Omar Estacio Z. 02 de septiembre de 2021
@omarestacio
“Batalla
de Carabobo”, de Martín Tovar y Tovar. Ilustra los episodios más relevantes del
enfrentamiento armado al cual debe su nombre. Salón Elíptico del Capitolio
Federal, Caracas; “Vuelvan Caras”, eternizado sobre el lienzo, por Arturo
Michelena. Galería de Arte Nacional. Representa la temeraria escaramuza del
general Páez en Las Queseras del Medio; “La muerte de Girardot en Bárbula” de
Cristóbal Rojas. Ilustra la inmolación de Atanasio Girardot al intentar clavar
la astabandera nacional en la altura conquistada en aquel combate. Museo
Bolivariano, Traposos a San Jacinto, Caracas; “La Virgen del Valle, en Mata
Siete” de Juan Antonio Rodríguez. Bajo custodia del Santuario de Nuestra Señora
del Valle, Isla de Margarita (Si aún, no se la ha llevado algún chavista
“amigo” de Nueva Esparta). Su temática es la conflagración, en la que las
fuerzas patriotas, con Francisco Esteban Gómez, a la cabeza, pusieron en fuga a
las tropas comandadas por el realista, Pablo Morillo; “Acción de la Sabana de
la Guardia” de Pedro Castillo, gema que se exhibe, en la Casa de Páez,
Valencia. Figurativo del recule definitivo, del mariscal de Campo, Francisco
Tomás Morales, ante el empuje de las huestes independentistas.
Inmortalizar
la épica de la chapuza que se auto atribuyó el remoquete de, Revolución
Bolivariana, no exige, ni el esfuerzo, ni la genialidad de obras maestras como
las ya referidas. Una cosa fue la sublevación viril, enhiesta, poética, que
condujo a nuestra emancipación y otra, el detritus, de unos chafarotes. Son
guapos y apoyados, ante civiles desarmados, pero correlones y asustadizos, en
el lance hombre a hombre. Imposible que un pintor de la talla, digamos de un
Régulo Pérez, más allá de consideraciones políticas, pinte, a un mayor general,
tan madrino, al extremo de arrodillársele a Fidel Castro o zalamero como para
cantarle, a una momia, el “Happy Birthday to You”. El articulista, presenta
excusas, por haber comparado situaciones tan dispares.
Suficiente,
cualquier modesto celular para que queden registradas, las ejecutorias de los
bandoleros desgobernantes. Lo que les falta de la creatividad de las obras de
arte, lo compensan tales aparatejos con la fidelidad de las imágenes captadas.
Aunque, estar en el lugar y momento adecuado, es arte, en cierta manera. En
particular si sus operadores tienen puntería.
Como
la tuvieron en la muy reciente, gresca entre un cura y el comandante de la
Guardia Nacional Bolivariana, de Tovar, estado Mérida (el agresor, terminó
resultando, el peligrosísimo, monseñor Luis Enrique Rojas, Obispo Auxiliar de
aquella circunscripción eclesiástica armado de un crucifijo). El episcopado,
desde Caracas, les había enviado a los tovareños ayuda humanitaria, recolectada
centavo a centavo, para paliar el desastre causado por las recientes
inundaciones. Pero no. El comandantón, en referencia, pretendió, confiscar,
ponerle la mano, a la comida, las cobijas, a las medicinas, adquiridas con las
donaciones, para revenderlas o contrabandearlas. Sus atropellos, no tienen otra
explicación.
Como
la paliza o “pela” que le propinaron, la semana pasada los pobladores, a un
tal, Planché, sargento acantonado por la inefable, Guardia Nacional, “El Honor
no se Divisa”, en las inmediaciones de la Troncal 10, del estado Sucre. La
videograbación, con el auxilio de otro aparato móvil, atestigua que el
apaleado, llorón, cobardón, confiesa -perdones y propósitos de enmienda
incluidos- que, él, su batallón y su capitán, son unos azotes; que golpean a los
parroquianos; que los extorsionan; que los aterrorizan. Más bochornosa aún, ha
sido la reacción del ministro del Interior ante el incidente. Otro militarote
que, sin investigar los supuestos acosos de la tropa, desplegó 200 soldados
para obligar a los lugareños a delatar a los autores del merecido,
“Fuenteovejuna, señor”.
O como
el incidente fronterizo, muy reciente, también, en el que, otro integrante del
nuestro honroso componente militar, fue sorprendido in fraganti, en la ribera
colombiana del río Arauca, tratando de esquilmarles mercadería, a unos modestos
comerciantes que navegaban a bordo de una curiara.
¿Son
éstos, los oficiales, que van a defender nuestra soberanía, contra la
hipotética invasión de una fuerza multinacional? ¿Son, quienes van a echar de
nuestro territorio, a los narcoguerrilleros de las FARC, del ELN; a los
iraníes, chinos, yihadistas y cualquier otro bicho de uña llegado del
extranjero, para depredar nuestro Arco Minero?
Los
ojos orwellianos, omnipresentes, de los aparatos celulares no se engañan.
Graban todo para la Historia. Urge, erigir un gran museo en el que se exhiban
las proezas guerreras más cimeras, de estos últimos 21 años años.
Cuentan,
que la tarde del dron magnicida, avenida Bolívar, Caracas, alguien, en medio
del sálvese quien pueda, alertó que habían dejado abandonada a la “Primera
Combatienta” y que, por ende, urgía un “Vuelvan caras” para rescatarla. Fue
cuando el valeroso Comandante en Jefe, en clara e inteligible voz, lanzó el
siguiente grito de guerra: “¿Vuelvan caras? ¡Qué va, oh! Ni, yo soy, José
Antonio Paez, ni estamos en las Queseras del Medio. Esa vieja que se j…!”
Sírvanse
responder, apreciadas lectoras, apreciados lectores ¿Por cuál de todas las
gestas heróicas antes aludidas, votarían ustedes, para que ocupe el sitial de
honor, en el Museo del Deshonor Nacional?
Omar
Estacio Z.
@omarestacio
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