en efecto lo es) su fuente de la educación sexual. Ante el silencio de padres, madres, maestros, los adolescentes convierten a las pantallas en sus educadoras sin que exista la mediación de la palabra, la pregunta para ayudar a pensar, ser crítico ante patrones de dominación, relaciones sexistas, discriminatorias y violencia de género que se traduce a través de la pornografía.

Con los chicos tenemos que desmenuzar que detrás de esas películas hay una industria que mueve millones de dólares, que quienes participan son actores y actrices tras procesos de castings, que interpretan papeles, un guión orientado por la ficción

¿Cuándo buscar ayuda?

Si el tema es más fuerte que nosotros, si los tabúes de nuestra crianza nos hacen sentir incómodos podemos buscar el apoyo y orientación para conversar con nuestros hijos. La guía que mencionamos arriba nos invita a estar alerta con las siguientes señales:
“Si cada vez necesita mayores cantidades de porno, si el deseo de utilizarlo se vuelve molesto o e incontrolable, si experimenta malestar al no poder acceder al porno, si abandona otras actividades (amigos, amigas, trabajo, estudios) o si aparece insensibilidad al placer erótico en las relaciones «reales». En esos casos, lo más recomendable es acudir a un especialista en psicología y/o sexología para asesorar y ayudar si fuere necesario”.

12-11-20

https://efectococuyo.com/opinion/tenemos-que-hablar-del-porno/

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