Soledad Morillo Belloso 17 de mayo de 2021
@solmorillob
Decían
Joe Napolitan y David Garth al respectivo candidato que asesoraban que
"usted puede escuchar muchos consejos, pero siempre la decisión es suya y
debe tomarla a solas, sopesando todo, poniendo en la balanza las ideas, sin
olvidar jamás que la última palabra siempre la debe tener usted porque, a la
hora de contar, usted será el que pague los costos".
Con
gran preocupación veo que los liderazgos políticos, quizás muy presionados por
las circunstancias, caen en el error de dejarse llevar por asesores que, por
muy preparados y estudiados que sean, por muchas buenas intenciones que los
inspiren, no son los que ocupan las posiciones de liderazgo. Si esos asesores
tuviesen liderazgo propio pues serían ellos los directores de orquesta y los
ciudadanos los verían como esa gente por la que desearían votar para cargos de
elección. No lo son y por tanto no deben llevar la batuta, porque eso es una
terrible distorsión del proceso político.
La
pregunta hoy, en medio de este estado de caminar por el precipicio en el que se
encuentra Venezuela, es si alguien en las verdaderas fuerzas de oposición (los
picados de alacranes no lo son) cree que es posible prosperar en una estrategia
que nos lleve a la salvación nacional si cada grupo y cada liderazgo anda por
su lado, improvisando cada día en la narrativa, suponiéndose el centro del
universo con imán y pisándose los
callos. Si estas alturas algún liderazgo de oposición cree que puede solo, pues
la pelea está perdida.
No
recuerdo en cuál universidad hicieron alguna vez un ejercicio para un estudio que consistía en encerrar en un
recinto por varios días a cuatro personas con ambiciones de mando pero que se
odiaban. El ejercicio consistía en retarlos a hallar la forma de escapar de ese
recinto. Haciendo el cuento corto, los participantes desperdiciaron varios días porque se negaron a trabajar en sinergia.
Cuando cada uno fue fallando en su esfuerzo solitario, entendieron que de allí
solo lograrían salir si trabajaban juntos. Entendieron que se trataba de
construcción de soluciones con liderazgo compartido. Y entonces triunfaron.
Juntos. Unidos.
Digámoslo
de modo claro. Este no es el momento de pensar en quién quiere, quién podría o
quién sería presidente. Eso hoy es
absolutamente irrelevante. Porque para
llegar a eso hay mucho por arreglar y mucho por construir. Este es el momento
de tomar esas (legítimas) aspiraciones individuales, meterlas en un cajón,
ponerles candado anti cizalla y mandarlas a un depósito. No es momento ni hay
espacio para competencias. Es tiempo de buscar toneladas de pega loca. No es
tiempo de grupos, es tiempo de equipos. Para ello no se requiere
desprendimiento o humildad (palabras que suenan muy bonitas); se requiere mucha
inteligencia, mucha sensatez y muchísima madurez.
Descarten
los chismes, las inquinas, la catarata de infundios. No escuchen a quienes no
sean factor de unidad. Es cierto, categóricamente, que la unidad es un medio,
no un fin. Y precisamente por eso, porque es un medio, todo pasa por entender
que ninguno de los liderazgos puede ganar si cree que puede jugar solo o si
pretende que los otros se plieguen como subalternos a su juego. Eso es sufrir
de miopía, hipermetropía, astigmatismo, presbicia y desprendimiento de retina
políticas.
El
rompecabezas tiene muchas piezas. Solo se arma uniéndolas. Y el juego no lo
ganan los dt o los coaches. El juego lo ganan los jugadores. Es a los jugadores
a quienes el país está observando.
Soledad
Morillo Belloso
@solmorillob
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