En 1949 el escritor británico George Orwell publicó la novela 1984. Allí presentaba un mundo distópico controlado en su totalidad por el Estado, el Gran hermano. Entre otros temas, Orwell se refiere extensamente al totalitarismo. Y en aquel mundo cercado por el control de una élite, el lenguaje fue clave para controlar a la población. Tanto por censura como por expresarse con ciertos términos, la naturalización y legitimación de la “neolengua” se hizo ley, condicionando así a sus habitantes. Modificar el idioma es parte indispensable de los regímenes totalitarios. Y en Venezuela, desde el poder político, se habla con un lenguaje teñido “rojo rojito”.
Hacía ya tiempo que el sociólogo, doctor en Ciencias de la Comunicación, docente universitario, investigador, autor, cineasta, exdirector del Instituto de Investigaciones de la Comunicación (Ininco) y de la Fundación Cinemateca Nacional, Óscar Lucien, quería abordar un tema que le inquietaba: el lenguaje del venezolano. Y no cualquiera, sino el que se habla desde hace 24 años. El resultado es un libro que reúne alrededor de 100 palabras del argot oficialista: Neolengua roja rojita. Un glosario chavista fue publicado este año por la editorial de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), Abediciones.
“Hay que leer el libro para entender que Venezuela se encuentra en una lucha simbólica importantísima. El modelo que se implantó en el país es uno contrario a la libertad de expresión, y la única manera de que se mantenga en el tiempo es con ese cerco. El libro es una herramienta para profundizar en ese aspecto y no reproducir de manera ingenua vocablos que no tienen otro propósito que la legitimación de un régimen de opresión”, sentenció Lucien, quien además definió el texto como un “llamado a una vigilancia ciudadana”.
Dirigido a todo público, el libro recorre el alfabeto con la definición de palabras o frases como “apátrida”, “derecha endógena”, “escuálido”, “fascista”, “gallinero vertical”, “míster Danger”, “niños de la patria”, “oligarca”, “ruta de la empanada”, “CLAP”, “bioterrorista”, y otros más.
Además, y a modo de contraposición, el autor insertó frases de lingüistas e intelectuales como Hannah Arendt, Ludwig Wittgenstein, Fernando Lázaro Carreter, Armando Francesconi, el premio Miguel Cervantes 2022, Rafael Cadenas, y otros autores más que complementan lo que Lucien buscó comunicar.
Pero no es solo un glosario. El texto, como bien apunta Tulio Hernández —sociólogo y prologuista del libro—, abarca una revisión importante a la historia reciente. “Además de desmontar el modus operandi de la neolengua, la sucesión explicativa de los términos se convierte por sí sola en una especie de cronología de abusos de poder que nos ayuda a revivir —a no olvidar— los peores momentos de estas décadas oscuras. Y ese proceso es de por sí una memoria histórica”, escribió Hernández.
La filtración de palabras de la “neolengua” a la sociedad, de acuerdo con el investigador, podría remontarse al momento en que Chávez pronunció frente a las cámaras de televisión el famoso “por ahora”, tras ser condenado en febrero de 1992 por el conato de golpe de Estado en contra del entonces presidente, Carlos Andrés Pérez. De allí en adelante, explicó Lucien, se juntaron varios factores para continuar con la creación del universo simbólico autodenominado “rojo rojito”.
“Esto tiene que ver, por un lado, con el poder comunicativo que tenía Chávez. Pero también con el control de los medios. Esta dimensión la he llamado —en otro libro— el cerco rojo a la libertad de expresión, que tiene que ver con la construcción de una hegemonía comunicacional que pasa por el cierre y control de los medios; luego se empieza a imponer una voz única donde todas estas palabras se repiten, se machacan y llega a la gente no está advertida de que eso tiene un propósito”, expresó.
En las últimas dos décadas también se impuso la autocensura en periodistas y locutores, pero Lucien ofrece una salida: “Vigilancia activa es buscarle la vuelta a lo que se quiere decir. Por ejemplo, el cerro que ahora llaman Waraira repano, pues decir que toda la vida fue conocido como Ávila. Si alguna utilidad tiene el libro es que, al tener esa cantidad de vocablos juntos, la gente pueda entender la intromisión del guion y comprender el problema que tenemos en frente”, puntualizó.
Óscar Lucien mencionó ejemplos de la “neolengua”, pero se detuvo en “conversatorio”: “Me produce bastante rechazo. Está en el diccionario, se dice de manera corriente, pero en el caso nuestro no existía. De memorias de vida de estudiante, recuerdo que iba a foros, encuentros, tertulias, encuentros, diálogos. Pero este vocablo se impuso y siento que viene de esa tutela cubana sobre el régimen venezolano o de ese entorno de gente que apoya y apoyó a este gobierno. E insisto en lo desprevenido de la sociedad venezolana, por cuando se están legitimando unos vocablos que tenían una función política bastante definida y concreta, con propósitos deliberados”.
De cara al futuro, el doctor en Ciencias de la Comunicación recordó cómo tras el fin de la Segunda Guerra Mundial los alemanes avanzaron en la eliminación de vocablos propios del nazismo en su habla.
“Pienso que cuando en Venezuela se recupere la democracia y la libertad de expresión sea plena, se podrá decir presos políticos o la dictadura de Maduro. Entonces, muchas cosas irán desapareciendo. Ya en el país no habrá más ‘escuálidos’, más ‘patriotas cooperantes’; la esposa del presidente será la primera dama y no la ‘primera combatiente’. De alguna manera el proceso natural hará que esto se supere”, añadió.
Aunado al tiempo se encuentra la educación. Durante la presentación del libro, el 30 de noviembre en la Feria del Libro del Oeste de Caracas de la UCAB, se realizó una discusión con la licenciada en Letras y docente universitaria Thays Adrián, y la licenciada en filosofía e investigadora Lorena Rojas Parma. De allí, agregó Lucien, la profesora Adrián propuso que en sus materias se lea Neolengua roja rojita. Un glosario chavista como material de estudio obligatorio.
“Es un proceso educativo, en la medida en que se tome consciencia de que esto no es juego, que no es chiste, veremos que puede comenzar a cambiar —más allá de la naturaleza propia de ese tono que nos tomamos todo a broma—. Otro de los vocablos que incluí, que me pareció muy sintomático, es el ‘Superbigote’. Yo digo en el libro que es imperioso sobreponerse a esta primera impresión irrisoria para entender la posición del personaje en la narrativa. Tiene un propósito muy determinado en la vida ordinaria de la gente. Se banaliza, y en esa banalización creo que perdemos la capacidad de estar alerta a unos propósitos de manipulación”.
“Las palabras pueden actuar como dosis mínimas de arsénico. Uno se las traga sin darse cuenta, parece que no surtirá efecto alguno, y al cabo de un tiempo se produce el efecto tóxico”, concluyó Lucien citando al filólogo alemán Víctor Klemperer.
https://prodavinci.com/oscar-lucien-y-su-herramienta-para-desarticular-la-neolengua-local/
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico