Laureano Márquez 19 de diciembre de 2022
Querido
Niño Jesús:
Algunos
años sin escribirte. No vayas a creer que he dejado de creer en ti, ni que he
perdido la esperanza. Solo que, como venezolano, miro la esperanza de una
manera distinta, no ya para el plazo de mi vida, como cuando era más joven,
sino sub specie aeternitatis. Desde el punto de vista etimológico,
la palabra tiene una raíz latina spes, que se asocia al tener
éxito en algo. Por cierto, otro concepto complicado este del éxito. Para
algunos, por ejemplo, niño bendito, es acumular oro, aunque para ello acaben
con la selva venezolana, heredad de la humanidad, destruyendo el futuro de
millones de seres. Como ves, no todo el mundo entiende el éxito desde el punto
de vista eterno que Tú simbolizas. Tu triunfo, es decir, el triunfo que te
espera, no es el de la muerte, sino el de la vida, como dijo alguna vez el
genial Luis Alberto Machado, respondiendo al non omis morirar de
Horacio: «todo yo viviré».
Lo sagrado es la vida, querido Niño Jesús, por tanto, mi primera petición es por y para ella. Este mundo de 2022, que desde épocas remotas se vislumbraba como tiempo de avance y paz, nos llena de temor. La vida toda esta en peligro, la presente y la futura. Hoy, el pueblo ucraniano está devastado y ha tenido que perecer, como Tú en la cruz de la violencia y perdóname que me adelante a tu destino, ahora que estamos en tiempo de adviento. Nuestro propio pueblo vive una huida que se parece a la tuya, cuando San José y María tengan que escapar contigo a Egipto. Perdóname nuevamente que me adelante en el relato. El exterminio de comunidades enteras, las dictaduras criminales, la violación a los derechos humanos, están a la orden del día.
Danos
amor por la vida toda, respeto por la dignidad de nuestros semejantes. Un mundo
sin presos por sus ideas, ni torturas. Un mundo donde las mujeres no sean
asesinadas por un velo mal puesto, ni por nada. Un mundo donde no callemos
convenientemente algunos crímenes mientras subrayamos otros, donde toda forma
de violencia sea condenada y erradicada, un mundo de entendimiento y compasión.
Sobre
todo, Niño Jesús, danos sabiduría a la hora de tomar nuestros rumbos políticos,
para no colocar nuestro destino en las manos de los Herodes corruptos y
resentidos que no hacen otra cosa que decapitar a los pueblos.
Danos
juicio, criterio para enfrentar este tiempo en el que recibimos tantas
informaciones que dejan de importarnos porque no podemos detenernos suficientemente
en ninguna. Danos buen carácter, para llevar la vida sin amarguras y sin
amargar al prójimo. Danos un alma agradecida para contemplar la maravilla de la
creación y hallar dentro de ella ese don único que nos diste a cada uno para
brillar con él, porque, al fin y al cabo, si somos explosión de luz, nuestra
misión es brillar.
A los
venezolanos, especialmente, danos fuerza, coraje y lucidez para entender que
esto que nos sucede no será eterno y que cada uno de nosotros, desde el lugar
al que nos has enviado, puede llevar su pequeña dosis de agua, como en la
fábula del colibrí, para apagar un incendio que tarde o temprano se sofocará,
como todos los de la historia. Solo se requiere seguir tu ejemplo: el
camino del amor, que todo lo puede.
Querido
Niño Jesús colocamos en tus manos el año 2023, para que seamos capaces de
hallar rumbos en este mundo cada vez más devastado por nuestra propia acción.
Gracias por la gente buena, que afortunadamente es mayoría; gracias por el
arte, por la música, por la literatura, por los paisajes, por la sonrisa de los
niños, por el canto de los pájaros, por la bondad de los corazones silenciosos
que hacen el bien discretamente, replicando, como pueden, tu santidad. En fin,
gracias por todo los milagros cotidianos que olvidamos agradecer.
Te
esperamos el 24 en la noche, bienvenido al mundo de los hombres, que tu
inspiración nos anime. Feliz Navidad y feliz año 2023.
Laureano
Márquez
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico