Ismael Pérez Vigil 09 de julio de 2022
Por la
ruta de la reflexión profunda nos lanza el último artículo del Padre Luis
Ugalde (Podemos porque hacemos https://aperturaven.blogspot.com/2022/07/podemos-porque-hacemos-por-luis-ugalde.html),
y aunque no siempre los comentemos, públicamente, son tema de discusión en
privado: “¿Leíste el artículo de Ugalde?, nos interroga cualquier persona, en
cualquier momento; por eso hay que estar atentos y al día, sus artículos no se
pueden ignorar ni pasar por alto.
La
esperanza de Ugalde.
Del artículo más reciente, de entre todas las reflexiones, se desprenden a mi modo de ver, dos hilos importantes: uno es la lucha contra la desesperanza y el pesimismo y el otro una crítica, aunque lacónica, muy dura hacia quienes hablan de la “mejoría” del país. Pareciera contradictorio, hablar de esperanza, de optimismo, que supone ver aspectos positivos, a pesar de todo, en lo que ocurre en el país y al mismo tiempo, criticar tan duramente a quienes ven signos externos de mejoría económica; pero no es contradictorio. Veamos.
Nos
dice el padre Ugalde “…millones de venezolanos dentro y fuera del país
estamos haciendo lo necesario primero para sobrevivir y luego para salir
adelante”, y así es. Para muchos no hay forma de explicar como hacen
millones de venezolanos, que no tienen ahorros o ingresos en dólares, para
sobrevivir en medio de la hiperinflación, la carestía de alimentos y medicinas,
la carencia de servicios públicos, la severa crisis humanitaria, y paremos de
contar; pero el “milagro” ocurre y de alguna manera el artículo nos revela el
porqué: se llama esfuerzo y trabajo; se llama, como dice el Padre Ugalde,
potenciar lo que el país lleva adentro, “… potenciar el talento de
millones de venezolanos que con lo que hacemos damos la prueba de lo que
podemos”; esa es la verdadera riqueza del país.
La
solidaridad, factor clave.
Se
llama también solidaridad; solidaridad de los que vivimos aquí y podemos
generar algún trabajo, por efímero y poca cosa que parezca, para que alguien
tenga algún ingreso; solidaridad de miles de organizaciones de la sociedad
civil que hacen que circule el “excedente” −que toda sociedad genera−, en
trabajo, que produce un ingreso, en alimentos, en medicinas, en atención médica
gratuita o casi gratuita, en objetos que se desechan y que se pueden reparar y
le sirven a alguien más. Solidaridad de los que se fueron del país y no olvidan
a los que se quedaron aquí y envían a sus familiares y amigos alguna cantidad
de dinero o alimentos, o medicinas, o algún objeto que se puede intercambiar o
vender. Se llama, en definitiva, tener conciencia de que el país sigue vivo,
que no se ha muerto y quienes aquí vivimos nos esforzamos por “capear” el
temporal y tratar de vivir lo mejor que podemos, a pesar de todas las
limitaciones. Desde luego, aprovechamos cualquier resquicio, cualquier viento
positivo que sople y no estamos ciegos ni somos tontos para no darnos cuenta de
las “burbujas” que se inflan y tratar de aprovecharlas.
¿Se
arregló el país?
El
otro hilo de reflexión que destaco del artículo de Ugalde se refiere a esa
crítica, aguda y muy fuerte, cuando dice: “No seamos cínicos, esto no
se ha arreglado”. No se necesitan más palabras y aunque se asume él y
nos asume a todos en el “no seamos”, todos sabemos que a quien se refiere es a
algunos sectores, de empresarios, de asesores y analistas que nos pretendan
mostrar un país más allá de la realidad, una fantasía económica. Algunos
incluso se limitan a enumerarlas cuatro o cinco medidas macroeconómicas
adoptadas, absolutamente insuficientes para llevar pan a las mesas, generar
empleos o resolver la carencia de elementales servicios públicos que atosigan a
la población. No voy a abundar más en el tema, pues lo hice con detenimiento
hace exactamente tres meses en La Ilusión Económica, el 9 de abril (https://bit.ly/36YQeLf); pero
quería destacar que la escueta frase del Padre Ugalde encierra toda la
profundidad de la crisis que vivimos, que está lejos de estar superada.
La
crítica del artículo al “cinismo” de los que ven mejoras, junto a lo que nos
señalan algunas encuestas recientes sobre la valoración que se tiene de los
empresarios, por tratarse de un protagonista importante en lograr sembrar la
esperanza y la recuperación del país, vale la pena dedicarle algunas líneas.
La
primera advertencia para matizar en algo el excesivo optimismo de algunos, es que
no olvidemos que por mucho que los indicadores señalen que la economía creció
en 2021 y crezca en 2022, se necesitarán varios años para que ese crecimiento
nivele al PIB que teníamos a finales del siglo pasado, cuando comenzó este
oprobioso régimen; o tan solo para nivelarnos al PIB del 2013, cuando se inició
el régimen madurista. La “mejora” de algunos sectores y de algunos indicadores
económicos, o la frivolidad de algunos espacios de consumo y lujosa diversión,
no son un indicador importante para aseverar que el 80% o más de los
venezolanos está saliendo de la pobreza. Y sobre todo, no olvidar como dice
Ugalde en su artículo, que: “… el desastre es tan grande y global que
es indispensable el cambio político para que en Venezuela sople con fuerza el
viento de la esperanza y reverdezca el actual desierto desolador.”
Los
empresarios.
Sabemos
bien que esta “prédica” de la mejoría del país está dirigida a los empresarios,
a estimular su interés y sus inversiones y que entre ellos abunda la gente
“pragmática”; algunos lo son tanto, que hasta creen que no les interesa la
política, ni los políticos y muchos los consideran corruptos y una pérdida de
tiempo ocuparse de ellos; excepto cuando tienen chance o no les queda más
remedio que “acercarse” a algún político que les facilite la vida con algún
trámite, les de acceso a divisas −en los largos períodos de control cambiario−
o apure algún contrato; por algo son pragmáticos y deben ocuparse de empresas,
de las que dependen miles de empleos y familias.
Nuestros
empresarios, al menos una parte importante de ellos, que han sido educados y
socializados en un profundo individualismo −como casi todos los venezolanos de
clase media para arriba−, obviamente les interesa “su” empresa, su negocio, su
vida y solo comparten socialmente con los demás. Por su puesto, ese interés en
“su” negocio implica interesarse también por sus trabajadores, para los que
buscan las mejores condiciones y los ayudan a que vivan lo mejor posible,
porque saben que eso redunda en un mejor rendimiento y es mutuamente
beneficioso.
Muchos
de ellos se dedican a su comunidad inmediata, pero no mucho más allá, a menos
que sean empresas muy grandes, que no nombrare, cuya “comunidad inmediata” es
buena parte del país. Pero para algunos, todo lo demás, que no sea su entorno
inmediato, se reduce a esa especie de “filantropía” a la que llaman
“Responsabilidad Social Empresarial”
Con
relación a la política, claro que hay empresarios que se ocupan del poder –es
decir, de la política y los políticos– cuando ya lo básico está resuelto y les
queda tiempo, siempre y cuando eso no los haga descuidarse de su actividad
principal, la que, con toda razón y responsabilidad, nunca pondrán en peligro
por dedicarse a otra cosa. Todo lo más se dedicará a “eso de la política” algún
hijo, sobrino, hermano, o el fundador de la empresa, ya retirado de los negocios.
Esto incluye cámaras y asociaciones empresariales, en donde obtienen
información e influencia y alguna vez emprenden actividades colectivas,
usualmente con pronunciamientos gremiales o alguna actividad social o deportiva
conjunta.
Pero
el tema gremial lo pospongo para otra ocasión.
Ismael
Pérez Vigil
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