Orlando Viera-Blanco 28 de diciembre de 2022
@ovierablanco
Libertad en el sentido de John
Stuart Mill, “el derecho de forjar libremente la propia vida como se quiera”,
llegará cuando obedecer la ley sea una ineludible responsabilidad
Un año
más. Un diciembre más. Tiempo de recogimiento y reflexión…Cinco lustros de
Estado ausente y pérdida republicana que colocan nuestra razón en acción
continua. ¿Por qué nos cuesta tanto recuperar la libertad? ¿Queremos realmente
ser libres? ¿Queremos ver y mantener a nuestros hijos libres de peligros y
anomia? ¿Tenemos un prístino valor por la libertad? ¿Qué es ser libre hoy para
un venezolano? ¿Es atesorar sin importar como, es conveniencia personal, es
estar bien yo?
Escribió
Miguel de Cervantes: “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos
dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los
tesoros que encierran la tierra y el mar: por la libertad, así como por la
honra, se puede y debe aventurar la vida”. ¿Lo estamos?
A dónde hemos llegado o donde no…
Hace
poco más de un año dediqué en seis ensayos titulados Enciclopedia de la
libertad, resumir igual número de conferencias de Isaías Berlín [1952] que
tituló “Los traidores de la Liberta”. Seis clases magistrales
inusualmente transmitidas por la BBC de Londres-Radio. Con una duración hasta
de seis horas por entrega, Berlín aborda la libertad desde el existencialismo,
que es hacerlo desde la óptica de cada pensador de acuerdo con su época. Los
llamó los a antilibertarios.
Los
seis elegidos con la capa de la irredenta libertad como divino tesoro,
eran Helvetius y la libertad como concesión de Dios; Rousseau y la libertad
como licencia del pueblo; Saint Simón que hace depender la libertad a obreros y
capitalistas del futuro; Kant y Hegel para quienes la libertad es conciencia,
alma y espíritu; Maistre para quien la libertad no es un valor que merezca el
hombre sino el Rey y Fichte, donde cada individuo es libre por encima del
estado, por el solo hecho de nacer Berlín denuncia con sutileza pero con
esplendor, como a través del pensamiento “más ilustrado” la libertad fue
siempre condicionada. ¿Y nosotros?
Sospecho
que los venezolanos no queremos vivir en libertad. Porque vivir en libertad es
valorar la libertad del otro, no la propia. Sospecho que vamos arrastrados por
una peligrosa percola histórica, decantación involutiva y amañada como lo es,
que la libertad es un valor que nos la consigue otro. Ni siquiera es una
concesión, es un derecho por el que otro debe luchar e inmolarse para
disfrutarlo yo.
Helvetius
acuñó la frase, la fricción infinita de la libertad, que por no
resolverse [la fricción] genera un estado continuo de violencia, que nadie
piense se eterniza. Sólo revienta. Es amor y dolor que, sin ser eterno, nos
confina. Esa fricción pasa por no entender que es ser libres. No comprender que
la libertad no comienza por Dios, el estado, el rey, mi conciencia, mi espíritu
o por el derecho de nacer. La libertad demanda primero aceptarla como derecho
ajeno, como valor del otro. La libertad de mis hijos, por ejemplo, antes que la
mía…
Es ahí
donde no hemos llegado. A comprender que la lucha es por la libertad del otro.
Luchar por tu libertad y hacerme responsable de ello. Pero no. Me
enchufo luego soy libre…
El
derecho propio es el derecho ajeno a la paz
Fichte
sentenció: “[Libertad] es el derecho del individuo a someterse sólo a
la ley, su derecho a no ser arrestado, ni detenido ni muerto ni maltratado en
forma alguna a resultas de la voluntad arbitraria de una o varias personas. Es
el derecho de cada hombre de expresar su opinión, de elegir su oficio y de
ejercerlo, de disponer de su propiedad, aún de darle mal uso si así lo desea
[…] Es el derecho de cada uno, a asociarse con otros, sea para hablar de sus
propios intereses o para profesar su religión, si así lo desea, con sus
asociados, o simplemente para pasar sus días y sus horas de cualquier manera,
de acuerdo con su inclinación o su fantasía. Por último, es el derecho de cada
uno, a influir sobre la conducta del gobierno, ya sea nombrando a algunos o a
todos los servidores públicos, o por medio de representaciones, peticiones,
demandas, que las autoridades estarán más o menos obligadas a tomar en
consideración” Por ello es libre quien da la vida por defender la ley,
desde donde se garantiza ser libre. Si no vale la pena morir por ello, si no
nos importa o poco nos duelen quienes han muerto por la ley, entonces no somos
responsables, luego no somos libres, por lo cual decidimos marcharnos,
inmolarnos, aislarnos, inmovilizarnos, habituarnos y resignarnos.
La
libertad entonces no es inmóvil, no es destinataria. Es causal y reservada. La
libertad es un complejo de responsabilidades móviles, elaboradas, concertadas,
articuladas, colectivas, que luego de un profundo razonamiento, se convierten
en ley. Por eso la ley es lógica, impecable, rigurosa. La ley es producto de la
razón que a su vez es reducto de la dialéctica, del espíritu que obedece.
Ir
contra la ley o ir en contra de ella y permitirlo, es ir contra la libertad. No
es lo mismo libre albedrío que libertad de acción y pensamiento. Lo primero es
causa. Lo segundo es consecuencia. Pienso libre y conscientemente luego hago la
ley. Hecha la ley, hecha la paz. Quebrantar la ley es transgredir la base
social de convivencia. Surge el caos y triunfa la tiranía, que no es otra cosa,
que inmovilizarse, atarse, renunciar al derecho a rebelarse cuando la autoridad
no es la constitución, sino la del emperador.
Miedo,
dolor, placer y felicidad
Apunta
Berlín citando a Helvétius: ¿Cuáles son los fines propios del hombre? “Pues
si los hombres son capaces de desear tan sólo el placer y evitar el dolor,
absurdo resulta sugerir que debían desear algo distinto de lo que pueden
desear. Si resulta ridículo pedirle a un árbol que se convierta en una mesa, o
pedir a una roca que se vuelva un río, no menos ridículo es invitar a los
hombres buscar algo que son psicológicamente incapaces de perseguir…
¿Deseamos
ser libres? ¿Privilegiamos antes nuestros miedos o nuestro dolor? ¿Si para ser
libre debo sacrificarme o poner a riesgo mi vida, mis intereses, mi patrimonio,
mis privilegios, no es mejor seguir siendo árbol o roca? La libertad sugiere
ser útiles a la sociedad. No es sólo mi propia sombra, mi roca en mi pared. Es
sembrar bosques y construir naciones, con identidad y acogida.
La
mayoría de los pensadores del siglo XVIII afirma Isaiah “creyeron que
el progreso era deseable; que la libertad era mejor que la esclavitud; que la
legislación es la razón en acción” Es la denominada geometría de la
libertad: libre albedrío, conciencia, dignidad y voluntad general expresada en
la ley. Pero pareciera que prevalece la concepción de los antilibertarios
quienes pensaban que el hombre no es capaz de gobernarse por sus propias reglas
porque su esencia es desobedecer. Desobediencia que comienza cuando carecemos
de conciencia generosa de la libertad.
¿Por
qué debería alguien obedecer a otro? Es la fe en Dios representado por un rey
en la tierra, «un arquitecto encarnado» apunta Berlín, o el yo
consciente. «Soy yo mismo, puesto que soy lo que soy, donde estoy y
cuando estoy […] “Soy lo que soy” sigue siendo el dilema. Es la
búsqueda de la paz propia, siendo la paz perpetua la paz ajena. Ese gesto de
desprendimiento es la luz. Mientras no llega [esa luz] se eterniza la libertad
en modo de fricción, que es violencia, que es anomia, que es guerra. Y poco
importa el miedo o el dolor, porque la felicidad también es el miedo y el dolor
a no tenerla…
Cuándo
seremos libres
Libertad
en el sentido de John Stuart Mill, “el derecho de forjar libremente la
propia vida como se quiera”, llegará cuando obedecer la
ley sea una ineludible responsabilidad. Como dijo Jean Paul Sartre: “El
hombre nace libre, responsable y sin excusas” Y agregaría, el hombre
vive y muere libre, si en vida estuvo dispuesto a morir por la ley, que es
libertad, que es el árbol hecho naranjal, que es la roca hecha ciudad, hecha
nación, hecha patria, hecha tesoro al decir del quijote…
No más
excusas… ¡Feliz año en libertad!
Orlando
Viera-Blanco
@ovierablanco
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