Miguel Henrique Otero 27 de diciembre de 2022
@miguelhotero
Cuando
utilizo en este artículo la fórmula “venimos del futuro”, me refiero al sistema
de alarmas que hemos desarrollado los venezolanos, que se enciende cada vez que
vemos cómo en otros países se producen hechos semejantes a los que condujeron a
la destrucción de la democracia en Venezuela. “Venimos del futuro” es un modo
de decir que una determinada decisión del poder, guarda una inquietante
semejanza con los métodos de Chávez y Maduro.
Me importa subrayar el uso de la palabra semejanza, porque no se me escapa que, entre los países hay diferencias históricas, legales, políticas y de todo orden, que no permiten establecer comparaciones planas y directas. Hay especificidades, realidades intransferibles, que no pueden ser desconocidas. Así, lo ocurrido en un país no podría ser calcado al pie de la letra en otro. Cuando mucho, podría ser tomado como un modelo para adaptar a las condiciones concretas.
Todo
lo anterior viene a cuento por las recientes acometidas del gobierno encabezado
por Pedro Sánchez para hacerse con el control de los poderes públicos en
España. En las últimas semanas, en medio de las celebraciones navideñas, el
mundial de fútbol y algunas otras distracciones, la democracia española, con
sus instituciones hasta ahora sólidas, y la imprescindible separación de
poderes, ha estado sometida a los embates de un poder que se ha propuesto tomar
el control de todas las instituciones.
Este
ataque, perpetrado con el apoyo de las fuerzas políticas enemigas de la unidad
del Reino de España, ha sido procedido o ocurre de forma simultánea a otros
procesos: control político de la información y la opinión en las comunicaciones
del Estado; reparto de recursos bajo modalidades que son prototípicas del
populismo; designación de funcionarios en puestos clave, a personas con
expedientes judiciales, familiares directos de altos jerarcas del PSOE y amigos
conocidos de figuras del poder. Todo esto se ejecuta con un llamativo descaro
y, hasta ahora, sin mayores consecuencias. Han reaccionado con fuerza y la
debida inquietud, sectores políticos, juristas, algunos diarios y
comentaristas. No mucho más.
Me
siento en el deber de repetir aquí, algo que muchos venezolanos pensaban y
sentían durante años: en los primeros años con Chávez en el poder, la reacción
de la mayoría de los venezolanos, era la de rechazar los análisis que nos
comparaban con Cuba. De aquello surgió una frase tópica: Venezuela no es Cuba.
Y a eso seguían muchos otros argumentos: Venezuela tiene una tradición
democrática de cuatro décadas. Venezuela tiene unas fuerzas armadas con firme
vocación institucional. Venezuela tiene unos partidos políticos con arraigo en
las clases medias y en los sectores populares. Aunque con defectos, en
Venezuela los poderes públicos han logrado mantener su independencia.
Venezuela, en tanto que propietaria de un recurso tan estratégico como el
petróleo, no podría convertirse en una Cuba, asolada por una pobreza extrema y
unas extendidas condiciones de vida ruinosas, dominadas por la carestía crónica
de todo, por prácticas sistémicas de violación de los Derechos Humanos y por un
panorama vital signado por la desesperanza.
Nadie
hubiese aceptado el pronóstico de que llegaríamos a ser un país sometido de
forma brutal, a punta de balas y torturas; que la pobreza y un acelerado
proceso de empobrecimiento alcanzaría a 95% de la población; que más de siete
millones de personas emigrarían, huyendo de un régimen incapaz de garantizar el
Derecho a la vida y el acceso a los más elementales derechos.
Cuando
repito que los venezolanos `venimos del futuro’ es para advertir, en relación a
las tenazas con que Pedro Sánchez y sus socios están haciéndose con el
control de las instituciones y los poderes públicos, que, en lo esencial, se
trata de movimientos legales, administrativos e institucionales, que la mayoría
de la sociedad no alcanza a percibir en un primer momento, con toda nitidez. No
se perciben ni las intenciones, ni el peligro, ni mucho menos, la ruta de
dominación antidemocrática que esos controles suponen.
Lo
ocurrido en Venezuela, salvando todas las diferencias que sea necesario anotar,
me obliga a alertar a los demócratas españoles, a cada ciudadano, del peligro
que esto significa: el control absoluto de las instituciones; la liquidación de
la autonomía de los poderes públicos ; la politización de todas las
instituciones (incluyendo los cuerpos policiales y las fuerzas armadas, que se
constituyeron con el tiempo, en los principales bastiones del poder del
chavismo-madurismo); el control abierto y descarado del Tribunal Supremo de
Justicia venezolano que, por años y sin rubor alguno, ha suscrito y apoyado
centenares de violaciones a la ley, con el único propósito de dotar de
inmunidad y de impunidad a las acciones del gobierno, todas estas son las
direcciones, el norte que llevan las acciones ejecutadas por Sánchez en las
últimas semanas.
Lo
comento con el debido respeto a cada ciudadano español. Con sus especificidades
venezolanas, este asedio y desmantelamiento de las leyes, estas operaciones que
consisten en despojar de legitimidad a las instituciones, ya las vimos en
nuestro país. Y haciendo uso de ellas, muchas veces sin que advirtiéramos el
monstruo que se abalanzaba sobre nosotros, estas medidas fueron los
instrumentos con que se arruinó el sistema democrático y se estableció una
dictadura, que ha convertido a la sociedad venezolana en una sociedad sin
derechos, arruinada y desesperanzada.
Miguel
Henrique Otero
@miguelhotero
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