Por Fernando Pereira
Teresa nos contactó por
varias redes sociales, estaba muy angustiada pues entró a la habitación y
encontró a Luis, su hijo de 12 años, conectado a una página porno. Luis trató
de salirse para que su mamá no la viera. Teresa comenta: “Me quedé petrificada,
no sabía qué hacer y todavía no se qué decirle”.
Casos como el de Teresa
y Luis se repiten en hogares de todo el mundo. El interés por el sexo
forma parte de la naturaleza humana (aunque algunos padres lo olvidan).
Una revista, un calendario, un juego de cartas, una película, video… servían
para satisfacer la curiosidad de diferentes generaciones. Hoy en día el
Internet y las redes sociales facilitan el acceso a un volumen de información
jamás pensado.
El confinamiento ha
aumentado la exposición de los niños a contenidos no aptos para su edad, que no
están buscando intencionalmente a través de ventanas emergentes, enlaces de
invitación no solicitados, insinuaciones o manipulaciones en salas de juegos
con jugadores desconocidos (que se piensa que son niños o adolescentes) y
permite se encubran adultos explotadores (grooming), la obtención de fotos o
videos de semidesnudos o desnudos a través de la seducción o engaño que después
son utilizados para manipular y extorsionar (sexting).
Educar, educar y educar
Ante esta compleja
realidad las familias se ven tentadas a pensar que el problema es la conexión a
Internet o el dispositivo utilizado. La verdad es que nos está indicando
que llegó la hora de hablar de sexo (si no lo hemos hecho como buena parte
de las familias). La educación sexual comienza desde el momento en que nuestra
hija o hijo nos pregunta cómo nacen los niños o por qué papá tiene pene y mamá
una vulva.
Educamos sexualmente
aunque no nos lo planteemos explícitamente con lo que decimos o callamos. Si me
ruborizo, no se qué contestar, le digo que le pregunte eso a su padre,
gestualmente o con nuestras palabras le estamos indicando que es un tema
incómodo, del que no se puede hablar abiertamente, incluso que es un asunto
sucio y pecaminoso.
El reto entonces es
educar más que prohibir. Teresa tiene que conversar con Luis para ver qué
estaba viendo, por qué le llama la atención, cuál es la necesidad de
información que está buscando; para ver de qué manera puedo apoyar y
acompañarlo desde mi rol de adulto.“Tenemos que hablar del porno”, es una Guía para familias sobre el consumo de pornografía en la
adolescencia, elaborada por Save the Children de España. Resulta
un recurso útil para madres como Teresa de que puede ofrecerle a Luis alguna
información sobre la pornografía, como que es algo que usan los y las mayores
para disfrutar, o que no representa la forma en que los y las mayores tienen
relaciones; orienta que puede añadir que se trata de ficción y no de la vida
real. Puedes recurrir a la comida como una buena analogía para explicarlo;
por ejemplo, hay alimentos que los niños no pueden tomar, como el café o la
cerveza, y que podrán tomar, si quieren, cuando sean mayores. Hay alimentos
cuyo uso puede ser beneficioso y su abuso peligroso, como el azúcar. O cómo
algunas veces la foto del alimento no se parece en nada a lo que comemos
después, por ejemplo.
El porno como fuente de
educación sexual
Lo que sí está claro es
que el porno no puede constituir (como en efecto lo es) su fuente de la
educación sexual. Ante el silencio de padres, madres, maestros, los
adolescentes convierten a las pantallas en sus educadoras sin que exista la
mediación de la palabra, la pregunta para ayudar a pensar, ser crítico ante
patrones de dominación, relaciones sexistas, discriminatorias y violencia de
género que se traduce a través de la pornografía.
Con los chicos tenemos
que desmenuzar que detrás de esas películas hay una industria que mueve
millones de dólares, que quienes participan son actores y actrices tras
procesos de castings, que interpretan papeles, un guión orientado por la
ficción
¿Cuándo buscar ayuda?
Si el tema es más
fuerte que nosotros, si los tabúes de nuestra crianza nos hacen sentir
incómodos podemos buscar el apoyo y orientación para conversar con nuestros
hijos. La guía que mencionamos arriba nos invita a estar alerta con las
siguientes señales:
“Si cada vez necesita mayores cantidades de porno, si el deseo de utilizarlo se
vuelve molesto o e incontrolable, si experimenta malestar al no poder acceder
al porno, si abandona otras actividades (amigos, amigas, trabajo, estudios) o
si aparece insensibilidad al placer erótico en las relaciones «reales». En esos
casos, lo más recomendable es acudir a un especialista en psicología y/o
sexología para asesorar y ayudar si fuere necesario”.
12-11-20
https://efectococuyo.com/opinion/tenemos-que-hablar-del-porno/
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico