Por Antonio Pérez Esclarín
@pesclarin
En momentos en que la educación languidece en Venezuela y la que queda está siendo subvencionada por los padres o por el heroísmo de numerosos educadores pues el Estado se ha desentendido de ella al pagar a los docentes esos sueldos miserables, robarles las vacaciones y mantener en estado de ruina a numerosos centros educativos, debemos aprovechar la crisis para transformar la educación y superar esa pedagogía que enseña a repetir, orientándola hacia el logro de los aprendizajes esenciales. Vivimos en la era del aprendizaje. Desde mucho antes de la pandemia se venía cuestionando el papel de las escuelas que se centran en enseñar contenidos intrascendentes. De ahí el énfasis creciente, repotenciado por la pandemia que ha evidenciado el sinsentido de una educación transmisiva, de centrar la educación en el aprendizaje. Hoy se insiste en la necesidad de aprender desde la cuna hasta la tumba. Las personas y las organizaciones tienen enormes necesidades de aprender, emprender e innovar. Pero quieren aprender habilidades, competencias, no informaciones. Muchas empresas se quejan de que los jóvenes llegan sin las mínimas habilidades personales para trabajar en equipo y para emprender y crear.
El derecho a la educación es derecho al aprendizaje. Los docentes enseñan, pero ¿qué aprenden los alumnos? ¿Aprenden a aprender permanentemente, a lo largo y ancho de la vida? ¿Aprenden a emprender, a resolver problemas, a respetar, a convivir con los otros y con la naturaleza?
Para enseñar a aprender, para provocar en los alumnos las ganas de aprender, los educadores deben ser unos apasionados de la educación y mantener un hambre insaciable de aprender. No cualquiera puede ser educador, ni se pueden improvisar educadores con unos cursitos apresurados. De ahí la necesidad de educadores bien formados, bien tratados y con claridad en su misión. Sin sentir, sin investigar, no hay aprendizaje. Por ello, aprender se convierte en aprender sintiendo. La transmisión de información no produce aprendizaje. Necesitamos decir también lo evidente: La transmisión de información mediante vídeo, powerpoint, cursos o conferencias on-line… tampoco produce sin más aprendizaje. En este mundo líquido, complejo, incierto, en mutación constante, las competencias esenciales que la escuela debe promover para vivir mejor en el futuro, son junto a la honestidad y el respeto, la creatividad.
Sólo son genuinos maestros los que aman lo que hacen. Por ello, están buscando constantemente formas más eficaces de llegar a sus estudiantes, de dominar los contenidos y métodos de su oficio. Aprenden tanto como pueden sobre el mundo, sobre los demás, sobre ellos mismos y ayudan a los demás a hacer lo mismo. Viven en formación permanente, no para acumular currículo y creerse superiores, sino para ayudar y servir mejor, en especial a los alumnos más carentes y necesitados.
Para posibilitar el aprendizaje continuo y desarrollar el hambre de aprender hay que garantizar a todos los alumnos las herramientas esenciales para un aprendizaje autónomo y permanente, en especial la lectura y la escritura, el pensamiento lógico, matemático y científico, análisis crítico, solución de problemas, ubicación en el espacio y en el tiempo; y las actitudes esenciales: curiosidad, resiliencia, investigación, deseos de aprender y hacer las cosas cada vez mejor, emprendimiento, responsabilidad, capacidad de esfuerzo y trabajo en equipo.
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