No ha sido fácil construir una verdadera unión de países suramericanos en el transcurso de las décadas, diferentes instancias y enfoques han durado poco o ha sido imposible darles continuidad. Lo ideológico siempre ha tenido un peso determinante en los múltiples intentos y las iniciativas se desmoronan apenas surgen cambios pendulares en las estructuras de poder regionales. Ha sido una historia de nunca acabar, desde la izquierda hasta la derecha y viceversa, pasando por diferentes orientaciones políticas, los procesos destinados a crear puentes de integración en Suramérica colapsan.
Para impulsar procesos de integración de carácter regional es necesario trascender a los gobiernos de turno. Las construcciones de alianzas de esta naturaleza requieren ser proyectadas a mediano y muy largo plazo, por lo tanto, no se pueden sujetar estrictamente a los intereses de un gobierno o líder en particular.
La Unión Europea es un ejemplo de ello, se necesitaron varias décadas y la voluntad sostenida por variados gobiernos de signos ideológicos, contrarios en muchas oportunidades, para viabilizar un camino de acoplamiento que termine beneficiando grandemente el acercamiento entre los diferentes pueblos con beneficios muy concretos para la calidad de vida de todos. A pesar de las adversidades y algunos ataques, incluso de gobiernos de corte populista que consolidan su poder culpando a Bruselas de todos sus males, allí avanza con firmeza y sostenibilidad.
A propósito de la cumbre de mandatarios suramericanos convocada por el presidente de Brasil, Luiz Ignacio Da Silva, con la intención de reorganizar un camino que termine de encuadrar una organización multilateral que integre cabalmente a los países de la región y reestructure la geopolítica local, hemos visto las profundas diferencias que terminan golpeando la construcción de una verdadera visión compartida. En un exceso de pragmatismo, Lula quiso soslayar la situación particular con el actual mandatario venezolano Nicolás Maduro y generó un cúmulo de reacciones que terminaron afectando el desarrollo de la cumbre. Un ejemplo más de que la política ideológica interfiere con los acuerdos necesarios para proyectar una integración diferente.
La triste realidad es que Suramérica está muy rezagada en procesos de integración y esto es una situación realmente preocupante porque, al no negociar como bloque frente a los “monstruos” de la geopolítica global, cada vez nos debilitamos y nos quedamos a la zaga de los grandes cambios económicos y comerciales del planeta. Una moneda común es algo muy necesario y útil para estos tiempos, de esto se habla desde hace décadas y no avanza, las pocas experiencias que se adelantaron para lograrlo fueron un nido de corrupción e ineficiencia.
Repetir siempre la necesidad de la “unidad suramericana” no nos va a llevar a soluciones prácticas que son las que la población valora, tampoco va a garantizar que ningún gobierno irresponsable se desvíe del camino. Un alto apoyo de la opinión pública a los procesos de integración blindaría la hoja de ruta ante intentos ideologizados de sabotearlos. Lula representa un país demasiado importante en esta parte del mundo; además, todavía tiene réditos políticos de sus dos periodos anteriores en lo que respecta a las alianzas internacionales que impulsó. Ojalá enfoque su liderazgo hacia esta dirección y no en emitir señales que pueden dividir más a la Suramérica necesitada de una unidad superior.
https://efectococuyo.com/opinion/la-union-suramericana-y-el-efecto-pendulo/
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