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domingo, 14 de agosto de 2022

Mikel de Viana s.j: genio y figura después de la sepultura


Por Jesús María Aguirre, s.j

He tergiversado el dicho popular “Genio y figura hasta la sepultura” para perfilar una personalidad fuerte, de clara identidad y trayectoria persistente, ya que me sirve para ofrecer una semblanza intelectual del P. Mikel de Viana, un jesuita a la vez singular y controvertido tras su muerte.

No pretendo dar cuenta de su significación política en el contexto venezolano, pues no soy ni politólogo ni historiador, y cualquier análisis desde esas dimensiones requiere más tiempo, distanciamiento y maduración para superar la bipolaridad que hoy nos marca. Pero, sí quiero levantar con el mayor equilibrio posible sus aportes intelectuales a nuestra sociedad, para que su trayectoria no se diluya en el cacareo maniqueo de nuestros medios y redes sociales.

Como en toda trayectoria biográfica hay hitos que marcan los desplazamientos intelectuales y compromisos vitales. A diferencia de su evolución espiritual, resumida acertadamente en la homilía de Peio Azpitarte en Indautxu, como luchador (gudari) de la verdad, la justicia y la fe, me voy a focalizar en sus aportes intelectuales, basándome en sus escritos más bien dispersos en varias revistas y publicaciones, mientras se consolida un repertorio bio-bibliográfico en el Centro Gumilla, al que él perteneció por un periodo significativo de su vida.

El sociólogo que tocó fondo

Como sociólogo de formación sólida en una Escuela de Ciencias Sociales de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), donde se concentró una masa crítica de extraordinarios profesores, formados en Europa y Estados Unidos, como el P. Rafael Baquedano, Dr. Alberto Grousson, la Dra. Clemy Machado de Mendoza, el P. Luis Ugalde, s.j., Mgr. Antonio Cova y, entre otros, nuestra querida Mercedes Pulido, Mikel destacó entre los mejores alumnos y se proyectaba como profesor.

Esta veta intelectual renovadora, que no estaba anclada en los manuales marxistas y en sus epígonos o intérpretes, que recientemente ha inventariado Anderson Ayala en el libro: “Universidad de Izquierda”, refiriéndose a la Universidad Central de Venezuela, enriqueció el panorama del pensamiento sociológico y Mikel perteneció a esa generación de destacados investigadores, que han nutrido los institutos de investigaciones de nuestras universidades o han tenido que emigrar (Juan Carlos Navarro, Emilio Pacheco, Matilde Parra, Luis Pedro España, María Gabriela Ponce, entre otros).

Una vez que entró en la Compañía de Jesús, si bien tuvo que realizar los estudios filosóficos y teológicos requeridos por su formación sacerdotal, mantuvo sus hondas inquietudes tanto intelectuales como sociales, conjugando los trabajos académicos con las actividades sociopastorales, que siempre le facilitaban el contacto con los sectores populares.

Su paso por el posgrado de filosofía de la Universidad Simón Bolívar y su intercambio con los mejores cientistas sociales del momento en foros y revistas especializadas, le otorgó una visión interdisciplinaria para abordar problemas de profundo calado epistemológico, como puede verse en el artículo “Valores y Sociología”, publicado en la Revista de Economía y Ciencias Sociales de la UCV:


Este ensayo reabre la discusión sobre la relación entre sociología y ética. Sugiere que el problema fue considerado medular en la literatura clásica pero que, posteriormente, surgieron varias estrategias desdeñadas a subestimar, desvirtuar o incluso negar su importancia. El autor analiza la postura ‘científica’ de los positivistas, las pretensiones de ‘objetividad’ de los marxistas y las ambigüedades del relativismo cultural. Argumenta que ninguno de ellos convence y que la actividad sociológica es no solamente impregnada de ‘valores’ sino que tiene una dimensión intrínsecamente ética. La conclusión es que la actividad del sociólogo se puede justificar solamente en la medida en que aporta a la búsqueda de un mejoramiento del bienestar humano neto y que esto implica una preocupación particular por los grupos sociales menos favorecidos1.

A través de sus conferencias, escritos y labor social, siguiendo una visión jesuítica que encuadra con la perspectiva ignaciana del contemplativo en la acción y la búsqueda de una práctica que dé cuenta de la labor intelectual, Mikel de Viana, tiene puesto el foco en el desarrollo social de los grupos y clases marginadas sin los reduccionismos ideológicos de moda, ni las teologías inficionadas de marxismo reciclado.

Por ello no es de extrañar que una vez terminada su formación académica jesuítica, y ordenado sacerdote, después de complementar sus estudios en Roma sobre temas de ética y moral, se integrara al equipo de investigadores de la UCAB, que acometió el trabajo más profundo que se haya hecho en Venezuela sobre la pobreza, bajo el título “Proyecto Pobreza”2, a la vez que impartía clases en la UCAB y en el Instituto de Teología para los Religiosos (ITER) y participaba en cursos y equipos de trabajo en la Fundación Instituto de Estudios Avanzados (IDEA), el Instituto de Estudios Superiores de Administración (IESA), la Fundación Orinoquia, el Club de Roma…

Ante el cambio de las circunstancias políticas, a partir de la entrada del nuevo régimen chavista, Mikel, con una visión premonitoria, decidió entrar en la palestra sociopolítica, sobre todo desde los medios de comunicación, todavía con margen de maniobra, con una posición abiertamente crítica sobre los derroteros autoritarios del poder instalado. Diversas presiones, ocultas y abiertas, hicieron que se fuera del país, destinado a la Universidad de Deusto, hasta su muerte.

El diagnosticador de la vida religiosa

A la vez que la vida religiosa se desplegaba y consolidaba en la década los 90 con un incremento notable de vocaciones nativas, el Secretariado Conjunto de Religiosos (SECORVE) consideró necesario llevar a cabo un estudio que determinara –más científicamente que un anuario católico convencional al estilo de un “who’s who” de CISOR o de la misma Conferencia Episcopal Venezolana (CEV)–, las características de esa población y su quehacer a través de obras religiosas, pastorales, educativas y sociales.

La inminencia de la primera visita de un Papa a Venezuela para enero de 1985 fue uno de los motivadores que impulsó este estudio sociográfico, el primero de esas características en el campo religioso de la Iglesia venezolana para analizar su panorama de acción. Eran evidentes las dificultades del proyecto por la falta o retardo de las respuestas, inconsistencias en las mismas, etc., y las consabidas contramarchas y desánimo, pero el proyecto, aun con ciertas limitaciones fue todo un logro.

Reconociendo el trabajo de todos los cooperadores de este estudio, en su mayoría colegas o alumnos de Mikel de Viana, merece la pena consignar una nota de agradecimiento en la introducción que dice: “Así mismo a Mikel Viana, s.j. sin el cual este trabajo hubiera carecido del empuje necesario”. Entre líneas y dando por sobreentendido su carácter, se ve la figura de Mikel arengando sus huestes, con el perdón de los investigadores.

El estudio fue publicado con el título: “Los religiosos en Venezuela: levantamiento sociográfico” (SECORVE, 1985)3, y tiene como base, como consta en sus notas, un trabajo previo sobre los religiosos en Venezuela realizado por el mismo Mikel ya en 1981.

Pero, como hemos dicho anteriormente, Mikel proyecta diagnósticos para inspirar la reflexión haciéndose cargo de la realidad y sobre todo promover la acción concertada en diversos frentes. Así, lo encontraremos con otros colegas desarrollando textos de formación básica de humanismo y antropología para universitarios, entre los que destaca “El Hombre. Reto, Dimensiones y Transcendencia”, en la Universidad Católica Andrés Bello (1993)4. También, dirigiendo Ejercicios Espirituales ignacianos y animando grupos cristianos.

Entre sus escritos y charlas de teología, pastoral y espiritualidad, quiero destacar su última conferencia la “Lectio Brevis” inaugural del Año Académico 2004-20055, con motivo del 25° aniversario del ITER, sobre la vida religiosa en Venezuela, ya que expone con hondura no solamente los logros alcanzados, sino los retos y fisuras que se avecinan de cara a un futuro próximo por la disminución de recursos humanos calificados con maestría espiritual para el acompañamiento y formación de las nuevas cohortes.

Entre tanto, Mikel seguía con sus actividades cotidianas y su compromiso, aunque todavía no estaba pensando en embalar la maleta y enrumbarse al aeropuerto ligero de equipaje para sobrevolar el Atlántico, y proseguir su vocación al servicio de la Iglesia en la Compañía de Jesús.

Hoy sus restos reposan en el cementerio de los jesuitas en Loyola, a la sombra de la casa natal y lugar de conversión del fundador de la Compañía, a quien siguió bajo la bandera de la cruz. No es costumbre poner textos en las lápidas de ese campo santo de hermanos muertos en el Señor, pero si tuviera que escoger alguno, pondría, remedando a un compatriota suyo también desterrado, Unamuno:

“Me duele Venezuela”.

Tomado de:

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