Adolfo P. Salgueiro 09 de enero de 2023
@apsalgueiro1
Nuestra
Venezuela siempre es bizarra y hasta original. Seguramente que ha de ser uno de
los pocos países, a lo mejor el único, donde la oposición lleva adelante un
golpe de Estado suicida contra sí misma y -lo que es peor aún- este se
escenifica atendiendo los intereses de un grupo de dirigentes contra otro grupo
que, en definitiva, no representa a nadie sino a la ficción de unos cascarones
vacíos que alguna vez pudieron ser partidos políticos.
Hemos observado que lo acontecido ha generado indignación, desazón y hasta incredulidad, pero lo que resulta peor es la constatación de que el público en general, y más aún quienes viven en el exterior, han venido perdiendo el interés en el acontecer político nacional a medida que comprueba la poca capacidad y el mucho egoísmo que anima a quienes se proclaman como “dirigentes” de un colectivo que no es de “dirigidos” sino una enorme masa de ciudadanos que a estas alturas optan por creer que más vale la pena tirar la toalla antes que continuar una lucha estéril que luego de más de dos décadas no ha llevado a ninguna parte.
Por
fin la Asamblea Nacional del 2015 que aún insiste en proclamarse “legítima” ha
logrado modificar el Estatuto de la Transición acordado en 2019, cuando se
declaró la usurpación cometida por Maduro al proclamarse vencedor
en una elección cuyos parámetros de legitimidad, transparencia y verificación
se evidenciaron incumplidos. En esa modificación votada por 72 de los 167
diputados (para el quórum se deben tener en cuenta también los
legisladores del oficialismo elegidos en el mismo acto y que optaron por no
continuar asistiendo) se ha resuelto 1) eliminar la Presidencia interina, 2)
designar una Comisión para administrar los activos de la República ubicados en
el exterior y 3) eliminar de un plumazo el Servicio Exterior y otras medidas
igualmente inconvenientes. Por fin el jueves 5 han decidido votar por una nueva
directiva, formada por tres mujeres, todas residenciadas en el exterior,
presidida por la diputada Figuera de quien se tienen buenas referencias de su
integridad personal y política. De las otras dos nunca habíamos sabido de su
existencia ni tenemos referencia alguna salvo la dudosa distinción de haber
sido aupadas -igual que Figuera- por quienes creen que aún son depositarios de
alguna pizca del poder político.
Entre
las matrices que interesadamente se han venido construyendo está aquella según
la cual el Servicio Exterior del interinato fue un fiasco, una cuerda de
becarios propuestos por los partidos políticos que en definitiva hicieron poco
y nada. Lo único medianamente cierto -y criticable- es la repartición por
cuotas de casi la totalidad de las designaciones de embajadores y
representantes. Aparte de ese pecado original no puede negarse que el
extraordinario éxito inicial reflejado en alrededor de sesenta reconocimientos
se debió en gran proporción a esas personas que con poca experiencia en los
quehaceres diplomáticos consiguieron constituirse en interlocutores de los
principales gobiernos democráticos de Europa y América.
Las
peripecias de ese grupo las conocemos muy de cerca por cuanto un buen número de
esa gente fueron nuestros alumnos en la UCAB o la UCV en materia de derecho
internacional y por esa misma razón nos sentimos especialmente complacidos de
haber fungido como sus asesores -ad honorem naturalmente- en la materia y
especialmente en las especialidades diplomática y consular colaborando para que
su desempeño fuera el mejor ante las difíciles circunstancias políticas que enfrentaron
las cuales se reflejaron en los distintos tipos de acreditación que recibieron
con las difíciles interpretaciones jurídicas que ellas aparejaron.
Es
cierto que algunos de esos designados no hicieron casi nada y otros hicieron
poco, pero no es menos cierto que un buen número consiguieron
logros concretos que favorecieron a decenas de miles de compatriotas
necesitados de asesoramiento, papeles, salud, empleo y pare usted de contar.
Todo ello sin contar los contactos políticos que permitieron la legalización
temporal o definitiva de la estadía de centenares de miles en los países de
acogida, prórroga del reconocimiento de la vigencia de sus pasaportes, el
estatus TPS que impide la deportación de Estados Unidos mientras se legaliza la
situación migratoria, o la obtención de la prórroga del mandato de la Comisión
de Verificación de Hechos del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, o el
mantenimiento del tema Venezuela en el centro de la agenda de la OEA pese a que
la correlación de fuerzas se hacía cada vez más tenue con motivo de los cambios
políticos ocurridos en el continente.
Para
los que creen que eso fue un “cambur” han de saber que en la mayor parte
de los casos, especialmente el primer año, aquello se hizo sin percibir ni un
dólar, a veces con recursos propios o buscando la colaboración de compatriotas
que quisieran y pudieran integrar equipos para adelantar las tareas, buscando
recursos de “vacas” de amigos y benefactores que contribuyeran para pasajes,
gastos de oficina, fotocopias, etc. Después llegaron algunos recursos que
siempre, siempre, resultaron insuficientes para atender los retos presentados.
Es
bueno que se conozca la condición jurídica y política de nuestros
diplomáticos que ejercieron labores en ambientes de mayor o menor aceptación en
el mundo. He aquí una lista memorizada que no pretende ser completa pero que
puede dar una idea de la magnitud del esfuerzo.
Embajadores
plenamente reconocidos ante: Estados Unidos, Paraguay, Costa Rica, Brasil,
Guatemala y la OEA.
Embajadores
reconocidos pero donde se mantuvo representación consular de la usurpación:
Canadá
Representantes
reconocidos: Países Bajos, Portugal, España, Francia, Reino Unido y demás
países de la Unión Europea, Israel.
Representantes
del interinato en América: Bolivia, Panamá, Chile, Colombia, Argentina,
Perú que luego fueron mudando a “representantes de la Asamblea Nacional” y en
algunos casos tuvieron que cesar por cambio de gobierno como, en Perú, Brasil,
Honduras, Bolivia, etc.
Sin
embargo, cuando las rencillas se fueron apoderando del G4 o después del G3 más
el retiro del apoyo de Julio Borges y PJ, etc., etc., este Servicio
Exterior fue dejado íngrimo y solo, sin recibir lineamientos, sin recibir
respuestas a sus preguntas (no sé si con Vecchio en Estados Unidos sería
diferente). Caracas y el Servicio Exterior dejaron de sintonizar la misma onda,
las reuniones del chat semanal se diluyeron, surgieron enemistades y se sembró
el clima para la “tormenta perfecta”, cada quien por su lado tratando de hacer
lo mejor mientras Guaidó y el entorno que lo tuvo secuestrado se mantenía
ausente. En definitiva aquello siguió funcionando gracias al inagotable tesón
de nuestros diplomáticos que -salvo los favoritos- dejaron de recibir apoyo
pese a que en muchos casos algunos se transformaron en estrellas con peso
específico propio, alternando en los círculos de poder de sus lugares de
destino a punta de trabajo, relaciones, intuición y asesoramiento de quienes en
cada ocasión fuimos consultados.
Así
pues, como conclusión, los diputados que por fin dieron la estocada final al
interinato y abolieron el Servicio Exterior, ahora tendrán que ver cómo hacen
para lograr la representación de los intereses de la República en la protección
de los activos en juicios y arbitrajes o cómo podrán manejarse ante
la continuación o suavización de las sanciones norteamericanas.
Este
opinador, con pesimismo realista, anticipa que a la vuelta de pocos meses habrá
gran posibilidad de perder los activos, se enfriará el apoyo de los
países que ya han anunciado que “respetan” lo que decida la AN legítima, se
revisarán los apoyos y reconocimientos. Entonces los políticos que se dieron el
autogolpe comenzarán a echarse entre ellos la culpa de los errores. Ante
tal espectáculo Maduro se frotará las manos viendo la debacle desde la barrera
degustando un sabroso “dulce de lechosa” como irónicamente solía decir el
Zeus de Sabaneta.
Adolfo
P. Salgueiro
@apsalgueiro1
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