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miércoles, 15 de septiembre de 2021

Reflexiones sobre el orden internacional, por Félix Arellano


Félix Arellano 14 de septiembre de 2021

Las expectativas que generaron los trágicos acontecimientos del 11 de septiembre del 2001 en los Estados Unidos, con relación a la posibilidad de avanzar en el fortalecimiento de la gobernabilidad internacional, lo que algunos definen como el orden liberal internacional 2.0, se han desvanecido, entre otras, por el incremento de las debilidades y contradicciones del liderazgo americano, la desconfianza en los valores occidentales y, paralelamente, el progresivo ascenso de la geopolítica del autoritarismo; tendencias que se han consolidado con los recientes acontecimientos en Afganistán.

El orden liberal internacional (OLI) que privilegia las libertades y la institucionalidad democrática, ha sido promovido fundamentalmente por los Estados Unidos desde finales de la segunda guerra mundial, básicamente con la suscripción de la Carta de San Francisco (1945), que permitió la conformación del sistema de las Naciones Unidas y los acuerdos de Bretton Woods, que establecieron las bases de la gobernabilidad económica internacional y la conformación del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, bajo el liderazgo de los Estados Unidos.


Pero debemos destacar que en materia de política exterior en los Estados Unidos ha prevalecido el debate entre dos visiones que se presentan excluyentes y con significativas repercusiones a escala mundial. Por una parte, los internacionalistas que asignan fundamental importancia al protagonismo del país en la construcción del orden internacional, coherente con los valores de la libertad y, por la otra, una visión más aislacionista, que privilegia la consolidación de las libertades a nivel nacional, buscando definir al país como la referencia de la libertad en el mundo, pero sin asumir los compromisos y costos que implica la construcción de la gobernabilidad internacional.

Desde la perspectiva del internacionalismo se promueve la creación del sistema de Naciones Unidas, pero la corriente aislacionista, apoyada en una rígida visión de la soberanía, presiona para que la arquitectura institucional internacional tenga un papel limitado, con poca o ninguna capacidad de control o intervención en los países, particularmente en los Estados Unidos, lo que justifican bajo la ambigua tesis de su excepcionalidad.

La corriente aislacionista cuenta con amplio respaldo a nivel mundial lo que, en gran medida, ha determinado la conformación un orden liberal internacional limitado, donde la soberanía nacional constituye el epicentro y las instituciones internacionales, en particular las normativas, son laxas y están sujetas a la voluntad de las partes, tal dinámica ha sido definida en términos académicos como el orden liberal internacional 1.0.

Luego, en la medida que la dinámica internacional se globalizaba y las relaciones internacionales se tornan más heterogéneas, por el número de temas y actores involucrados; pero también más interdependientes, y se van diluyendo las diferencias entre lo interno y lo externo; se presenta la necesidad de avanzar en la construcción de la gobernabilidad de la globalización, que genere confianza, estabilidad, certidumbre e incluso equidad.

Tales circunstancias van estimulando la atmosfera para la formulación de un orden liberal internacional más ambicioso y eficiente, con normas vinculantes y la posibilidad de establecer mecanismos de control e incluso sanciones; lo que se ha definido en la literatura como el orden liberal internacional 2.0.

Esa nueva dinámica del OLI 2.0, va evolucionando lentamente, enfrentando desafíos y contradicciones; en particular, la resistencia de las visiones que resguardan a la soberanía como un valor supremo y, en ese contexto, los gobierno populistas y autoritarios ocupan un lugar privilegiado.

Los avances en la conformación del OLI 2.0 son limitados pero importantes, entre otros, destaca la creación de la Organización Mundial del Comercio (OMC), luego de las largas y complejas negociaciones en la llamada Ronda del Uruguay (1986), en el marco del viejo GATT, que culminan con la firma de los Acuerdos de Marrakech (1994). La OMC representa un importante esfuerzo para avanzar en la conformación de la gobernabilidad económica internacional, con normas vinculantes y un mecanismo eficiente de solución de diferencias.

Por otra parte, la creación de la Corte Penal Internacional, con sus limitaciones y la ausencia de las grandes potencias, representa uno de los avances significativos del OLI 2.0, Negociado por Estados, pero dirige su acción directamente a los individuos, a los funcionarios gubernamentales responsables de cometer los delitos que se incluyeron en el Estatuto de Roma, superando la rígida visión de la soberanía. En este contexto, la tesis de la responsabilidad de proteger (R2P), en un lento proceso de desarrollo, constituye otro proyecto interesante en la perspectiva del OLI 2.0.

Con los trágicos acontecimientos del 11 de septiembre del 2001 en los Estados Unidos, que representan una clara evidencia de la llamada teoría del cisne negro (Nassim Taleb), entre sus profundas consecuencias, se percibía una atmosfera internacional favorable para avanzar en la regulación internacional más eficiente de diversos temas de la compleja agenda internacional.

Pero las expectativas pronto se enfrentaron, tanto con la estructural divergencia entre las dos tendencias que subyacen en la construcción de la política exterior de los Estados Unidos; escenario en el cual el aislacionismo desde la administración de Donald Trump ha ganado un creciente respaldo; como con un conjunto de factores adicionales que desafían la posibilidad de conformar una gobernabilidad internacional más sólida y eficiente, en la orientación del OLI 2.0.

Entre los factores adversos al desarrollo del OLI 2.0, cabe destacar el progresivo ascenso de actores revisionistas que cuestionan el protagonismo y liderazgo de los Estados Unidos en la formación y sostenimiento del orden liberal internacional; posición que se expande bajo la narrativa antisistema. Pero también rechazan los límites y controles que pueden generar las instituciones internacionales del OLI 2.0, contra las arbitrariedades de los gobiernos autoritarios, en particular en materia de los derechos humanos.

Los actores revisionistas se amparan en la tradicional concepción de la soberanía absoluta y lo máximo que toleran son instituciones internacionales sujetas a la voluntad de los Estados, un OLI 1.0 limitado. Con el tiempo, China se ha transformado en un actor crítico y revisionista del orden liberal, una potencia que busca desplazar el liderazgo de los Estados Unidos y definir nuevas reglas en la dinámica mundial.

Por otra parte, una simplificadora vinculación del orden liberal internacional con el liberalismo económico que tiende a fundamentar la globalización, también ha contribuido al fortalecimiento de las corrientes cuestionadoras del OLI 2.0. Tales posturas asumen que el orden liberal representa un factor determinante de las crisis sociales, desconociendo que, por el contrario, las instituciones del orden liberal ofrecen las oportunidades para la construcción de normativas e incentivos que contribuyan a la defensa de los derechos de los más vulnerables.

Conviene resaltar que el orden liberal internacional constituye la construcción de gobernabilidad internacional privilegiando las libertades, entre ellas la del mercado, pero enfatizando en la importancia de la institucionalidad democrática y los derechos humanos; lo que abre un amplio espectro de posibilidades para los sectores más vulnerables en las sociedades nacionales, situación que trasciende la dinámica exclusivamente económica.

Para los gobiernos autoritarios, tendencia en crecimiento, la existencia de instituciones internacionales del OLI 2.0 sólidas y eficientes, que puedan asumir un papel de alerta, control y presión en beneficio de la población que enfrenta la violación sistemática de sus derechos fundamentales, representa una seria amenaza para sus intereses, en particular para el objetivo de perpetuarse en el poder sin límites ni controles.

Otro factor limitante del OLI 2.0 tiene que ver las paradójicas disfuncionalidades de la globalización. Las disfuncionalidades que se traducen en las múltiples crisis que emanan de la dinámica global, entre otras las crisis financieras, ecológicas o sanitarias como la que estamos enfrentando con la pandemia del covid-19, se asocian al mundo abierto y liberal, en consecuencia, una reacción natural es su rechazo; empero, se olvida que es precisamente en el ámbito global y cooperativo del OLI 2.0 que se pueden construir las soluciones eficientes y sustentables para tales disfuncionalidades.

Tampoco podemos desconocer que las debilidades en el funcionamiento de las instituciones internacionales, su burocratismo, ineficiencias, alto costos; contribuyen a fortalecer la atmosfera cuestionadora del orden liberal internacional.

Es evidente que el orden liberal internacional se ha debilitado y enfrenta serias amenazas, pero no ha muerto y la dinámica de la interdependencia compleja exige de instituciones que generen confianza, certidumbre y estabilidad; en consecuencia, se requiere trabajar en su consolidación. La pandemia del covid-19 ha demostrado una vez más que los graves desafíos que enfrenta la humanidad son globales y las soluciones trascienden las capacidades de acción individual de los Estados.

Félix Arellano

  

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