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sábado, 8 de octubre de 2022

Marx contra el pluralismo y la alternancia, por @OscarArnal


Oscar Arnal 07 de octubre de 2022

@OscarArnal

En las últimas semanas las arremetidas de los gobiernos marxistas de la región no cesan contra la Iglesia. Hace unos 15 días expulsaron al superior de los jesuitas en Cuba, por ser una voz crítica. La pasada semana, en Nicaragua no han permitido la salida de las procesiones religiosas a las calles, lo que genera manifestaciones de protesta en todo el país.

En Cuba, la dictadura siempre teme a la procesión de la Virgen de la Caridad del Cobre, que reúne tanta gente que es motivo de gran preocupación para el partido comunista. Ahora Ortega acaba en Nicaragua con la posibilidad de manifestar la fe católica en las calles de su país, después de echar de Nicaragua a cientos de religiosos, y a congregaciones enteras como la de la madre Santa Teresa de Calcuta.

La torpeza de Ortega no tiene límites, clausuró más de 700 oenegés que hacían trabajo social y además cerró las emisoras cristianas de radio, que ayudan con la educación del pueblo.

En Polonia sucedió algo parecido durante la Unión Soviética, pero el movimiento Solidaridad apoyado por miles de fieles cristianos terminó victorioso. Luego de la caída del muro de Berlín, el resurgir del catolicismo en Polonia fue un hecho público de grandes proporciones.

El marxismo es un materialismo que condena todo credo religioso. Marx definió a la religión como «el opio del pueblo». Para el marxismo el ser humano es solo una evolución de la materia. La persona es una cosa. No tiene en cuenta el marxismo que somos seres materiales, pero también espirituales, sociales y libres. A pura materia nos reduce la doctrina de Marx.

El materialismo marxista es histórico y dialéctico. La violencia la partera de la historia y la lucha de clases, o sea, el odio, el motor de la civilización. Al final, la utopía marxista plantea un mundo irreal donde incluso desaparece el Estado.

En la práctica el comunismo trajo las llamadas dictaduras del proletariado que degeneraron en terribles autocracias, a las que se sumaba una oligarquía comunista, que produjo grandes hambrunas y violaciones a los derechos políticos y humanos en general. Esos países se convirtieron en cárceles. Miles de familias cubanas tuvieron que escapar en balsas arriesgando su vida.

En un sistema comunista nadie que no comulgue con esta ideología se puede organizar con otras ideas, nadie puede disentir del que manda, ni del partido único, y no existe posibilidad de acceder al poder por el voto universal, directo y secreto. El comunismo, que pretendió eliminar con la lucha de clases las clases sociales, lo que hizo fue crear más clases y más estratos sociales.

A pesar de señalar que se acabaría con la alienación capitalista, la alienación se dio con el Estado. La criticada plusvalía ahora iba para el máximo líder y la llamada nomenclatura o burocracia partidista. Se subordinó a la persona humana al partido y al jefe único. Las muertes provocadas por las tiranías de Stalin y Mao se estiman en decenas de millones de personas.

En Venezuela nunca antes habíamos observado tanto irrespeto hacia la Iglesia. Al alto clero lo han insultado hasta la saciedad. Los han llamado «diablos con sotanas» y al actual cardenal Baltazar Porras «el zamuro mayor».

La Doctrina social de la Iglesia ha sido consecuente en definir a la democracia como el único sistema de gobierno capaz de proporcionar al ser humano todo lo que necesita para su desarrollo integral. La democracia no solo debe ser el gobierno donde la soberanía resida en el pueblo sino debe ser un régimen donde se respeten las libertades públicas, los derechos humanos y especialmente los derechos de las minorías. Donde exista independencia, separación y autonomía de los distintos poderes públicos, donde se garantice la alternancia y el pluralismo.

Esta semana pasada entrevisté en mi programa radial al expresidente de la Conferencia Episcopal, monseñor Ovidio Pérez Morales, quien dejó claro que hay que luchar a fondo por cambiar las estructuras hegemónicas que oprimen al colectivo y que no permiten el libre desenvolvimiento de la persona humana. El imperativo categórico tiene que ser el rescate de la democracia. Ir a unas elecciones presidenciales justas, libres y transparentes en el 2024, que le den legitimidad de origen al ganador…

Oscar Arnal

@OscarArnal


 
 

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