Julio Castillo Sagarzazu 12 de septiembre de 2022
@juliocasagar
Al
final del día, las fuerzas democráticas mayoritarias deberán alcanzar un
acuerdo político para el 2024. Bien convendría mejorar el ambiente para que
ello ocurra.
Un
debate del cual deberíamos felicitarnos que es el de la manera como las fuerzas
democráticas deberían enfrentar un eventual proceso electoral y un acuerdo
político sobre el mismo, ha terminado convirtiéndose en una amenaza para lograr
ese objetivo. ¡Vaya paradoja!
¿Por qué?
Pues,
porque inexplicablemente, se ha desatado una furia incontenible, una tormenta
pasional digna de mejor causa, para atacar a uno de los posibles métodos para
llegar a un acuerdo.
Veamos:
Es
evidente que no hay millones de formas para ponerse de acuerdo tanto en una
candidatura, como en un programa, como también en un equipo que pueda liderar
el proceso.
De
hecho, hay solo tres maneras de hacerlo: 1. Por consenso; 2. Por encuestas o
consultas y 3. Por primarias, en el caso de que las dos anteriores no
funcionen.
Incluso,
esta suerte de “protocolo” es el que, en la práctica, la unidad opositora ha
usado desde que se ha planteado la necesidad de hacer frente electoralmente a
las fuerzas del chavismo y sus aliados.
¿Entonces,
de donde viene la intención de descalificación a priori de las primarias?
Esta
“primariofobia” que se ha desatado en algunos círculos políticos en el país, es
verdaderamente incomprensible. No porque estemos obligados a estar de acuerdo a
juro, sino, porque lo repetimos, se trata de uno de los mecanismos para lograr
un acuerdo. ¿Por qué lapidarlo? ¿De donde sacan las versiones apocalípticas de
que ocurrirá un Armagedón final en la oposición si se hacen las primarias? ¿De
donde sacan la conclusión de que Maduro impondría su candidato en unas
primarias?
Por
favor expliquen al común de los mortales, a quienes no nos ha caído todavía la
locha de dónde sacan esta argumentación.
Es
comprensible y legítimo que quien no se sienta con fuerza para ganar las
primarias, no este de acuerdo con ellas. Nadie está obligado a pelear
enchiquerado y siempre es más cómodo elegir la cancha. Eso es lo que hacen los
capitanes de los equipos cuando se sortean las porterías al inicio de un
partido. También es más cómodo jugar de home club que de visitante. De hecho,
las estadísticas muestran que la mayoría de los equipos ganan más partidos en
su casa que en la carretera. Es legítimo no querer perder, A nadie hay que criticarlo
por eso. Lo censurable es que sin dar razones abominemos de un mecanismo que es
perfectamente razonable y uno de los que tenemos a la mano para enfrentar los
desafíos que del futuro cercano.
¿Hay
otros? Claro, ya decíamos que el consenso y las consultas o las encuestas. Es
de Perogrullo que el consenso es el mejor de todas las opciones. La política se
trata esencialmente de llegar a acuerdos, de tender puentes y de hacer alianzas
en torno a un objetivo común.
¿Pero
qué tal queridos amigos que no aparezca ese hombre o mujer justos que Diógenes
buscaba con su linterna? ¿Qué tal que no sea posible ponerse de acuerdo porque
cada quien piense que el suyo es el mejor?
¿Qué
hacemos? ¿nos quedamos de brazos cruzados esperando que algún día, salgamos,
como los angelitos de las madonas renacentistas, agarraditos de las manos con
un acuerdo?
Vamos
a debatir, sin demonizar ninguna alternativa y, obviamente, mucho menos unas
primarias abiertas, incluyentes, donde voten todos los venezolanos, se
encuentren donde se encuentren.
Se
trata de una tarea inmensa que no se hace sola. Hay que trabajarla, ganar
simpatías para ella, enamorar a nuestros electores de nuevo. Esa, por cierto,
es una labor que demanda un gran consenso.
Si en
el camino vemos que aparece un nombre; un programa, un equipo que nos ponga de
acuerdo a todos, pues bienvenido sea.
Lo que
no podemos hacer es plantarnos en una sola opción y denostar de las otras. Lo
que nos está prohibido es que nos agarre el catarro de una elección sorpresiva,
sin el pañuelo de todos los deberes hechos.
Julio
Castillo Sagarzazu
@juliocasagar
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