Julio Castillo Sagarzazu 19 de diciembre de 2022
Muchos
son los desafíos que se deban afrontar para un cambio político en Venezuela.
Uno a dilucidar es la fuerza espiritual que los anime.
El
llamado realismo socialista tiene en La Madre de Máximo Gorki, un personaje
arquetípico de la entrega de una mujer por su hijo. Pelagia, por cierto,
víctima del maltrato machista, un día se entera que Pavel, su primogénito es un
activista clandestino de la lucha anti zarista. En un primer momento, reacciona
con miedo y le conmina a abandonar aquella aventura. Poco a poco, va
entendiendo las razones de su hijo y ella misma se convierte en militante
revolucionaria, después que Pavel es enviado a Siberia a un campo de
concentración.
Hasta
aquí, se trata de un buen y socorrido guion para muchas versiones
cinematográficas. De hecho, hay muchas películas que nos muestran, más o menos,
este mismo tópico en las más variadas circunstancias.
Hoy vale la pena recordarlo y acompañarlo de la glosa de un artículo que, en estos días del mundial de futbol, se hizo viral y que trata de una “estrategia” usada por la selección nacional de Marruecos (hasta el momento la más sorpresiva del mundial) y que consistió en hacer acompañar al equipo en Qatar de casi todas las madres de los futbolistas que compiten en la justa.
El
artículo en cuestión, narra la positiva influencia de la presencia de estas
mujeres, desde la concentración y los entrenamientos, hasta en los partidos que
ha jugado el equipo africano. Es una deliciosa crónica de como esta relación
entre madres e hijos ha fructificado y como la magia de estas mujeres ha obrado
prodigios en los logros de la selección hasta ahora (Escribimos el día viernes,
sin conocer el resultado de la disputa del tercer lugar contra Croacia)
Hoy
día, cuando es moneda común hablar de la necesidad de combatir la
discriminación de la mujer; promover la igualdad laboral con el hombre;
abandonar los atavismos y espantosas desigualdades que las leyes aun contienen
en muchas materias, no estaría de mas ahondar en el extraordinario y potencial
poder creador que tiene el rol de la maternidad en las sociedades.
Cabría
preguntarse, por ejemplo, si no está allí una suerte de “arma secreta”, como me
lo sugirió un perspicaz amigo, que está a la espera de ser usada para enderezar
muchos entuertos en el mundo.
Reflexionando
sobre el tema, recordé dos programas que vieron la luz en la administración de
Henrique Salas R. y que tomaban nota de este asunto. Quizás referirlos aquí
puedan echar un poco de luz sobre el planteamiento que tratamos de exponer.
Se
trató del programa Unidos Por tu Casa. Un plan de construcción de viviendas en
el que se daba la primera opción (siempre refrendado por las comunidades) a
madres solteras de familias numerosas. El programa no era asistencial.
Implicaba la obligación de construir la casa por etapas para que se pudieran
recibir los materiales siguientes. Ocurría invariablemente, que en la comunidad
se producía un movimiento espontaneo de solidaridad para ayudar a la madre a
construir y a cumplir con los lapsos del programa. La comunidad reconocía, no
solo el derecho de la madre sola a aquella vivienda, sino que mostraba su
acuerdo y su respeto a la asignación de los materiales, convirtiendo aquella
causa, en causa común de todos.
El
segundo programa fue el de préstamos para pequeños emprendimientos. En el
balance final del retorno y aumento de los créditos se pudo observar que el
mejor cumplimiento y el mayor número de préstamos correspondió siempre a madres
solicitantes. Muchos barrios populares del estado terminaron poblados de pequeñas
peluquerías, pastelerías, casas de costura encabezadas por una madre empresaria
dueña de su propio negocio.
Hoy
día podemos observar como a causa de la abdicación del estado de sus
obligaciones en seguridad, educación y salud, en muchas comunidades, organizaciones
espontaneas o institucionales de la sociedad civil han asumido importantes
responsabilidades. Una curiosidad estadística nos revela que la mayoría de
ellas están conducidas o animadas por madres de esos sectores que han devenido
en un verdadero liderazgo natural, con una potencialidad aun por imaginar.
Un
hallazgo en varios estudios de opinión, ha revelado que, para los venezolanos
Venezuela es identificada con una mujer. Rómulo Gallegos entendió esto hace
varios años y nos la presentó en dos personajes de su novela: Doña Bárbara y
Marisela. Su nexo filo maternal, es clave para la comprensión del imaginario
popular venezolano. En ellas hay dos Venezuelas, la de la barbarie, la
desafección, la alianza con los mujiquitas y los Mr. Danger y la desamparada,
comprendida por Santos Luzardo y que ocultaba, bajo su descuido y abandono, una
mujer bella que solo se descubre a sí misma, cuando se ve reflejada en el agua.
La
resolución de este contraste identitario puede constituirse en un tema
importante para el debate político del país. Dilucidar las fuerzas espirituales
que deberán animar un cambio político y una transición; las fuerzas morales y
cívicas que deben inspirarlo y, sobre todo, la naturaleza de las tareas
concretas que tenemos por delante.
Quizás,
desde hace años y creciendo como la hierba, sin que lo notemos, está emergiendo
un liderazgo y un “arma secreta” para reconstruir el país.
Valdría
la pena debatirlo.
Julio
Castillo Sagarzazu
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