Ismael Pérez Vigil 08 de mayo de 2021
@Ismael_Perez
La
designación del nuevo CNE ha traído −como se esperaba− polémica, diatribas y
reacciones muy adversas, con posiciones que se ven difíciles de conciliar, dado
el ambiente polarizado e intransigente que vivimos; pero, hay allí personas
cuya trayectoria como opositores no podemos desconocer y más allá de eso, el
tema como tal abre la discusión de importantes problemas políticos para la
oposición, que no podemos omitir, aun a riesgo de insultos y disgusto de amigos
y conocidos.
El
resultado.
Con
relación al resultado final, quedarse en la “aritmética” del CNE −eso de sí
quedaron 4 a 1, 3 a 2, 10 a 5, 5 a 0, 8 a X, etc.− no creo que sea lo
importante, pues el régimen siempre conserva el control; en cualquier caso, en
otras ocasiones con dos rectores hemos hecho poco, con uno hemos hecho más y a
veces, como la última, no logramos nada.
Lo
importante −creo− son dos cosas, la primera es que este resultado, que hace un
mes nadie sospechaba, es una demostración de que a este régimen es posible
forzarlo a negociar y llegar a algunos acuerdos, a pesar de todo su omnímodo
poder; ese me parece que es un resultado que no podemos ignorar y que hay que
seguir trabajando. La segunda cosa importante es preguntarse, esos rectores, a
los que no les faltan conocimientos técnicos ni experiencia política, ¿qué
tanto podrán lograr en cuanto a cambios sustantivos del proceso electoral,
mejores condiciones electorales o en “rescatar la ruta del voto”, como han
dicho, palabras más palabras menos, algunos de ellos? Como dije más arriba, habida
cuenta que el gobierno siempre tiene el control mayoritario de ese organismo,
personalmente me conformaré con que hagan denuncias con información y
conocimiento de causa de lo que pase de ahora en adelante, no de lo que ya
pasó, que por lo demás muchas de las cosas que se dicen nunca nadie las ha
podido demostrar o probar. Con lo que se pueda hacer de ahora en adelante, eso
ya será −para mí− un buen logro.
Fotografía
de la oposición.
Pero
la reflexión importante es: ¿Cómo quedamos en la oposición, después de este
episodio? Y a juzgar por las reacciones y escaramuzas en medios y redes
sociales que hemos visto, creo que no muy bien. Veamos cómo está la oposición.
Sin
contar los “alacranes”, a quienes no considero oposición, en la democrática nos
encontramos con: un sector “radical”, que descarta la vía electoral; un sector
más moderado, que apoya la vía electoral e incluso participa en procesos
electorales y el sector más numeroso del llamado Frente Amplio, hoy nueva
Plataforma Unitaria. A esta oposición democrática hay que añadir ahora otro
sector “moderado”, e igualmente pro vía electoral y negociación, apoyado
fuertemente y conformado básicamente por organizaciones de la sociedad civil,
escisión del Frente Amplio, agrupado en el Foro Cívico, (que presentaron los 15
candidatos a rectores y lograron meter 4 en el CNE).
Sin
incluir a los opositores “radicales”, en la oposición democrática hay varios
sectores que claramente están por la opción de negociar una salida electoral a
la crisis, aunque no necesariamente apoyan todos los procesos electorales y
oscilan entre participar o abstenerse. Y todos estos sectores tienen su
correlato o espejo en el exterior, para facilidad o complicación de la
situación. Es un escenario poco halagüeño, pero es la realidad de la cual hay
que partir.
La
estrategia del régimen.
¿Qué
podrá ocurrir ahora? En primer lugar, consideremos la estrategia del régimen,
que está en desarrollo y aparentemente, con éxito:
- Se atribuyen como un logro suyo la
designación de los cinco rectores del CNE −con dos importantes figuras de
oposición− y tres rectores suplentes incorporados; de los tres suplentes
incorporados, uno es opositor, para quedar así en una relación 5 a 3,
siempre asegurándose el control del organismo.
- La diatriba interna, especialmente contra
los rectores electos, es señal de que el régimen logra su objetivo de
dividir más y profundizar y ensanchar la brecha en la oposición
democrática;
- Se asegura que la Plataforma Unitaria, al
tenor de lo opinado por varios de sus voceros, seguramente lanzará la
política de no participación o abstención en el próximo proceso electoral,
facilitando así un triunfo holgado al gobierno.
- De todas formas, el régimen se tratará de
anotar otro punto pues habrá una participación electoral algo mayor,
arrastrada por los sectores moderados que apoyan a los rectores del Foro
Cívico;
- Aunque seguramente la oposición que
participe logrará algunas gobernaciones más, no muchas, esto no cambiará
el mapa político del país, ni debilitará al régimen, que conservará todo
su poder institucional y de fuerza, a nivel nacional
- Por algunas reacciones que hemos visto, el
régimen está también logrando una cierta flexibilización en la posición de
rechazo de la llamada comunidad internacional.
- Para reforzar esta “matriz” de opinión, es
probable que hasta permita una observación internacional más calificada y
diversa, que abundará más en favor de la imagen de “flexibilidad” y
“apertura” del régimen.
Reitero,
que esta es mi interpretación de la estrategia del régimen, no que sea lo
deseable o lo ya totalmente logrado.
Apoyo
internacional y participación.
Antes
de evaluar la posible estrategia del sector opositor, y dadas las críticas que
he visto en estos días, me pregunto: Primero, con respecto al apoyo
internacional, ¿Cuál ha sido la eficacia práctica de la resolución de la OEA
del 2020? ¿De los comunicados firmados únicamente por el Secretario General? ¿O
del apoyo de 50 países, especialmente los de la UE?, que ni siquiera han
logrado ponerse de acuerdo para homologar o mantener las mismas sanciones. Y
segundo, con respecto a la participación electoral, aunque pueda haber dudas de
su eficacia después de estos 22 años, no puedo dejar de resaltar que también
nos hemos abstenido, oficialmente en tres oportunidades y extraoficialmente, en
algunas más −en 2005, Asamblea Nacional; en 2017, elección de Gobernadores y
alcaldes, posición no oficial; en 2018, elección presidencial y en 2020
Asamblea Nacional−; y ¿de qué nos ha servido? La política de abstención solo
nos ha llevado a tener desmovilizada a la población, a tener una oposición más
fracturada, con enormes fisuras, tras sacarnos los ojos unos a otros en la
discusión del tema.
Eficacia
del apoyo y sanciones internacionales.
Respondiendo
descarnadamente a los interrogantes anteriores, comenzando por el apoyo
internacional, soy de los que cree que algunas sanciones internacionales −sobre
todo las personales− han sido efectivas, han obligado al régimen a negociar, de
alguna u otra manera, este CNE es una demostración; pero, hay otras cuya
efectividad debe ser revisada. Y lo mismo pienso del apoyo de más de 50 países.
Ha obligado al régimen a negociar, a flexibilizarse, pero aunque tengo claro
que nada lograremos sin apoyo internacional, el que tenemos no ha sido
suficiente o no ha sido eficaz. Cabe preguntarse: ¿Por qué no lo ha sido?
No ha
sido eficaz por dos razones; una, porque no es una amenaza creíble, porque no
va a pasar de allí −y el régimen lo sabe− contra lo que algunos esperaban y
deseaban, que era ver una fuerza física que entrara como una tromba desde
Colombia, Brasil y por la costa, enfrentara al régimen y nos liberara; y dos,
porque tenemos un país sumido en una crisis económica y social, agravada por la
pandemia, sin una opción que seguir, con una población desmovilizada,
achantada, consumida por la crisis interna y esperando, no sé qué milagro o una
fuerza del exterior que nos libere.
No
teniendo una fuerza física equivalente a la del régimen, hay que obligarlo a
una negociación y no habrá negociación sin apoyo internacional, pero no habrá
apoyo internacional sin un escenario interno de presión adecuada y este
escenario no existirá con un país inmovilizado, paralizado políticamente como
el que tenemos ahora. Y, ¿Cómo se moviliza a un país diciéndole que todo está
perdido, que no hay nada que hacer, que este régimen es invencible, que siempre
ganan? y un largo etcétera, que el propio régimen ha estimulado, sembrado y
propiciado.
La
participación y la eficacia de la abstención.
Y
participando electoralmente, muchos preguntan, ¿Qué vamos a ganar? ¿Es que esta
gente se va a ir y entregar el gobierno porque le ganemos las elecciones? No,
no lo creo, no soy tan ingenuo como para pensar que eso será así de sencillo;
pero, es mejor eso que decirle a la gente que se quede en casa viendo para el
techo durante los procesos electorales, y viendo cómo la gente, en masa, se va
del país. Desde 2017 tenemos al país inmovilizado esperando quién sabe qué,
porque: “con este CNE no”, porque “votando no se logra nada”, porque “nos hacen
trampa”, porque “si ganamos nos ponen protectores”, etc… Somos víctimas de nuestros
propios demonios y de la estrategia de intimidación, desmoralización y división
de la oposición por parte del régimen, que por lo que vemos ha funcionado y nos
ha llevado al desconocimiento del voto, que ahora hay que estarse preocupando
de cómo recuperarlo. Ya he dicho en ocasiones anteriores que, en el peor de los
casos, la participación electoral es una manera de mantener a la oposición
movilizada, de ganar en niveles organizativos y de conciencia y de educar
políticamente a la población.
La
estrategia opositora.
En
resumen, en cuanto a estrategias, en el campo opositor tendremos que la
Plataforma Unitaria, que es la mayor fuerza opositora, seguramente lanzará la
política de no participación o abstención en el proceso electoral próximo −que
esperemos no se quede en una abstención pasiva, como ha sido en ocasiones
anteriores−. Por otra parte, aunque la diatriba interna continuará entre
partidarios de la participación y la abstención −y especialmente contra los
rectores opositores electos− sin embargo, en el próximo proceso habrá una
participación electoral algo mayor, arrastrada por el sector opositor moderado,
que ahora apoya el Foro Cívico, y que seguramente lograrán algunas
gobernaciones más, no muchas, como para retar la hegemonía del gobierno.
Conclusiones.
La
política es dinámica, cambiante, debe ser evaluada constantemente, no hacerlo
no es mantener una posición coherente o de principios, es convertir esos
principios en una caricatura, en posiciones “principistas”, que es una
desfiguración que impide reflexionar y avanzar. Personalmente, lo he dicho
otras veces, defenderé y apoyaré con toda fuerza y en todo foro a mi alcance,
la opción de participar en el proceso electoral, mientras no se decida una
posición unitaria. Valoro la estrategia de la unidad como algo esencial para
derrotar una dictadura; pero la unidad no puede ser blandida como un chantaje
para impedir que se discuta y mucho menos para descalificar y satanizar
posiciones diferentes, sin plantear ninguna otra alternativa coherente o
efectiva.
No sé
que tanto lograrán los ahora vilipendiados rectores opositores del CNE, en
cuanto a mejorar las condiciones electorales y rescatar el valor del voto;
pero, hay que trascender la discusión de aspectos personales y reconocer que
por lo pronto nos despertaron del soporífero letargo en el que nos encontramos
y está sobre la mesa la necesidad de que la oposición democrática defina con
mayor claridad y premura, no solo los objetivos generales de la lucha contra el
régimen de oprobio, sino también las formas concretas para lograrlo.
El
régimen se ha apropiado de unas consignas como si fueran logros suyos y trata
de mejorar su posición internacional con la supuesta “flexibilización” que eso
supone (la designación de un CNE con rectores opositores, la mayor participación
electoral que seguramente habrá y hasta la observación internacional que a lo
mejor se permita); preocupación fundamental de la oposición debe ser cómo
contrarrestaremos esa pretensión del régimen.
Aunque
muchos en la oposición no crean en la participación electoral, el régimen sí le
teme y también a las sanciones y cede a la presión internacional, por eso −con
todo a su favor, especialmente la fuerza armada− se sienta a negociar y acepta
opositores en el CNE y trata de convencer a la comunidad internacional de que
lo hace porque está siendo “flexible”. Antes de pensar en que lo ocurrido es
otra estratagema suya, hay que sacarle punta a la posibilidad de que haya sido
su fisura interna lo que permitió un CNE con figuras opositoras del relieve de
las que fueron designadas.
Como
oposición democrática y a pesar de que estamos fraccionados y peleando a
cuchilladas, tenemos por delante una doble tarea interna: uno, la de convencer
a la gente de que se movilice, que vote, y organizarla para que, de ser posible,
defienda ese voto, que siempre será mejor que no hacer nada; y dos, convencer a
la comunidad internacional de que aquí hay algo que defender, un pueblo que
resiste y no se ha entregado o resignado, para que nos siga apoyando y que sea
más pro activa en ese apoyo.
¿Es un
camino largo?, sí; ¿Es difícil?, también, pero si alguien tiene una mejor
alternativa, realista, −no el delirio de una hipotética intervención externa o
la ilusión de que nos salvará una resolución de algún organismo internacional−,
es el momento de decirla.
El
panorama que se vislumbra no es halagüeño, pero al menos es un escenario
político interesante, mejor que la pasividad actual. Hay mucho por hacer para
no quedar atrapados y sin salida.
Ismael
Pérez Vigil
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