Por Hugo Prieto
El título de la
monografía de Gladys E. Villarroel* es una frase sencilla, pero atrae como un
imán: “El
poder de las ideas”. Apenas en unas líneas
introductorias, Villarroel nos presenta al pensador Isaiah Berlin, exponente de
altísimo nivel del liberalismo. “Convencido de la influencia decisiva de las
corrientes intelectuales en la historia, (Berlin) dedicó sus investigaciones a
desentrañar y explicar el pensamiento de autores que creyeron, desde
perspectivas diferentes, que había soluciones a los infinitos problemas
humanos, que esas soluciones podían descubrirse y, con empeño y ánimo generoso,
aplicarse en las sociedades”. Ya se ha dicho tantas veces, pero no hay mejor
forma de decirlo. “De buenas intenciones está empedrado el camino al
infierno”. Seguidores de esas “corrientes intelectuales”, como los bolcheviques
en Rusia y los nazis en Alemania llevaron a la humanidad al Gulag y el
Holocausto.
En América Latina no
han llegado tan lejos, pero en estas tierras han prendido las semillas del
totalitarismo (el llamado eje bolivariano: Cuba, Venezuela, Nicaragua), y otras
experiencias, menos sangrientas, pero igualmente desastrosas como el peronismo.
El resultado está a la vista, sociedades hundidas en la miseria y dictadorzuelos
que se intercambian como el mono de la baraja.
Le he pedido a Gladys
Villarroel que desglose algunas de las ideas contenidas en su monografía, con
la intención expresa -lo aclaro de antemano-, de que miremos el reflejo de
estas “corrientes intelectuales” en este desdichado país que nos pertenece a
todos los venezolanos.
“Las ideas son una
creación y una genuina capacidad humana, ¿para qué? Para comprender y explicar
lo que pasa. Para pensar en lo que podría pasar. No es, como nos ha hecho creer
el marxismo, que las ideas no son importantes. Que las ideas son, simplemente,
una superestructura que deviene de la base material -la estructura económica-
de la sociedad”. Ubiquémonos entonces en un horizonte temporal. “En 1953 -el
mismo año en que murió (el dictador soviético) Stalin-, es un momento en el que
la conclusión de la Segunda Guerra Mundial es muy reciente, en el que la
democracia, además, está a la baja y el comunismo al alza. Ese año, Isaiah
Berlin publica un artículo titulado La inevitabilidad histórica y
empieza a hacer la crítica al marxismo desde un doble punto de vista. Uno, la
subordinación -precisamente- de las ideas a la base económica de la sociedad.
Dos, la disolución del individuo, porque la persona deja de serlo para formar
parte de una clase. Y esa clase social es la que determina lo que ese señor va
a pensar”.
Berlin piensa que las
ideas permanecen a lo largo del tiempo; cree que los modelos y las redes
conceptuales llegaron al siglo XX con nuevos ropajes, nuevos significados.
¿Cómo es eso de nuevos ropajes y nuevos significados?
En la biografía de
Carlos Marx que Berlin escribe en la década de 1940, él encontró en Marx rasgos
del pensamiento ilustrado. Con esto no quiero decir que la Ilustración -para
Berlin- fue un momento terrible, todo lo contrario. Fue uno de los momentos más
luminosos en el desarrollo de la humanidad, dice, entre otras cosas, porque se
abrió una compuerta, un espacio enorme para el respeto al individuo, para la
búsqueda de la verdad a través de la ciencia, el predominio de la razón y no de
la revelación para explicar lo que nos ocurre. ¿Qué ocurre? Que la Ilustración
también tiene un lado oscuro que se expresa en el terror. Alguien dice: aquí
todos son revolucionarios y el que no lo es lo liquido físicamente. Para
Berlin, Rousseau es uno de los enemigos de la libertad. Su pensamiento, creo,
es sumamente seductor, ¿por qué? Porque te ofrece absolutos. El ser humano es
libre absolutamente.
Sí, esa idea es muy
poderosa.
Exactamente, pero ¿qué
ocurre? Rousseau crea otra categoría del pensamiento que es la voluntad
general. El hombre, alegremente, somete su libertad absoluta a la voluntad
general. A mi juicio se trata de un pensamiento contradictorio, porque -como
dice Camus y lo demuestra la historia- los seres humanos somos seres de límites
(fisiológicos, morales, sociales). Entonces, hay límites. Rousseau defiende la
libertad y desde ese punto de vista forma parte de la Ilustración, pero el tema
es que no hay libertad absoluta. Y menos la hay si usted va alegre y
dichosamente a someterse a la voluntad general, la que finalmente es la que le
dice a usted adónde tiene que ir y por dónde tiene que caminar.
¿Por qué el liberalismo
no echó raíces en Venezuela?
Lo extraño es que la
primera Constitución (1812) se basa en ideas liberales. ¿Qué ocurrió? Fue von
Hayek quien me iluminó. Según él, hay dos ideas de libertad. Una que está
basada en el racionalismo cartesiano (la Ilustración francesa) y otra que se
alimenta de la Ilustración escocesa (Adam Smith, entre otros). Son dos tesis
que dan curso a dos procesos, a dos visiones de la sociedad, de la política, de
la economía, que son distintas. Eso es evidente. Lo que ocurrió es que la
impronta de la Ilustración francesa fue mucho más potente en América Latina que
la impronta anglosajona. Y la figura clave para entender eso es la de Francisco
de Miranda. Miranda muere en La Carraca no porque lo derrotaron en Puerto
Cabello, sino porque adversaba la visión jacobina que, entre otras cosas,
influyó en Simón Bolívar. Por eso, Miranda, que participó en las tres grandes
revoluciones del siglo XIX es una figura trágica.
La fe en categorías o
ideas absolutas pueden entreverse hoy en más de un programa o régimen político.
América Latina es territorio fecundo en ejemplos. ¿Podría mencionar algunos
casos?
Uno es el peronismo del
cual no se han podido desembarazar los argentinos. Creo que les va a costar
muchísimo. Mucha gente admira a Perón porque se ocupaba de los pobres.
Efectivamente, en Argentina había grandes desigualdades. Pero esta idea no
funcionó, Perón arruinó a la Argentina, un país que no ha podido tener el
bienestar económico que experimentó en la primera mitad del siglo XX. Otro es
el populismo, un programa político que coloca al pueblo en el centro. Otro
ejemplo es Cuba, un país arruinado donde el Estado mendiga a cuenta de que son
el faro luminoso de este continente.
¿Qué sucede? ¿Qué
explicaría lo que hemos visto en tantos países en distintos lapsos de la
historia?
Desde el punto de vista
económico (von Hayek), en las sociedades ocurren “procesos espontáneos” que, al
no ser controlados, dan al traste con las “buenas intenciones” de los
gobernantes. Un ejemplo muy reciente es la dolarización de la economía
venezolana. Ni fue planificada por el Estado ni por una persona en particular,
sino que fue un proceso de ordenamiento espontáneo de la sociedad. Había una
aguda escasez y gente que tenía dólares. Los productos empezaron a aparecer y
el dólar empezó a circular. Esa es una de las tesis que contradice la intención
del Estado para rediseñar o reordenar a la sociedad. Aquí estamos en Venezuela,
donde no hay servicios públicos, pero el Estado es dueño de todo. Entonces,
usted tiene que darles la libertad a todos, porque usted no sabe qué va a hacer
cada persona con su libertad. ¿Qué ideas nuevas se van a crear? ¿Qué
emprendimientos van a surgir?
Habrá que echar luz sobre las maneras de pensar y los modelos sociales, morales y políticos que se han puesto en juego en la historia reciente. ¿Para saber si han sido adecuados? ¿Para saber si han contribuido o contribuyen con la solución de los problemas?
No nos podemos enfocar
en un solo país, pero, al estudiar la cultura política en Venezuela, me hice
una pregunta. ¿Qué pasó aquí que nos hizo tan singulares? ¿Por qué fue así entre
nosotros? Le pregunté a mucha gente si apoyaba la incursión en política a
través de golpes de Estado y, para mi asombro, muchos la apoyaban. Quise hacer
un análisis político comparado, pero encontré una gran dificultad, porque lo
que caracteriza a los países de América Latina es una inestabilidad muy grande.
Aquí debo apoyarme en un gran pensador venezolano, Luis Castro Leiva. Dice
Castro Leiva que, cuando el marxismo llega a Latinoamérica (y a Venezuela), no
tiene dificultades en entrar, porque la categoría de revolución (que venía de
la revolución francesa) ya estaba instalada en las ideas de los pensadores de
la región y en la gente, entre otras cosas, porque las ideas se producen en los
centros de investigación, en las universidades -y más en estos países, en los
que predominaba el pensamiento marxista-, y más cuando en las sociedades
modernas hay medios de difusión masivos. Entonces, la gente construye
representaciones sociales de la forma de gobierno, representaciones sociales de
la libertad, representaciones sociales de… y eso es exactamente así, fue lo que
pasó. Había ya construida una representación de la revolución como categoría
política y cuando el marxismo llegó encontró la puerta abierta. Esa es una idea
brillante de Luis Castro Leiva, quien también hizo historia de las ideas
políticas.
Precisamente, Berlin
“quiso dar cuenta del papel que juegan las ideas cuando se convierten en
acciones políticas y entender por qué tantas mentes excepcionales habían sido
seducidas por esas visiones” que llevaron a la humanidad al comunismo y al
fascismo. También lo hemos visto en América Latina.
¡Uff! Pero, señor,
veamos Venezuela. ¿Cómo puede ser que la gente que dirigía lo que fue el MIR o
el Partido Comunista hayan pensado que ellos podían dirigir una columna
guerrillera por el Paseo Los Próceres, así como Fidel Castro entró en La
Habana? Pero, además, permitieron una invasión por Machurucuto, unos cubanos
desembarcaron para asociarse con guerrilleros que aquí andaban. El gobierno
democrático hizo lo que tenía que hacer: derrotaron militar y políticamente a
esa gente. Sí, efectivamente, hay un proceso de seducción. Creo que eso tiene
que ver con lo que Donald Brown definió como Universales Humanos y una de esas
categorías -independientemente de las sociedades, de la cultura y la geografía-
es el anhelo del infinito, el anhelo del absoluto. Un pensamiento que te da la
explicación absoluta de lo que pasa. Eso es lo que hizo la religión durante
mucho tiempo y lo que aún hace la religión en los movimientos yihadistas. Hay
un pensamiento allí que da certezas.
La idea del pluralismo
en Berlin es mucho más compleja de la que solemos tener en la cabeza. Va mucho
más allá de la convivencia de factores políticos diferentes. ¿Qué podría decir
acerca de este planteamiento?
El pluralismo es una
categoría del pensamiento que es esencial al liberalismo. Eso está en Adam
Smith (La teoría de los sentimientos morales), eso está en John Stuart Mill. La
necesidad de que se respeten las ideas, las creencias, los valores que otra persona
puede tener es porque uno nunca puede tener la certeza de que tiene la verdad.
Cualquier verdad. Religiosa, política, estética. Esa es una característica
humana, la posibilidad de creer distintas visiones acerca del mundo, acerca de
las formas de organizarse y producir económicamente, y tantas otras cosas.
Entonces, el pluralismo es esencial a la concepción liberal de la persona, de
la política, de la sociedad, precisamente porque usted puede estar equivocado,
muy diferente a los que tienen la certeza, porque la verdad la tengo yo. Eso no
es lo que, efectivamente, es el pluralismo.
El poder de las ideas
se vuelve aterrador cuando proviene de abstracciones ideológicas sobre la vida
de las personas. ¿Podría ejemplificar eso o contextualizarlo?
Hay dos ejemplos que
son aterradores. Dos sistemas políticos -tanto el nazismo como el comunismo-
tenían ideas acerca de cómo debería ser la sociedad, cómo deberían ser la
política y el ser humano. Esas ideas no reconocían que podían existir otras
ideas con igual valor. Y lo que produjeron fueron esas dos hecatombes (El Gulag
y El Holocausto). Antes de que existieran los campos de exterminio ya habían
muerto cientos de miles de judíos. Los mataban de la manera más atroz. Y la
matanza fue mucho mayor en países donde, por un lado, el régimen nazi y, por el
otro, el régimen soviético habían destruido los Estados. No había instituciones
ni burocracias que hicieran cumplir las leyes, las normas, no había justicia.
La gente quedaba inerme, desprotegida, porque no había Estado que la
protegiera. Si usted decide que su nación es la que tiene que predominar,
porque sus valores son superiores -lo que ocurrió en Alemania y en la extinta
URSS-, entonces tú te acoplas. A los judíos los sacaron de sus casas y los
pusieron a barrer las calles para humillarlos. ¡Ah, tú aplaudes! Se va
destruyendo la condición humana.
Hay una categoría
política realmente inquietante. La voluntad, que suele anteponerse a la
inteligencia, al talento, al conocimiento. Nada eso importa, porque todo se
puede lograr si se tiene la voluntad necesaria. Lo hemos visto tantas veces…
¿Dónde estamos?
En un terreno
pantanoso, por decir lo menos. Las cosas se hacen porque yo lo ordeno y si yo
arrastro a la gente, puedo hacerlo. Pero resulta que la voluntad no es suficiente.
La voluntad tiene que venir acotada, por ejemplo, por los sentimientos morales.
Ah, porque yo quiero construir el paraíso en la tierra, yo liquido a los
campesinos que se resisten a la reforma agraria -eso fue lo que pasó en la
extinta URSS y, en menor medida, en Cuba-, incluso en países donde la
revolución no había tomado el poder. Lo que pasó en Perú con Sendero Luminoso
fue una cosa terrible. No solo mataban a la gente de forma atroz, sino que
colgaban las cabezas. ¿Por qué? Porque yo tengo la voluntad para doblegar la
realidad, para construir un mundo a mi parecer. Es la desmesura total y cuando
el ser humano es tomado por esa pasión desata el horror, individual y
colectivamente.
Una última reflexión
alrededor de esta cita: “Unos proclamaron la existencia de leyes históricas
inescapables. Otros creyeron en la glorificación de la voluntad, en la
exaltación y seguimiento de líderes mesiánicos poseídos por una verdad única.
Tanto unos como otros creyeron estar autorizados para usar cualquier medio, cualquiera,
para persuadir, convencer, reducir, someter o eliminar a quienes se opusieron a
sus ideales supremos”.
¿Cómo ha sido el
proceso aquí? La destrucción de los adversarios políticos no ha sido
sangrienta. Pero el líder político que emerge, con fuerza y consistencia, es
destruido moral y políticamente. Allí está el caso de María Corina Machado, el
caso de Henrique Capriles y el caso terrible de Leopoldo López. El caso,
incluso, del antiguo dirigente de la CTV, Carlos Ortega. El caso del
exgobernador del Zulia (Manuel Rosales). El régimen chavista ha actuado
selectivamente y ha liquidado a los distintos líderes de la
oposición.
*Profesora titular de
la UCV. Doctora en Ciencias Sociales por esa casa de estudios. Estancia
posdoctoral en el Departamento de Sociología de la Universidad de Yale. Foco en
Análisis Comparativo.
17-10-21
https://prodavinci.com/gladys-villarroel-la-revolucion-encontro-la-puerta-abierta/
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