SJ. Luis Ugalde 18 de octubre de 2021
No hay duda de que todos somos distintos y cada uno es irrepetible. Pero también somos iguales en dignidad, con pacto constitucional con semejantes derechos humanos y posibilidades. Hay el peligro de que hecha esa afirmación nos quedemos tranquilos. Pero resulta que la igualdad de oportunidades es una enorme falsedad y que una sociedad no es verdaderamente democrática si no tiene propósito y “voluntad general” de avanzar a la igualdad de posibilidades para todos. Por otra parte en la actual sociedad venezolana es una burla la afirmación de paridad de ventajas, cuando un abismo separa al 10% privilegiado del otro 90% que vive en radical carencia y sin oportunidades.
Liberales
y conservadores. Hace dos siglos el liberalismo político fue una gran
revolución histórica: eliminar las monarquías absolutas donde el trono real se
presentaba como irrebatible voluntad de Dios, sin someterse a ninguna otra
soberanía ni constitución, ni opinión de sus súbditos. Además en el Antiguo
Régimen antiliberal unos eran por nacimiento de más dignidad y derechos que
otros y barreras infranqueables separaban a nobles de siervos, a mantuanos de
pardos, blancos de orilla y esclavos; cada uno tenía que vivir y morir en el
estamento en el que nació. Hoy con frecuencia algunos confunden el liberalismo
político con el económico y se atribuyen el éxito exclusivamente a méritos
personales con la obvia falsedad de que en la carrera de la vida todos partimos
desde el mismo punto equidistancia de la meta y con la misma libertad
económica, y que su éxito sería mérito personal y el fracaso responsabilidad
exclusiva de la negligencia de quienes se quedan atrás: los pobres serían
culpables de su fracaso y el éxito económico propio de la virtud y mérito
personal. Por el contrario, cuántos pobres que conozco serían muy exitosos si
hubieran tenido un mínimo de posibilidades, mientras que otros exitosos serían
un gran fracaso en las condiciones de pobreza del otro. Ese juicio moral ignora
la radical falta de igualdad de oportunidades: unos heredan bienes materiales,
apoyos familiares y equipamiento educativo que le permiten poner a valer los
talentos personales y multiplicar los bienes recibidos. La realidad es que la
mayoría de la población careció de herencia y de educación y se vio cercada de
obstáculos. La comparación es injusta y engañosa cuando las posibilidades son
tan distintas. Nadie en su sano juicio considera ganador en la carrera de 10
kilómetros a quien, habiendo arrancado en el kilómetro 5, dejó atrás al que
corrió los 10 con los pies atados y un saco de 20 kg. a la espalda. Por eso las
verdaderas sociedades liberales trabajan para crear máximas posibilidades
abiertas al esfuerzo y a la responsabilidad personal de todos. Con ascenso
abierto y sin límites van desarrollando la “clase media” dejando atrás la
aristocracia, muchas veces parasitariamente privilegiada, y la pobreza sin
oportunidades de superarse desarrollando el esfuerzo y talento propio.
¿A qué
viene todo esto? A recordar el gran papel del Estado en la democracia liberal
para, con políticas públicas decididas e inteligentes, abrir la puerta a toda
la población hacia la igualdad de posibilidades. A eso se debe el formidable
salto que dio Venezuela en el tránsito acelerado del campo a la ciudad, con la
democracia social, con la transformación de la economía productiva, con
renovación educativa y siembra de miles de escuelas por todo el país, que en 30
años anteriores pasó de 10.000 universitarios a más de 1.000.000.
Desde
luego la palanca petrolera fue decisiva en la revolución de oportunidades para
quienes llevaban siglo y medio de República sin médico, sin zapatos, sin luz y
con aspiraciones frustradas. Lamentablemente luego de 25 años de democracia
esta se recalentó y los dirigentes políticos y económicos fracasaron por no
saber ponerse en la piel de millones de venezolanos condenados a un nuevo
empobrecimiento entre 1979 y 1999… El siglo XXI no es el XIX. Surgió un militar
con imagen, verbo y promesa de justiciero y salvador; pero confundido de siglo.
Ahora, luego de 22 años de poder e imposición del “socialismo del siglo XXI” es
indudable el fracaso en todas las líneas hasta lograr que 90% de la población
carezca de oportunidades, de progreso basado en la ética, laboriosidad,
creatividad y productividad propias, virtudes necesarias en miles de
empresarios y en millones de trabajadores en alianza productiva de unos con
otros. El socialismo como mito y esperanza desapareció en el mundo actual,
desmentido por el fracaso del “comunismo real”. Al mismo tiempo los éxitos del
liberalismo económico terminan en costosos conflictos cuando no hay sociedad
solidaria ni Estado con pacto social de posibilidades.
Hoy en
Venezuela es imposible que se abran esas oportunidades sin cambio de este
gobierno dictatorial fracasado y sin un nuevo Estado empeñado en abrir al
máximo las posibilidades de educación financiadas por la sociedad entera con
políticas públicas (es decir del bien común que llega a todos) de salud,
educación, infraestructuras… Las posibilidades de trabajo bien remunerado solo
serán posibles con un florecer primaveral de iniciativa y de inversión privada
con importantes solidaridades del mundo democrático desarrollado. Con estímulo
al esfuerzo, superación, inversión y desarrollo del talento de cada uno. Ese
salto del actual desierto de posibilidades a una apertura solidaria para el
renacer nacional donde el bien personal y el bien común se dan la mano tiene un
extraordinario significado ético, pues es pasar de la muerte a la vida.
Caminemos hacia la igualdad de posibilidades, sin ignorar que ellas serán
aprovechadas de manera desigual de acuerdo con la responsabilidad y creatividad
de cada uno.
SJ.
Luis Ugalde
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