La Opinión 17 de junio de 2023
@laopinioncucuta
La
Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), ubica a Colombia como el tercer
país del mundo en acoger al mayor número de migrantes.
El
fenómeno de migración venezolana que comenzó su escalada en el año 2015, ha
producido un impacto en distintos sectores sociales de la población colombiana
que no estaba preparada para la transformación que traería una de las
mayores crisis migratorias a nivel mundial y la más significativa de
América Latina y el Caribe.
Según la Plataforma Interagencial R4V, coordinada por Acnur y OIM, este fenómeno en el mundo alcanzó en marzo de 2023 la cifra de 7.239.957 migrantes, siendo Colombia el país que ha recibido el mayor flujo, con cerca del 2.48 millones, de acuerdo a Migración Colombia.
A
partir de esto, han sido muchos los estudios que se han hecho del tema. La
mayoría muestra cómo el proceso migratorio se ha trasformado y la manera como
esos cambios han incidido de manera significativa en el desarrollo de sus
ciudades de acogida.
A la
par de estas realidades, está la percepción ciudadana ante la migración y cómo
los colombianos han medido el impacto de un fenómeno que emergió en medio de
una crisis humanitaria de gran escala que tuvo particular incidencia en la zona
de frontera.
Los resultados de la más reciente encuesta de percepción ciudadana del programa ‘Cúcuta Cómo Vamos’ que lideran la Universidad Libre, Cámara de Comercio y el diario La Opinión, de mostraron, por ejemplo, que el 66,24% de los ciudadanos encuestados tiene una percepción negativa de la migración que llegó desde Venezuela, frente al 14,69% que considera que ha sido positiva o muy positiva para la ciudad.
En ese sentido, el mayor sentimiento de desaprobación provino de las comunas 3 y 4 que corresponden a la zona de frontera, donde el 68,76% de los encuestados consideraron que las consecuencias han sido negativas, frente a 16,65% que opinó todo lo contrario.
Respecto
al nivel socioeconómico de los encuestados, los estratos bajos tienen la peor
percepción. Un 49,9% cree que ha sido “muy negativa” y 19,02% la cataloga como
negativa. El 14,6% considera que ha sido positiva o “muy positiva” y 17,14% se
mantiene neutral ante la idea.
En
cuanto al sexo de quienes respondieron al sondeo de opinión que se realizó con
1.278 encuestados en Cúcuta, fueron las mujeres las que tienen peor percepción
del fenómeno de movilidad humana, en relación a lo que consideran los
hombres.
Lo
mismo se reflejó en los encuestados que superan los 56 años de edad que
tuvieron la opinión más negativa, aunque en la medida en que la edad era menor,
aumentaba la idea de que la migración venezolana ha sido positiva, lo que
indica que los jóvenes se han mostrado más optimistas ante llegada de
los venezolanos.
Aporofobia
Mario
Zambrano, coordinador de ‘Cúcuta Cómo Vamos’, ha sido claro en el
contexto global sobre el tema de migración cómo estos procesos han favorecido
el crecimiento y desarrollo económico de los países y las regiones.
En el
caso de Colombia, considera que el fenómeno se dio en un contexto político y
social determinado que creó un sentimiento de rechazo al movimiento de
izquierda, representado en ese momento por la figura del presidente venezolano,
Nicolás Maduro.
A su
juicio, lo que se hizo frente a la migración fue una instrumentalización de
algunos sectores políticos para sacar un crédito frente al proceso que vivía
Venezuela, un discurso promovido por actores que desde Colombia, movieron la
indignación colectiva frente a lo que estaba sucediendo.
Contrario
a lo que ha ocurrido con otros fenómenos migratorios en el mundo, a la visión
que se tenía de Venezuela, se le añadió una carga moral, política y social que
determinó en gran medida la percepción ciudadana frente a las personas
provenientes del vecino país, dijo.
“La
población que migró lo hizo en distintas etapas y también era una población
distinta con características socioeconómicas muy diferentes, pero en base a esa
carga moral, social y política se construyó una narrativa que no fue lo
suficientemente justa”, opinó.
Zambrano
cree que en la ciudad se hizo una representación del otro, que de alguna manera
lo deshumanizó y que fue visto como una amenaza sobre todo en una ciudad como
Cúcuta que ha tenido que llevar la carga de su propia desgracia humanitaria que
ha dejado el conflicto armado, el desplazamiento forzado, la tasa de desempleo
y la informalidad.
Para
el coordinador de Cúcuta Cómo Vamos, más que un tema de xenofobia, en la ciudad
se construyó una especie de aporofobia que era el rechazo y aversión hacia el
pobre o desamparado. “Se construyeron discursos muy negativos frente a la
mujer, sobre todo”, dijo.
Una
ciudad intermedia
Para
Ronald Rodríguez, investigador y vocero del Observatorio de Venezuela de la
Universidad del Rosario, el fenómeno de movilidad humana proveniente de
Venezuela ha impactado de manera diferente en las distintas ciudades de
Colombia, no siendo Cúcuta la excepción.
“Según
los últimos datos de Migración Colombia a corte de octubre del año pasado, en
esta ciudad ya representa el 27,51% de la población y esto quiere decir
que Cúcuta enfrenta un reto mayor que incluso países enteros por su dimensión
con respecto a su territorio”, señaló.
Considera
son muchas los aspectos positivos que trajo la migración a la frontera y que se
ha reflejado en la transformación que ha sufrido Cúcuta en los últimos diez
años, como el hecho de haber alcanzado el escalafón de ciudad intermedia. “Eso
fue gracias a la migración porque hoy con los migrantes venezolanos se superó
el millón de habitantes”, dijo.
También
cree que la ciudadanía aún no es consciente del crecimiento económico que ha
traído la migración en diferentes sectores y servicios como lo ha sido la
hotelería, el turismo y en el área gastronómica. “Hoy, Cúcuta es la principal
ciudad de la zona de frontera y eso nadie lo ha notado”, añadió.
Para
el investigador, la manera de transformar la percepción que tienen los
cucuteños acerca de los migrantes, tiene que ir de la mano de los procesos de
integración en los que se ha perdido terreno con el gobierno de turno, pero que
demanda una atención oportuna del tema de educación para la migración, para
enseñar desde las escuelas las bondades del fenómeno migratorio en la región y
las consecuencias que traerá para la sociedad, incluso a largo plazo.
Cree
que el proceso forma parte de una curva de aprendizaje en la que debe haber
voluntad desde el sector público porque, en general, las cuotas políticas en
los mandos medios que se ocupan en la actualidad, se están llenando con
personas que no tiene ninguna idea de migración.
Proyectos
económicos
Albin
Rosales, sociólogo venezolano y coach ontológico radicado en Bogotá, sostiene
que los movimientos migratorios siempre son positivos para los países que los
reciben.
En el
caso venezolano, cree que el rechazo ha sido, más a que al extranjero, a su
condición de pobreza, tomando en cuenta que las personas que partieron desde
Venezuela lo hicieron sin recursos y en busca de mejores condiciones de vida.
Sin
embargo, aclara que la pobreza en términos de no disponer de dinero, no significa
que la migración no haya traído otros valores como el talento humano,
creatividad, el emprendimientos y una cultura diversa, a pesar de que ambos
países comparten mucho de su idiosincrasia por ser naciones hermanas.
A su
modo de ver, una de las mayores debilidades que trajo la migración venezolana a
la frontera fue la necesidad de las personas de emplearse en un marco
de no regularidad, lo que los condujo a buscar el camino de la
informalidad como sustento de vida.
En ese
sentido considera que para buscar cambiar la percepción no favorable, en
necesario fomentar proyectos de carácter económico que les permitan a los
migrantes empoderarse. “Cuando yo genero proyectos, genero política de
desarrollo”, opinó.
Músicos y
maestros
Raúl
López Sayago, rector de la universidad Pedagógica Experimental Libertador
(Upel), institución de educación superior pública dedicada a formar docentes en
Venezuela, sostiene que la crisis migratoria venezolana, cuando comenzó, tuvo
una connotación política, económica y social que derivó en una crisis
migratoria compleja.
Explicó
que así como salieron de Venezuela muchos profesionales de altísimo nivel que
podían aportar a cualquier sociedad, llegaron personas que no tenían muchas
ganas de trabajar.
Para
Sayago, esa última ola migratoria le generó muchos problemas a los países
vecinos y dejó mal a los venezolanos frente a esas poblaciones, como ha
ocurrido en Cúcuta, aunque esa no es, de ninguna manera, la cultura del
venezolano. “El venezolano por naturaleza es trabajador, es
decente, es educado y le gusta tener una buena interacción social con
sus semejantes, eso siempre nos caracterizó”.
Para
el rector, aunque la ciudadanía no ha podido medir el impacto positivo que ha
tenido la migración venezolana, hay muchos docentes universitarios que llegaron
a Cúcuta y se quedaron, lo mismo que músicos académicos que con su formación
brindan a la región lo mejor de sus talentos. “Hay cosas muy positivas que creo
que van por encima de lo negativo”.
En su
opinión, Colombia tendría que “calificar la migración” para utilizarla a favor,
esto quiere decir, aunar esfuerzos en clasificar esa población para, de una
manera controlada, utilizarla en pro de su desarrollo interno, según los
valores de la clase profesional y trabajadora.
Tomado
de: https://www.laopinion.com.co/frontera/migracion-venezolana-entre-fortalezas-y-oportunidades
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